Diversas funciones y objetivos tienen los aspectos gráficos en el mundo informativo
Luis Carlucho Martín
Cuando usted asume que su rol en la vida es estar detrás de una cámara fotográfica adquiere una responsabilidad de orden social, histórica, artística y, por conciencia, debería también ser periodística.
Cada captura de cada imagen servirá para corroborar un hecho de la historia, para apoyar actos de diversión, para entretener como hobbie o para comprobar versiones de los medios de comunicación o incluso investigaciones policiales.
Son muy diversas las tendencias de este oficio que cada día cobra más importancia en la sociedad moderna plagada de la indetenible comunicación alternativa.
Desde el fotógrafo de plaza (hoy, una especie en peligro de extinción) hasta el documentalista de la naturaleza o de las ciencias criminalísticas o el recabador de datos gráficos de la historia, tienen sus particulares puntos de vista que hacen de cada exposición una pieza única y con una valoración diferente pero determinante en la construcción del informe final que no es más que el registro de la historia, no necesariamente con carga periodística, pero siempre aporta, aunque indefectiblemente dependerá del cristal con que se mire.
De distintos matices
Hace unas cuantas lunas, en las plazas de Caracas no faltaba un caballito de juguete, un sombrero de charro o cualquier otra figura que simpatizara a los niños para hacerle una fotografía con cámara instantánea –como la desaparecida Polaroid– que el fotógrafo en tiempo récord tenía lista para la venta.
Su producto era casi un souvenir obligado u obligatorio de esos paseos dominicales en familia. Los que no lograban convencer a los austeros padres acerca de la importancia de aquella gráfica –que por más que la cuidaras se decoloraba en poco tiempo– te perseguían con las minilupas piramidales plásticas, o un minivisor con una diapositiva en su interior, que te podías colgar como llaverito. Eso llegó a ser un boom, excelente para el recuerdo familiar y muy bueno como sustento para el encargado de esos clicks instantáneos.
De igual manera, otra especie que ha disminuido –más por situación país– es el fotógrafo de fiesta. Ahora la tendencia es contratar equipos completos con videos y efectos especiales, lo cual limita al fotógrafo nato.
Tú estabas en tu rumba y al salir había una pared full de fotos y te buscabas allí en una suerte de pesquisa de borracho. “Señor deme esa y por favor póngame el contacto en el visor-llaverito”, le decía uno al fotógrafo, igual que en las fiestas de graduación.
Estudios de renombre
En Caracas no había casa en la que no existiera un retrato del o de los hijos predilectos, de 1 metro de alto por 60 cms de ancho, firmado por Foto Zerda’s (los más caros) o Foto Monges (su competencia). Las demás firmas fotográficas fueron rezagadas.
Se trataba de unos estudios que se hicieron muy populares y necesarios. Ofrecían un servicio completo que se encargaba de maquillar y peinar elegantemente a los más pequeños de casa que, aunque fueran pelones salían con unos bucles bien definidos y una sonrisa que denotaba el placer de un logro inexistente, sentimiento contrario al de los padres al momento de cancelar.
Todo eso era en blanco y negro. El retrato que adornaba las paredes de la casa familiar siempre estaba forrado en papel plástico transparente, que con el tiempo pasaba a ser el protector contra las deposiciones de las moscas y otros insectos que tomaban como guarida aquella figura enmarcada en el armatoste de madera barata.
Fotomatón
Hubo un momento en medio de la bonanza de la Venezuela saudita en que muchos negocios importaron unas máquinas que hacían fotos instantáneas. Cinco fotos diferentes, cuyas poses las moldeaba el propio cliente en el intervalo de cinco segundos entre flash y flash. Eso dio pie a que jóvenes parejas pagaran el paquete doble y se hacían foticos románticas de besitos sencillos y respetuosos típicos de la época, cuando se pedía empate. Ahora es otra vaina.
Wikipedia dice con respecto a esa cabina fotográfica creada inicialmente en 1889 por Mathew Stiffens y perfeccionada por Anatol Joseph a partir de en 1925: “Un fotomatón es una cabina automática para obtener fotografías de forma instantánea. Generalmente se sitúan en calles o zonas públicas y se activan al introducir monedas. Tradicionalmente los fotomatones disponían de un asiento regulable diseñado para que la persona o personas que fuesen a ser fotografiadas se dispusiesen frente a la cámara. Al insertar las monedas o al activar el proceso, la máquina tomará una serie de fotografías (o una única fotografía de la que se imprimen múltiples copias). En ocasiones, antes de cada fotografía, el fotomatón producirá una señal, como una luz o un pitido, para avisar al fotografiado de que se prepare para la captura”.
Unos minutos después de realizada la sesión fotográfica la misma máquina te entregaba el resultado final según el paquete cancelado. La calidad de esas fotos era terriblemente mala. Y aunque su nombre real es Fotomatón la gente le decía así relacionando el servicio con la poca calidad. No obstante, lejos de afectar a los dueños de las máquinas, la clientela iba in crescendo.
Falta de repuestos de las grandes cámaras, rollos y otros materiales atentaron contra aquel negocio que llegó a ser tan próspero como los fotoestudios que proliferaron en todo el país. Ambos, al final, pagaron caro su inevitable enfrentamiento con la realidad del modernismo y los avances tecnológicos.
Reportero gráfico
No por último es menos importante. Nos referimos al reportero gráfico en esta gama multifuncional de oficios y objetivos de quien con su click se queda con un instante, un paisaje, un personaje, un hecho, que es noticia y pasa a ser historia.
Su función, la del reportero gráfico, es sagrada. Es equipo indisoluble del periodismo impreso. Una nota sin gráficas es como un jardín sin flores o chamo sin padres o viceversa. Ambos se complementan.
El reportero gráfico, en muchas ocasiones no solo se encarga de su obturador y de la perfección de la imagen, sino que, en ocasiones, por experiencia acumulada conduce y orienta atinadamente al reportero de impreso.
Esa compenetración cada día debe ser más fuerte, sobre todo ante los retos de las nuevas tecnologías, de los fakenews y de los laboratorios de manipulación desinformativa.
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