A 70 años de la muerte de Don Pedro Elías Gutiérrez, autor de la música de Alma Llanera…estas líneas van en recordación de su socio, compositor de la letra de esa icónica pieza, considerada por muchos, nuestro segundo himno
Luis Carlucho Martín
Así como se ha perdido –quizás por obligación– la costumbre de celebrar con un rumbón cualquier hecho, logro o situación, de acuerdo con el ánimo jocoso del venezolano, más aún se perdió aquella seña de acabar las fiestas con el toque del Alma Llanera, considerado nuestro segundo himno nacional.
Pues sí. Así mismo era. Otrora se daban esas mega fiestas, con su gente encendida, de goce y de tragos, cuyos efectos hacían imperceptibles los efectos del inexorable andar de las agujas del reloj, hasta que odiosamente sonaban las “gloriosas notas” de la excelsa composición del villacurano Rafael Bolívar Coronado, quien cada 31 de enero cumple años de fallecido. Este año se cumplieron 96…
Discotecas, salones de fiesta, clubes y casas de familia adoptaron por sustituir una despedida de borrachos con la entonación de “Yo nací en esta ribera…” –incluso de manera instrumental–. Y nunca faltaba un beodo impertinente que coreara a todo gañote, sin coordinación ni ritmo… “Soy hermano de la espuma y del sol”… esperando una señal de arrepentimiento por lo cual pedían en una suerte de corto dionisíaco “Otra, otra, otra”. Pero ¡qué va! Alma Llanera era chao, fuera de aquí, hasta mañana… aunque el sentido original –quizás hasta filosófico– de su autor, el periodista hijo del escritor costumbrista Rafael Bolívar y Emilia Coronado, nada tenía que ver con la intempestiva culminación rumbera sino con la exaltación de valores y bellezas naturales de Venezuela en general.
El niño nacido en Aragua el 6 de junio de 1884, de apenas seis años de edad, recién llegado a Caracas recibe educación en el Colegio San Agustín aunque retorna a Villa de Cura donde culmina su preparación primaria. Junto a sus padres recorre casi todo el país y ya con 18 años, como buen hijo de gato, ingresa a la intelectualidad caraqueña y deja huellas de su clase, de manera simultánea, en El Cojo Ilustrado por lapsos de tres a cuatro años en El Universal, El Nuevo Diario, la revista Atenas, El Tiempo, La Revista, además en El Luchador y hasta en la revista Horizontes del estado Bolívar.
Lo que jamás pudo haber imaginado este versátil escritor es que su zarzuela estrenada en Caracas el 19 de septiembre de 1914, acompañado con la música de don Pedro Elías Gutiérrez (muerto hace 70 años), en la que destaca un joropo del mismo nombre de la obra central, Alma Llanera, fuese a tener la trascendencia que logró en el historial y en el anecdotario criollo.
Recibió múltiples elogios y premios este destacado escritor y compositor, que además, no se sabe por qué gustaba de multiplicar sus producciones escudado en varios seudónimos: Daniel Mendoza, Luis Felipe Blanco Meaño, Mateo Montalvo de Jarana, Juan de Ocampo o F. Salcedo Ordóñez.
Por su producción en prosa en la página Corazón de El Nuevo Diario, recibe premio al primer lugar en 1916, año en el que parte a España a laborar bajo la dirección de Rufino Blanco Fombona en la Editorial América.
Un año más tarde, por su innegable talento piden su colaboración en la revista Cervantes de Madrid y entre 1921 y 1924 su firma deja constancia de calidad en el diario El Diluvio de Barcelona.
Y quién iba a imaginarse que a tan prolijo intelectual fuese una gripe –letal desde aquellos días– la que le viniera a marcar la nota final de su vida aquel día en el que, sin garzas, ni rosas, ni sol, escuchó el último compás de Alma Llanera.
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