Crujidos y chasquidos de rodilla: cuándo debes preocuparte
Covadonga Díaz
La rodilla es una de las articulaciones más complejas de la anatomía humana, adaptada para soportar el peso del cuerpo, asegurar la estabilidad y permitir su movilidad. Y es también de las que más sufren el impacto de la actividad diaria. En ocasiones, la rodilla se hace oír, a través de crujidos, chasquidos o resaltes, tres tipos de manifestaciones que conviene no confundir y que en ocasiones pueden ser motivo de alerta.
El cuádriceps nos permite extender la rodilla, entrando en juego al subir y bajar escaleras o levantarnos de una silla, además de favorecer un ciclo de marcha adecuado o mantener una postura estable.
Además de la tibia, el fémur y el peroné forman la articulación de la rodilla otras estructuras como tendones, músculos y meniscos, además del líquido sinovial que es como una especie de aceite que actúa como un lubricante y que disminuye el sufrimiento de la rodilla “al evitar o minimizar la fricción sobre el hueso”, explica Margarita Alonso, de la clínica Emendare Fisioterapia, en Oviedo.
Burbujas que estallan
En ocasiones, esos crujidos de la rodilla son naturales y no implican ningún tipo de problema. Y se producen precisamente por la acción del líquido sinovial que forma una especie de burbujas de aire que cuando estallan resultan audibles.
Esta situación se produce frecuentemente al cambiar de postura. Por ejemplo:
- Después de estar tiempo acostados en la cama, cuando nos incorporamos.
- Al situarse en cuclillas, por ejemplo, para acceder a un cajón en la parte inferior de un armario.
- Ante cualquier movimiento brusco de la articulación.
“En estas situaciones llevamos la articulación mas allá de lo habitual y entonces la rodilla cruje por esa acción del líquido sinovial. En estos casos en los que cambiamos de postura o forzamos un poquito la articulación el crujido no debe ser motivo de alarma, es algo natural”, explica Margarita Alonso.
Síntomas de alerta
El elemento que sí debe ser motivo de preocupación es la aparición de dolor, es decir, cuando la rodilla no solo cruje sino que también se resiente, es decir, aparece inflamación, edema, hematoma o hinchazón. “En estos casos si puede ser patológico y debe consultarse con un médico o un fisioterapeuta”.
Otra de las razones que explican los crujidos es la alteración del cartílago, bien por simple erosión o por reblandecimiento, situación que puede derivar en una patología frecuente conocida como condromalacia o condropatía. En estos casos el crujido se produce frecuentemente cuando la persona está sentada y se incorpora, así como al subir y bajar escaleras.
Motivo también frecuente de crujido en la rodilla es la artrosis de la misma, es decir, la pérdida de cartílago de la superficie articular que lleva a la exposición del hueso. En estos casos la alteración suele estar en el compartimento femorotibial, uno de los tres que forman la articulación, y tanto en su parte interna, donde es más frecuente, como en la externa, señala el doctor Braña. También es causa de artrosis el desgaste de los meniscos, que son como una especie de almohadilla entre el hueso que evita la fricción ósea. “Cuando se desgastan se produce fricción de hueso contra hueso, causando dolor”, indica Alonso.
Chasquidos y resaltes articulares
Otro tipo de ruido que puede producir la rodilla son los chasquidos articulares, un sonido que puede ser también audible no solo para la persona que lo provoca y que suele estar relacionado con algún tipo de lesión meniscal, por ejemplo, por rotura longitudinal del menisco. “En este caso la rodilla no cruje sino que chasca”, indica Alejandro Braña.
Y es que los meniscos son estructuras cartilaginosas, importantes para la estabilidad y funcionalidad de la rodilla, así como para absorber golpes y disminuir el desgaste del cartílago. “Cuando se rompen se bloquea total o parcialmente la rodilla”.
Y otro tipo de ruido es el producido por los resaltes, que se producen por un pequeño salto en alguna localización de la articulación, que pueden dar lugar o no a fallo en la función, y que son característicos de lesiones ligamentosas o tendinosas.
Cuándo consultar
Las claves para valorar si estos ruidos deben ser motivo de preocupación o no son su frecuencia y el acompañamiento de dolor y resentimiento posterior en la articulación.
Si son extemporáneos y se producen muy de vez en cuando, no tienen por qué ser causa de preocupación. Otra cosa es que sean frecuentes y vayan acompañados de otros síntomas, insiste Alejandro Braña. “A veces ni siquiera tienen una explicación clara, pueden ser debidos a que el juego articular no se ha producido de la manera lógica pero esto no tiene que ser necesariamente patológico. Otra cosa es que aparezcan de manera continuada, que pueden ser entonces manifestación de una lesión articular que habrá que determinar cuál”.
Recomendaciones
- Evitar el sobrepeso y la obesidad, “que resultan nefastos para esta articulación, así como para la cadera y la parte baja de la columna lumbar (una parte de la anatomía que se resiente especialmente del exceso de peso)».
- Evitar el ejercicio físico de impacto sobre la rodilla. Caminar, nadar y montar en bicicleta pero sin sobreesfuerzo son actividades indicadas para mantener esta articulación en un estado sano, dado que son ejercicios que preservan la fuerza del músculo sin dañar la articulación. En cambio, otro tipo de ejercicio como las sentadillas estarían desaconsejadas si hay afectación de la rodilla porque aumentan la presión entre la rótula y el fémur.
- Mantener un buen equilibrio de la musculatura es otro factor muy importante. “Lo que sucede es que por la forma de caminar, por el calzado utilizado o por gestos repetidos puede suceder que una parte de la musculatura esté más desarrollada o que soporte más tensión”, aclara Margarita Alonso. “Esto puede resultar problemático porque la rótula en esa acción de doblar la rodilla para flexionar y estirar la pierna tiene que deslizarse por un canal anatómico diseñado para ello. Si la musculatura externa del muslo está más trabajada poco a poco vamos sacando la rótula de su carril. Así, se producen microluxaciones que pueden dar lugar a resaltes y llegar a ser problemáticas”, explica la fisioterapeuta.
Importancia del vasto interno
Una recomendación práctica importante es fortalecer específicamente la musculatura de la cara interna de la pierna “que es la que menos trabajamos habitualmente por nuestra forma de caminar”, en concreto, el vasto interno, que es uno de los músculos que forman parte del cuádriceps y que aunque puede no participar tanto en la flexo extensión de la rodilla, es decir, al doblarla, “es clave, por ejemplo, cuando bajamos una escalera y hay un momento en el que cuando pierna avanza la otra queda totalmente estirada, aguantando el peso de todo el cuerpo, y es fundamental que quede adecuadamente bloqueada porque no tiene que doblarse pero sí hacer un pequeño giro para encajar perfectamente y de forma estable el fémur en la tibia. Por eso es tan habitual que cuando la rodilla está lesionada falle y cause dolor al bajar una pendiente o una escalera”.
Un ejercicio sencillo y práctico para fortalecer el vasto interno consiste en, sentado en una silla, sujetar un balón entre ambas rodillas e ir estirando alternativamente una y otra pierna sin que se caiga la pelota. “A la vez que se provoca el estiramiento, es necesario sujetar el balón por lo que es necesario activar ese vasto interno”, señala Margarita Alonso. Puede comenzarse a practicar el ejercicio con una pelota de mayor tamaño para que resulte más fácil y después ir disminuyendo la talla, hasta hacerlo, por ejemplo, con una pelota de tenis.
El Pepazo/Marca