« Nadie debería confiar en un grupo de personas que no rinden cuentas ante nadie.”
THOMAS PAINE
Luis Semprún Jurado
“Apagones van y apagones vienen, camaradas, ¿qué más se puede esperar de una oposición que no asume su barranco?”, decía Anacleto a manera de explicación. “No me cansaré de decirlo. Los cortesanos del imperialismo siguen siempre el guión que les imponen, al pie de la letra. Como el engaño de «las actas», que se demostró fue un intento de fraude, no les dio el resultado inmediato que esperaban, acudieron al ya conocido elemento del terrorismo que tanto daño nos causó en el pasado, como una supuesta «operación clandestina», porque ahora «actúan desde la clandestinidad» para dar la sensación de ser «perseguidos políticos». Los engaños, la clandestinidad y el terrorismo se entrelazan para crear un entorno de miedo y desconfianza, afectando tanto a las víctimas directas como a la sociedad en general. Se tiene que ser bien pendejo como para pensar que el gobierno no conoce el paradero de la Sayona y su títere. Que no los hayan querido apresar, por ahora, es otro cantar. Ojo, que a menudo utilizan la desinformación como una herramienta para sembrar el caos y la confusión, y la desinformación no solo se limita a las noticias falsas, sino que también incluye la propaganda y las narrativas distorsionadas que justifican actos de violencia. Luego de verificar las copias de las actas electorales que les correspondieron a los testigos electorales de TODOS los candidatos que participaron (menos las del títere que dijo tenerlas todas pero que no presentó) con las del CNE, la Sala Electoral determinó que el ganador del proceso electoral es Nicolás Maduro Moros, tal y como había anunciado ya el CNE. Esto provocó el inicio del terrorismo eléctrico ya conocido. Lo que no se esperaban fue la rápida detención en flagrancia de quienes, cumpliendo órdenes, lo llevaban a cabo sin importar las consecuencias; quizá pensaban que utilizando «tácticas clandestinas» podrían evitar su detección y captura, y podrían crear un aura de misterio y poder alrededor de ellos. ¡Bueno, ya están en chirona! Ah bueno… y para lo del Gurí, alguna experiencia del pasado fue de gran utilidad. Lo cierto es que sigue la PAZ siendo la soberana del país; sus planes fracasaron, así chillen y pataleen ante sus amos imperiales, y sus intentos de crear un «gobierno narniano» desde el exterior no serán exitosos teniendo en cuenta la desastrosa «experiencia Guaidó». Además ya se libraron boletas de detención contra la ventrílocua y su títere, por sus andanzas. No olviden que la única estructura que posee legitimidad para decidir sobre el uso de los territorios y de los recursos es el Estado y somos nosotros, eligiendo sus miembros a los que podemos exigirles lo debido. Decía Averroes que la ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio y el odio lleva a la violencia. Sin duda alguna las redes sociales se han convertido en un terreno fértil para el fraude y el engaño, y para que los estafadores atrapen víctimas. Como dice el refrán criollo: Si te engañan una vez puede ser por desconocimiento, pero si lo hacen dos veces es porque eres pendejo. A veces, pensando en la inmortalidad del cangrejo, recuerdo los tortuosos caminos de nuestra clase media y lo que decía Eric Hoffer: La gente que muerde la mano que los alimenta normalmente lame la bota que los patea. ¡O sea!”.
La realidad cotidiana de los engaños en las redes sociales nos da una visión general de su lado oscuro. Vivimos en la “era digital”, en lo que han convertido parte integral de nuestra vida cotidiana, ofreciendo una plataforma que debería ser para la comunicación, el entretenimiento y la información. Sin embargo, detrás de esta fachada brillante, existe un lado oscuro marcado por engaños y distorsiones de la realidad, y en él las redes pueden manipular nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos, convirtiendo a una manipuladora, esquizofrénica, arrogante, creída figurilla elitesca, mentirosa, llena de odio, amargura y resentimiento que la llevan a promover la violencia, que ha participado en todos los eventos anti-gobierno desde 1998 que Chávez ganó y asumió la presidencia, inhabilitada para cargos de elección popular por falsear datos en su declaración patrimonial, solicitante de golpes militares e invasiones extranjeras, apátrida y malinche, en una “heroína moderna”, “cerebro y corazón de la oposición en Venezuela”, “nuestra libertadora”. Allá los que les creen.
Debemos lograr una visión crítica y profunda del impacto de los engaños en las redes sociales, destacando la necesidad de una mayor conciencia y educación digital para navegar este complejo paisaje con mayor seguridad y autenticidad, por lo que se debe discutir sobre las implicaciones éticas y sociales de estos engaños y proponer posibles soluciones para mitigar sus efectos negativos. A través de ejemplos concretos, se debe analizar cómo los “influencers” y usuarios comunes utilizan técnicas como el uso de filtros, la edición de fotos y la creación de narrativas falsas, para proyectar una imagen idealizada, prácticas que no sólo afectan la autoestima y la salud mental de los usuarios, especialmente de los jóvenes, sino que también fomentan una cultura de comparación y competencia insalubre. Veamos, la realidad ha cambiado, pero la estrategia sigue siendo la misma: tenemos que sacar al dictador a como dé lugar. La Sayona sigue con su discurso insurreccional y rupturista. ¿Será su “hasta el final” el autoproclamarse presidenta? ¿Será una secuela tipo Guaidó 2.0? ¿Será reconocida?
Si analizamos el discurso utilizado últimamente por la Sayona vemos como jamás podrá explicar cómo pasó de desconocer las instituciones de gobierno y electorales a pedir al propio «régimen» que la habilite como candidata. ¿No y que desconocía al presidente? La Sayona conquistó el voto opositor haciéndose pasar por una «opción diferente» a la oposición tradicional, con la promesa de acabar con el chavismo y privatizar todo lo privatizable. ¿En qué se diferencia la Sayona actual de la vende patria que asumió la representación de Panamá ante la OEA para pedir la aplicación del TIAR a su propio país… o de la que te pide envíes tus hijos a los actos terroristas, como carne de cañón, mientras tiene a los suyos en el extranjero? Pero si buscas en las redes sociales, es una santa heroína que “tuvo que pasar a la clandestinidad”, desde donde dirige las acciones, debido al fracaso de su plan inicial, creando con ello un “aura de misterio y poder” a su alrededor. Pero la herida del fracaso no la calma el tiempo ni el alcohol, ni otro clavo. La herida sólo cicatriza cuando la entienda.
A través de las redes siguen tratando de aplicarle al venezolano un nuevo tipo de guerra: la «guerra cognitiva», un concepto emergente en el ámbito de la seguridad y la defensa que se refiere a la manipulación de la percepción y el pensamiento de las personas para influir en sus decisiones y comportamientos. La guerra cognitiva se enfoca en el control de la mente humana a diferencia de las formas tradicionales de guerra, que se centran en el control físico de territorios o recursos. El objetivo no es otro que la transformación de hombres y mujeres en seres alienados convertidos en “modernas quimeras” cual monstruos de la mitología antigua, que les obedecen sin chistar. ¡Qué le pueden importar las repercusiones sociales a quien se cree por encima de ellas! ¿Recuerdan su “que le echen bolas”? Ese reto suena a desesperanza y a desconocimiento. Decía John Burroughs: “Un hombre se puede equivocar muchas veces pero no se convierte en un fracaso hasta que empieza a culpar a otros por sus propios errores”. A buen entendedor, pocas palabras.
No se puede perder lo que no se tiene ni se puede cobrar lo que no se ha ganado. No sé por qué siempre termino recordando lo que dijo Heinlein, “Se puede influir en mil hombres apelando a sus prejuicios más rápidamente que convencer a uno mediante la lógica”, a pesar de conocer su orientación política. Pero ese pensamiento nos muestra una verdad indiscutible. Ni desde la “clandestinidad”, ni con engaños, ni con terrorismo tienen vida. Así que como las iguanas, o corren o se encaraman.
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