El doctor Jacinto Convit fue un científico cuyas investigaciones acuciosas hicieron posible el diseño de una vacuna para la cura de la lepra. Además, desarrolló, con un equipo de colaboradores del Instituto de Biomedicina, la vacuna contra la leishmaniasis cutánea. También hizo importantes aportes en el conocimiento de enfermedades infecciosas, como la Oncocercosis y Micosis profundas, y otros aportes
Luis Carlucho Martín
La Pastora, tristemente célebre como locación del fatal accidente automovilístico que arrebató la vida a nuestro santo criollo, el dr José Gregorio Hernández, desde hace 111 años debe ser celebrada –en compensación con la vida y la cotidianidad científica caraqueña, venezolana y mundial– como la cuna de quien años más tarde sería reconocido como uno de los médicos más importantes de la modernidad universal, el dr Jacinto Convit, padre de la vacuna contra la lepra, nacido el 11 de septiembre de 1913, reconocido desde 2002 Héroe de la Salud Pública de Las Américas.
En esa Caracas de los días gomecistas dio sus primeros pasos aquel muchacho que por su arrojo y empeño de superación decidió estudiar medicina y seguir sus investigaciones en pro del mundo, por lo que en 1938 egresa de la Universidad Central de Venezuela como doctor en ciencias médicas.
Seguidamente viaja a Estados Unidos donde se especializa en dermatología y comienza a afanarse para tratar de amainar los catastróficos efectos que en aquella época estaba causando la lepra. Contra esa terrible patología desarrolló una efectiva vacuna.
“Además desarrolló, con un equipo de colaboradores del Instituto de Biomedicina, la vacuna contra la leishmaniasis cutánea. También hizo importantes aportes en el conocimiento de enfermedades infecciosas, como la Oncocercosis y Micosis profundas”, rezan varios sitios a los que nos lleva Google al consultar acerca de tan ilustre científico criollo.
Convit, sin dudas, fue un médico distinto, nada común. Por encima del lote. Siempre compartió consultorio con laboratorio en la búsqueda de nuevas y efectivas soluciones en aras de la salud pública.
Por ello, en 1968 asume la presidencia de la Asociación Internacional de la Lepra y reelecto en 1973 por autoridades de la Organización Mundial de La Salud, OMS, mismos que en 1971 lo habían encargado como director del Centro Cooperativo para el estudio Histológico y Clasificación de la Lepra, donde se desempeñó con decidido éxito hasta poco antes de su muerte el 12 de mayo de 2014, recién cumplido un siglo de su nacimiento.
Por su incansable acción investigativa llega a presidir la International Journal of Leprosy Corporation y en 1976 fue electo director del Centro Panamericano de Investigación y Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales.
En 1980, ingresa en la Academia Nacional de Medicina de Venezuela y ese mismo año recibe el Premio Nacional de Ciencias en la especialidad de medicina por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT).
“En 1987 recibió el Premio Princesa de Asturias en su mención científica y técnica, galardón concebido por el reino de España a las personas e instituciones iberoamericanas que han hecho significativos aportes en beneficio de la humanidad”, agregan varios sitios web acerca del genio pastoreño.
Fue reconocido, además, con los premios Caballero de la Legión de Honor, Abraham Horwitz Award (1989), Premio México de Ciencia y Tecnología (1990), TWAS Prize for Medical Sciences (2006), entre otros. A pesar de que el Nobel le fue esquivo en su nominación de 1988, Convit aseveró: “No me quita el sueño ganar el Premio Nóbel de la Paz, pero sí hallar la cura para el cáncer”, sentenció en alguna oportunidad el incansable científico.
Ciudadano ejemplar de La Pastora, Caracas, Venezuela, para el mundo.
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