Mayor premio no se ha visto en la historia de los pesos pesados, hasta que se enfrenten esta noche Tyson Fury (WBC) y Oleksandr Usyk (WBA-IBF-WBO) en el Kingdom Arena de Riad por los cuatro cinturones que poseen entre ambos.

Desde que mandan los cuatro organismos en el boxeo mundial, es la primera vez que se produce este hecho, y aunque los grandes de todos los tiempos han sido principalmente estadounidenses, hoy serán dos europeos los que intenten salir indemnes de la explosión que provocarán los puños de tamaños bombarderos.

Desde hace más de 20 años, las leyendas Muhammad Ali, Joe Louis o Rocky Marciano miran absortos cómo sus compatriotas no relevan del trono de los grandes pesos a los púgiles del viejo continente, porque excepto Deontay Wilder, el dominio reciente ha venido por parte de los hermanos Klitschko, ucranianos; Anthony Joshua, inglés, y de estos dos contendientes.

Pero el ganar los cuatro fajines es una anécdota, ello no significa obligatoriamente que el vencedor vaya a tener sitio en la mesa de Ali y su séquito, aunque su nombre sí vaya a figurar para siempre en la epopeya pugilística. Prevemos un combate nivelado, con un mejor estilo de Usyk, más preciso, táctico y en su distancia, ante el boxeo aplastante del gigante Fury, anárquico, inesperado, heterodoxo pero muy efectivo.

Son dos boxeadores imbatidos, resistentes, que, si han caído al tapiz, se han levantado en plenas condiciones, por lo que no es probable un fuera de combate. Los quince centímetros de estatura y veinte kilos de ventaja para Fury, junto a sus marrullerías, podrían decantar la pelea en favor del inglés, aunque el ucraniano tiene suficiente experiencia como para saber utilizar el antídoto necesario en esta ocasión. Un combate que hay que vivir y que hay que disfrutar.