Tu estabas como el atalaya por Aires limpios, siempre presto, entronado en tu majestad
Yo viajaba en distintos mundos donde el firmamento no acababa,
cada cual en su camino.
Una tarde paseaba por cada una de las estrellas a quienes cada noche les escuchaba sus tertulias hasta el amanecer,
Si!
son
muchas
pero cada una escondía una historia, una leyenda un principio y un fin.
A pesar de ello algo en mí me decía que los caminos se comunicaban con otros, que se dividían o interceptaban
y marché con la maleta de la libertad
un espejuelo donde veía una sonrisa marcada en mi rostro,
en mi cabellera llevaba una estrella llamada Aventura
Y en mi bolso la esperanza de llegar al camino de la paz.
Llegué a una barca que decía Corazón Valiente, pasé sin prisa y ya me esperaban
era el velero que navegaría a grandes distancias hasta llegar a quien inquieta mi alma,
las noches fueron eternas pero no sucumbió en mí el temor, pues los hermosos luceros brillaban con tanta intensidad, que era una verdadera ráfaga de emociones porque se movían de un lado para otro
y nos volvimos a encontrar!
ellas con tanta desesperación porque necesitaban hablarme, decirme que ellas tenían nombres propios
Que cuando fueron creadas,
eran las niñas más tiernas y resplandecientes del universo.
En cambio yo,
deseaba saber el porque de su algarabía y de su cercanía hacia mi.
No entendía pues no sabía que la verdadera paz estaba por llegar.
Al desplazarme hacia la tierra de los sueños desembarqué y fui de prisa hacia el sendero escondido,
ese que solo se encuentra con la brújula del Eterno.
Entre,
y caminé dónde yacían los árboles encantados, árboles que tienen vida y disipan la bondad de Dios.
La noche vuelve y la Luna me mira con tiernos ojos y alumbra mis pasos para no caer
Luciérnagas encima de mí
puedo tomarlas y guiarme
sigo el camino,
la aurora aparece y se descubren tierras bañadas de pasto verde, aún huelo el aroma de los nardos y la canela.
El cedro del Líbano crecía imponente sobre cualquier otro árbol
Vuelvo a elevar mis alas y escucho la melodía a lo lejos
y en el pináculo más alto allí estás tú
llegué a tus Montes y te pregunté por qué mi alma te buscaba con desespero
y tu afable respuesta fue está:
siempre te vi aunque andabas por un camino diferente
yo uní tu destino con el mío
Navegaste por el mar de la soledad y aún así te conduje así mi
te hice saber que sin mí nada puedes hacer
que los astros, la tierra y todo su esplendor y tú son míos
siempre caminé contigo
Porque los caminos que un día dividieron o desviaron tu razón de ser, se unieron desde el momento en que te vi.
El Pepazo