Es otra fiesta católica que celebra la derrota del mal tras la lamentable muerte de Jesús. Se realiza un jueves, hoy, justo 60 días después del Domingo de Resurrección.
Luis Carlucho Martín
Despidiendo la Semana Santa la tradición caraqueña siempre se ha preparado para el Corpus Christi o Cuerpo de Cristo, que es otra fiesta católica que celebra la derrota del mal tras la lamentable muerte de Jesús. Se realiza un jueves, hoy, justo 60 días después del Domingo de Resurrección.
Dice la costumbre que se trata de proclamar la fe para aumentarla en presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Sus orígenes se remontan a la Edad Media, cuando en 1208 la religiosa de Leija, Bélgica, Juliana de Cornillón, decidió celebrar una festividad en honor al Cuerpo y la Sangre de Cristo presente en la Eucaristía. Todo ello oficializado en 1240 cuando una Bula papal emitida por el Santísimo Urbano IV así lo decidió. Una leyenda francesa indica como génesis de esta tradición que Santa Marta venció a una enorme serpiente que sembraba el mal. Ese cúmulo de pasajes de la cultura universal, la creencia y la paganería dieron origen a Corpus Christi.
En Caracas la cosa se inicia a comienzos del siglo XVII, donde hubo que empezar con los sobrados (literalmente) de la fiesta de San Jorge. Las autoridades, españoles todos, indicaban que a Caracas le hacía falta estar en sintonía con los poderes divinos del Cielo, y qué mejor manera que venerando al Cuerpo de Cristo. Así, y ante la real escasez de recursos, se impusieron normas según las cuales, toda la ciudadanía ponía su grano de arena, y a veces ese grano debía ser de oro. Ordenaban limpiar y ornar las calles por donde pasaría la procesión. Como sucede en la actualidad cuando se anuncia la visita de un personaje relevante.
La procesión es encabezada por un dragón, seguido de unos gigantes cabezones y una seguidilla de diablillos horriblemente enmascarados. Así es el mal, una máscara, que supuestamente con la fe cristiana ha sido derrotada y por eso la festividad.
Muchas costumbres paganas: contorsiones, toques de tambor, idiomas ininteligibles, invocaciones al más allá y presencias nada divinas, que al final sucumben porque así lo dispone Dios. Una receta perfecta.
Esta fiesta, que arrancaba desde la propia Catedral, en 1758, fue objeto de suspensión oficial cuando los alcaldes Domingo Antonio de Tovar y Félix de Blanco Villegas, de un plumazo la arrancaron del folclor, ya que “los negros que personificaban a los diablitos” se aprovechaban de la falta de identidad que le brindaban los atuendos demoníacos para cometer fechorías. Erradicada esa práctica de Caracas, se mudó a otros sitios y hay quienes afirman que a partir de allí se fortalecieron los Diablos de Yare. Se registra un incidente durante la toma de posesión del presidente Rómulo Gallegos, quien debutó con orden de encarcelamiento a unos cuantos diablos sacrílegos, que luego fueron liberados y por allí andan jodiendo todavía. La fiesta continúa y es patrimonio de la Humanidad.
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