Sólo la traición pudo derrotar a esta picahe de los aguerridos Quiriquires
Luis Carlucho Martín
Con la plena convicción de ser libre o morir, la cacica Apacuana, piache de los aguerridos quiriquires –pertenecientes a los Caribes–, fue motor determinante de aquella rebelión que se materializó en el valle de Salamanca, actuales valles del Tuy, donde destronó, aunque por poco tiempo, al poderío español, porque ella y sus aliados cometieron el error de dejar vivos a dos de los encomenderos españoles que dieron cuenta de su acción libertaria, por lo que desde los sitios de poder en la ya conquistada Caracas –diez años antes en la Batalla de Maracapana–, decidieron capturarla y darle muerte.
El cuento siguiente se basa (como reseñan todos los cronistas que se refieren a la valiente Apacuana, entre ellos el reputado José Oviedo y Baños en su obra “Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela”) en tradición oral, ya que no hay registros exactos ni actas al respecto; no obstante, todos los relatos llevan como punto de coincidencia el espíritu indómito de la astuta guerrera, que aparentemente por su dominio del arte de las yerbas podía causar notable influencia en la toma de decisiones de caciques de gran relevancia.
En esos días seguía pendiente la venganza contra los españoles por las muertes de valiosos guerreros como Tamanaco, entre otros.
Señales de alzamiento habían mostrado los caciques Araguare, Camaco y Guacicuna; no obstante, se reconoce que quien logró aglutinar las fuerzas para poner en acción los planes libertarios fue la valiente Apacuana, quien, junto a su hijo Guasema, elaboró y ejecutó el singular plan rompecadenas en contra del uso esclavo de la mano de obra india.
Con su espíritu bélico hubo de convencer al jefe quiriquire, Chicuramay, quien logra alianza con los caciques Yare y Acuareyapa.
Estrategia de ataque
La estrategia, quizás un poco en contra de su ADN, fue mostrarse pasivos e incluso serviles ante los españoles, que supervisaban el dominio del inmenso territorio que se extendía hasta Paracotos y Guarenas desde Charallave.
Construyeron casas de reposo para los españoles y para los indios traidores que siempre se unieron a las fuerzas conquistadoras bajo la promesa de libertad.
Apacuana calculó que aquella noche de 1577, previa al viaje de retorno de los españoles a la capital, atacaría. Y así fue. Con el factor sorpresa de su lado, se apoderaron de las armas, sometieron a los indios enemigos y mantuvieron en cautiverio a los perros mastines que estaban entrenados para desgarrar vivos a quienes se enfrentasen a las fuerzas imperiales.
Así las cosas, los liberadores, bajo las órdenes de Apacuana, dieron muerte a gran parte de los enemigos, pero por situaciones desconocidas las bestias lograron zafarse y comenzaron a causar estragos entre los valientes rebeldes, quienes entre sus lamentables pérdidas contaron la del cacique Guacicuana.
En medio de esa confusión lograron escapar los españoles Garci González como su cuñado Francisco Infante, aunque heridos de gravedad. Se salvaron porque conocían la zona y se escabulleron por las quebradas que los condujeron hasta territorio de los traidores indios Teque, quienes le brindaron medicina, aposento, comida y apoyo para trasladarlos hasta Caracas, ante las máximas autoridades.
Triunfo de breve resonancia
Así las cosas, la valiente Apacuana pide al jefe Yare que reconstruya la Confederación Indígena con los Charagotos y los Meregotos (la gente de Terepaima), además de los Cumanagotos, lo que representó una fuerza creciente que dejó constancia con la libertad de la provincia de Nueva Andalucía y Paria.
Estas nuevas noticias de la fortaleza de Apacuana y sus acciones liberadoras retumbaron los oídos de los mandamás caraqueños-españoles, Juan de Guevara y Francisco Maldonado, quienes tramaron planes para dar muerte a la guerrera indígena.
Entre otras cosas, para debilitar la imagen de la nativa, aumentan su reputación como bruja, con lo que creyeron desprestigiarla. Sin embargo, la orden de muerte (que debía ejecutar el ya recuperado Garci González) es rechazada, por lo que rearman un grupo de conquistadores asesinos, encabezados por Sancho González (y un bien entrenado grupo de milicias imperiales) reforzado con apoyo de indios Teque.
El imperio contraataca
Cuando los españoles deciden retornar a la batalla en este importante bastión que habían perdido ante la valentía y astucia bélica de Apacuana, ella –durante esos siete años de exitosa resistencia– cita en asamblea a los máximos caciques de la región, Súcuta, vecinos de los Valles del Tuy y Tácata, así como a los Cumanagotos.
Por su parte, las tropas españolas, sumados a los Teque –cuyo objetivo final era la captura y muerte de Apacuana–, iban causando arrase a su paso, quemando plantíos y dando muerte al ganado y, sobre todo, a los sementales con lo cual generaban pobreza, caos y destrucción.
Iban capturando a los nativos, quienes, al no delatar a la jefa, eran asesinados a sangre fría. Veamos cómo siempre la historia ha reseñado la debilidad y la traición en casi todos los pasajes donde caen los héroes criollos. Este caso no es la excepción. Así, los españoles consiguen información sobre los planes de Apacuana y detalles sobre la reunión con los más importantes caciques de la zona, a donde llegan sorpresivamente bajo la guía de un traidor indio Teque.
El ataque por todos los flancos y con todo tipo de armas, además de los fieros perros comeindios generó confusión y la retirada de la mayoría, a pesar de la fiereza y la entrega del Cacique Acuareyapa, quien pedía a los suyos, como acto de valentía, que muriesen peleando. Cuentan que estaba derrotando cuerpo a cuerpo al español Antonio de Villegas, pero que, por ser minoría, otro conquistador, de apellido Figueredo, lo asesinó por la espalda; momento que aprovechan para capturar a Apacuana.
Ella era un peligroso símbolo de libertad y coraje, por lo que además de ser torturada y flagelada, deciden colgarla al día siguiente y dejarla por mucho tiempo en un asta, como símbolo de la eficaz represión y como advertencia de lo que le sucedería a quien siguiese su ejemplo.
Su cobarde asesinato más el de otros 200 guerreros trajo consigo la posterior rendición del pueblo quiriquire, y todos los Valles del Tuy nuevamente pasaron al dominio de las garras españolas.
Desde el 8 de marzo de 2017 reposan en el Panteón Nacional los restos simbólicos de esta mujer, de quien el artista Giovanny Gardeliano esculpió en 2018 una imagen imponente de siete metros, erigida en la entrada a Caracas por la autopista Valle-Coche.
El Pepazo