Le develaron un busto e inscribieron su nombre en el departamento de la especialidad del Pedagógico de Caracas.
Luis Carlucho Martín
Luego de su infancia sanjuanera en aquella Caracas postgomecista de los años 30, el joven Manuel Gallegos Carratú completó una brillante hoja de estudios entre el Colegio Alemán y el Liceo Fermín Toro, escenarios en los que inició su afición como excelso jugador de beisbol –posteriormente softbol–, liderazgo e inclinación por la dirigencia deportiva, lo que talló con sudor propio hasta ser considerado el padre de la Educación Física criolla.
Ingresa al Pedagógico a estudiar Biología en 1947, pero al año –por su apego al deporte–, se cambia para Educación Física que recién iniciaría actividades como Sección, dirigida por el profesor Humberto Díaz Vera.
Le precedían vestigios de educación y deporte, influidos por la gimnasia sueca de Pier Ling del siglo XIX, concebida para exhibiciones y el desarrollo de fortalezas del mundo bélico, ajeno a la venezolanidad. Aquello carecía de la visión humanista que años más tarde le imprimió el soñador caraqueño, quien, diplomáticamente, supo amalgamar matices de la gimnasia incipiente con elementos que proponía la Escuela Nacional de Educación Física del Ministerio de Educación de aquellos días.
En plena dictadura asumió el liderazgo de sus compañeros graduandos de aquella primera Cohorte de Educación Física –10 con él– que, debido a la estructura del sistema educativo, no tenían puesto de trabajo. Se inició una lucha que, gracias a su astucia, abrió caminos a generaciones subsiguientes, aunque debieron sortear el cierre de la carrera por parte del régimen.
Caído Pérez Jiménez, Gallegos Carratú es nombrado Coordinador Nacional de Deporte y Jefe de Educación Física del Pedagógico –que pasó a Departamento en 1962–, desde donde propone una visión integral que prioriza la tríada cuerpo, mente y espíritu. Se apoya en las nacientes ciencias aplicadas y logra incluir la carrera como materia obligatoria en todo el sistema educativo.
Cierta resistencia encontró la propuesta en monitores e instructores que por su escasa formación –de 8 meses a un año le exigía la moribunda Escuela Nacional de Educación Física– serían desplazados pronto del nuevo sistema que buscaba la excelencia a través de una Educación Física que se reinventaba como carrera de cuatro años en el Pedagógico.
Hábil, como fue, este paladín de la Educación Física, sin abandonar jamás los aspectos académicos, se desdobla. De profesor y dirigente pasa a captador de aspirantes tanto en selecciones nacionales de varias disciplinas deportivas como en liceos y en otras carreras del mismo Pedagógico y de otras universidades. Así elevó la cantidad y la calidad de la matrícula tal como lo exigían las autoridades. Además, reclutó profesores en Brasil y otros países, muchos con formación europea. Promovió profesores y alumnos destacados para su formación de post grado en regiones donde el deporte ya ofrecía resultados de relevancia.
Exhibiciones gimnásticas, juegos interliceístas y otros eventos de orden competitivo fueron parte del menú con el cual Gallegos Carratú deleitó el paladar deportivo y académico que consolidó los cimientos de su creación: la modernización de la Educación Física.
Este apóstol de la ética, el tesón, el buen discurso, la excelsa pluma, la planificación y la honradez, dignificó a tal punto la Educación Física, que además de haber sido exitoso dirigente de voleibol, ciclismo y del Comité Olímpico Venezolano, fue el primer presidente del IND graduado en Educación Física.
Entre sus innumerables reconocimientos destacan: Orden Brígido Iriarte 1a Clase (1994), Orden Andrés Bello y Dr Honoris Causa UPEL (2005). Además, fue representante del país en infinidad de eventos deportivos de corte olímpico, siempre con el más ejemplar de los comportamientos, por lo que merecidamente el Círculo de Periodistas Deportivos le otorgó en 2005 su ingreso a la inmortalidad, el Salón de la Fama del Deporte Nacional.
Como hombre de deporte forma grupos batalladores con irrefutables éxitos: Es bat boy del Magallanes y juega beisbol AA; destaca en softbol; en la dirigencia y la docencia asciende a los máximos sitiales. No obstante, como todo crack de la vida ejemplar, su máximo equipo es su familia. Casado con la profesora Roselena Moncada da vida a Manuel, Orlando, Gustavo y Mayrelen. Y de ellos, siete nietos. Viudo consolida su segundo matrimonio con otra educadora, Aurora Armellán.
Su huella hoy está estampada de forma epónima en el gimnasio cubierto de Cabudare, Lara; en el gimnasio cubierto del Pedagógico de Caracas, y desde el pasado 13 de marzo de 2024 –un día después del día del Profesor de Educación Física– en el Departamento de la especialidad en la UPEL, donde además se develó un busto en su honor. Gesto más que merecido.
PD: Texto con apoyo de Francisco Paco Diez, Ángel Zurdo Flores, Jesús Elorza, Sioux Fernández y la excelente investigación de María Ñuñú Mejías, todos, exalumnos del dignificador de la Educación Física.
El Pepazo