Con las oraciones de su pueblo y al compás de las gaitas de Los Chiquinquireños, La Chinita bajó poco a poco en su tobogán hasta anclarse en la Plazoleta que lleva su nombre y custodiada por los Servidores de María nos trajo más amor y nos dio más esperanzas.
Hebert Colina M.
La frase de aquella gaita cantada por «El Monumental Ricardo Aguirre»: «Un pueblo noble y creyente fe reclama» se hace cada año más vigente.
Cada vez que nuestra Madre Celestial, la Vírgen del Rosario de Chiquinqquirá, baja de su altar para reencontrarse con su feligresía es el mayor acontecimiento social, político, cultural y religioso en el Zulia y todos, sin excepción, zulianos o no, se postran de rodillas ante la Patrona que viene a acompañarnos y a darnos mayores esperanzas en este mundo tan convulso.
Y era de esperarse, pues este sábado 26 de octubre la Basílica de San Juan de Dios, que alberga a la Madre de Dios, y sus alrededores se plenaron para verla bajar y venerarla, implorarle y amarla aún más como muestra de Fe Mariana y amor por su presencia entre nosotros.
La misa en homenaje a nuestra Patrona fue oficiada y presidida por Monseñor Enrique Pérez, Obispo de Maturín, acompañado de autoridades eclesiásticas del Zulia para pedir una vez más por los zulianos, por la humanidad, la paz del mundo y la Misericordia de Dios.
Y con las oraciones de su pueblo y al compás del conjunto de gaitas Los Chiquinquireños, La Chinita bajó poco a poco en su tobogán hasta anclarse en la Plazoleta que lleva su nombre y custodiada por los Servidores de María nos trajo más amor y nos dio más esperanzas.
Entonces el cielo se iluminó y la alegría se manifestó a gritos…
La Bajada de la Vírgen es el día más feliz para los zulianos en el inicio de las festividades en su honor y una vez con su pueblo recorrerá sectores de su parroquia, acontecimiento que alcanzará su clímax el próximo 18 de noviembre, fecha en la que hace más de 300 años llegó hasta nosotros desde otras tierras a través del Lago, y se presentó ante María de Cárdenas iluminando con imponentes destellos de luz su humilde vivienda y se entronizó en La Tablita hasta el día de hoy.
¡Salve Reina, Madre Celestial!
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