«¿Tu Verdad? No, la Verdad y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela.”
ANTONIO MACHADO
Luis Semprún Jurado
Yo había llegado más temprano que de costumbre a nuestra reunión semanal y había ordenado un café, sin notar al grupo de personas alrededor de una mesa que esperaba a Anacleto. De repente escuché su voz familiar al entrar al café saludando: “Buen día, apreciados camaritas…, casi todos recordamos una frase del argot político que habla del «Voto Castigo» como manera de recordarle a quienes eran los encargados de gobernar, o estaban en puestos de elección popular, o aspiraban a alguna posición de mando que requiriera la aprobación de ellos, que debieron hacerlo bien y no lo hicieron, por lo que ahora sufrirían las consecuencias. Si mal no recuerdo, también se le llamó «Voto Protesta». Pero…,¿por qué un ciudadano decide otorgar su aprobación o voto a algún candidato o partido diferente al que haya o pensaba apoyar previamente? ¿O ocurre simplemente para evitar que un partido siga gobernando?, ¿o quizá para evitar que algún grupo de personas o partidos del pasado regresen a gobernar? Camaritas… Todo depende del grado de satisfacción, o no, con la gestión o políticas públicas implementadas durante el mandato de unos, o la buena o mala imagen dejada por los otros durante su última gestión. Esta decisión no se basa en la afinidad ideológica o en las propuestas que hagan, sino en el descontento con el desempeño o las acciones previas de cada candidato o partido. El voto castigo no es exclusivo de la esfera política. Se puede observar en diversos ámbitos donde existe una relación entre un actor y un electorado, como en elecciones gremiales, consejos comunales, e incluso en el ámbito empresarial, cuando los consumidores dejan de comprar productos de una marca determinada en señal de protesta. Es simplemente una reacción en un acto de selección en la que muchas veces prevalece aquello de que «vale más malo conocido que bueno por conocer». Decía Alejandro Dumas: «No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor». A pesar de enfrentar tantas dificultades, unas inducidas y otras por errores propios, guerras de quién sabe ya que generación, sanciones y bloqueos ilegales, traiciones y comportamientos apátridas, empezamos a ver la tan ansiada recuperación de nuestra economía, de acuerdo a las mediciones de organismos internacionales, y una luz al final del túnel. No ha sido fácil, ni nadie dijo que lo sería. Estamos saliendo a flote gracias a la resistencia heroica de nuestro bravo pueblo y a un gobierno que no se ha rendido ante las adversidades sino que ha buscado aliados por todos los medios posibles para evitar a «EEUU», porque sabe cómo han quedado todos aquellos pueblos a los que EEUU ha «ayudado». Debe así mismo reconocerse a parte del empresariado que ha entendido que sólo unido al pueblo y al gobierno se puede subsistir. Si no, ¿dónde estaríamos? Ya he dicho en otra oportunidad que la vida está llena de decisiones que no tienen vuelta atrás, así como que «para guiar al pueblo hace falta alguien del pueblo». Eso es lo que nuestra rancia opudrición jamás ha entendido. Cree que achacándole a Nico los resultados de todas sus peticiones y deseos, lograrán engañarle de nuevo y lograr su voto. «Se debe castigar al gobierno por su mala gestión, los problemas de la luz, el agua, los servicios públicos, los salarios de hambre» son las propagandas que a diario hacen. Les falta decir que los socialistas y los comunistas, se comen a los niños y que ellos son la única salida que nos queda. Claro, camaritas, que necesitamos que las cosas sigan cambiando para mejor, pero nuestra opudrición no es cambio, es conflicto, es caos y es venganza. Cada bestia vive con un miedo mortal e inventa cientos de maneras de describirlo. Si no se tiene a donde ir, los caminos serán inútiles.”
Sin la menor duda puedo augurarle a gran parte de la opudrición criolla que de nuevo serán los castigados por voto del pueblo venezolano por su falta de amor a la patria. Debo de nuevo reiterarle que si usted se queja de los problemas de la gasolina, la luz, los precios, el agua, salarios de hambre, falta de insumos en los centros de salud, etc., recuerde que son las sanciones que ustedes pidieron, son 24 años de saboteo a la gestión de gobierno. Es su culpa, ustedes las pidieron y además las siguen pidiendo; deje la lloradera. El “voto castigo” o “voto protesta” será contra todo lo que ustedes han deseado, tratando de camuflarlo u ocultarlo alegando que las “sanciones sólo afectan a Maduro y su combo” cuando en realidad no podemos olvidar lo dicho por Bolton (sic): “No sabemos si las sanciones de EEUU van a producir un quiebre del gobierno de Venezuela; lo que sí sabemos es que el sufrimiento del pueblo… va a aumentar”. Creo que no hace falta comentario. Y no es que las solicitaron hace ya tiempo, sino que hasta hace pocas semanas la loca seguía pidiendo más “porque sí funcionan”.
El “voto castigo” es una herramienta poderosa que el pueblo utiliza para expresar su descontento contra una oposición apátrida irreflexiva, o contra un gobierno en ejercicio que no atiende sus necesidades. Las consecuencias pueden variar, desde cambios en el poder hasta la redefinición de tendencias políticas. Pero bajo el yugo de más de 950 medidas coercitivas ilegales y unilaterales, los desaciertos de un gobierno entran en el margen de error de lo posible, sobre todo si son apoyadas por una irracional y apátrida oposición y el asedio del el imperio más criminal que haya existido en la historia de la humanidad. Y en ese caso, ¿Quiénes merecerían el voto castigo? Porque si se tuviese una oposición que trabajara por el bienestar de la población, presentando y ejecutando proyectos productivos, para poder presentarse como alternativa de gobierno, el pueblo se vería con la posibilidad de escoger a quien considerara mejor. Pero, entre gobierno acorralado y oposición apátrida no hay para dónde correr. El gobierno se puede liberar del cerco, pero el apátrida jamás trabajará por un país que no ama. ¡O sea!
En el ámbito político el “voto castigo” se presenta como una herramienta de expresión para manifestar descontento con situaciones que consideran injustas, inadecuadas o perjudiciales. Sin embargo los actores políticos que critican y obstaculizan en exceso a un gobierno, también enfrentan su propia cuota de castigo, ya que a través de este mecanismo, los electores buscan enviar un mensaje a los actores responsables, presionándolos para que modifiquen sus comportamientos o políticas. Un ejemplo interesante es el caso de Venezuela. Cuando la oposición aliada a EEUU creó “Dólar Today”, llevaba 30 trimestres de crecimiento económico con uno de los salarios más altos de América. Para pulverizar el salario y crear descontento, creó el “bachaqueo”, contrabandeando hacia Colombia todo lo que se producía y así encarecer lo que se consumía; luego, pidió las sanciones. ¿La premiamos con nuestro voto? Decía Ayn Rand que “cada quien debe elegir mediante la razón qué valores quiere para su vida y los medios para alcanzarlos”. Pero en la oposición pudo más el odio que la razón.
Creo importante destacar que el voto castigo es un fenómeno complejo con diversas aristas. Aunque puede ser una herramienta valiosa para expresar descontento y promover cambios, es crucial utilizarlo de manera responsable y consciente. Se deben considerar todas las opciones y sopesar las posibles consecuencias de nuestras decisiones; a veces el remedio es peor que la enfermedad. Algunos alegan que el voto castigo tiende a ser impulsivo, motivado más por la ira o la frustración que por un análisis objetivo de las alternativas. Es humano cometer errores; lo importante es aprender de ellos y corregirnos en la medida de nuestras posibilidades. Averroes afirmaba que “la ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio y el odio lleva a la violencia”. La ira nos lleva a menudo a equivocarnos. Sin temor a equivocarme puedo decir que ya estamos cansados de lobos con piel de corderos y que “El vendedor de ilusiones” es una novela muy vieja. Ya no creemos en salvadores con varitas mágicas porque son los que siempre nos han fregado. Por eso, ¡pa’tras ni pá cogé impulso!
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