El hablar cotidiano denota costumbres que nos identifican en cualquier parte
Luis Carlucho Martín
No hay peor tarea que la que no se intenta; por eso trataremos de complacer una muy peculiar petición que nos pareció más sabrosa que una reina pepiada: escribir algo sobre dichos y refranes en busca de realzar costumbres y tradiciones de la caraqueñidad y de la venezolanidad en general. Y aquí voy con este palo cochinero.
Arrojar la primera piedra
Como hay muy pocos libres de pecados lanzaremos esta primera piedra según la cual Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra.
Sí, cómo no, repicó Ponchao que se vino a la capital a enriquecer el acervo capitalino. Estos caraqueñitos no vuelan porque hay muchos cables. Creen que tienen a Dios agarrao por la chiva, dijo, chillando más que un camión de cochinos.
El capitalino alzao le hizo saber que águila no caza mosca. Mientras el otro le recordó que a cada cochino le llega su sábado.
Primero fue sábado que domingo, dijo el caraqueño, tornándose más peligroso que tiroteo en ascensor. Ponchao, que estaba más perdido que el hijo de Lindbergh, le recordó que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
A caballo regalao
Entre dimes y diretes, la conciliadora prima Martha (con t-h) se acordó que a barriga llena corazón contento, por eso les propuso una cena pacificadora.
Les adelantaron un menú de mal gusto en ese sitio donde venden a precio de gallina flaca. Ante el lógico reclamo el mesero les dijo: tarde piaste pajarito pero los compensó con un rico postre, porque a nadie le amarga el dulce.
Las cosas se calmaron un poco porque mapurite sabe a quién pea, muerto sabe a quién le sale y borracho sabe dónde bebe… Pa’ arriba, pa’ abajo, pal centro y pa’ dentro, dijo un beodo que pasaba por ese cuchitril al tiempo que se echaba un guamazo; claro de cocuy porque la masa no está pa’ bollos.
Epa, no te pegues que no es bolero, le dijo el picao caraqueño. Y empezó otra vez el tira y encoge porque la culebra se mata por la cabeza.
Cachicamo diciéndole a morrocoy conchúo, respondió el dionisíaco personaje, quien casi se queda sin el chivo y sin el mecate porque la cosa se apretó más que tuerca de submarino. Pero como mano segura no se tranca el tipo le siguió la corriente, y resultó muy habilidoso con su “jalada” de mecate, porque aunque estaba más enredao que un kilo de estopa convenció al otro pa que le fiara otra rondalla, algo que parecía más difícil que matar un burro a pellizcos, porque ese tipo es más duro que sancocho de pato… Y como decía Carlitos González, fiao hasta las Torres del Silencio.
Marthica sondeó si les había gustado la cena, y aunque la cabra siempre tira pal monte, le llovieron las respuestas: A caballo regalao no se le mira el colmillo. De mosquito pa’ arriba todo es cacería. Mejor pal perro si la perra es chuta, remató, con síntomas de embriaguez, el coleado, quien estaba a punto de llamar a Hugo, porque cuando el río suena es porque piedras trae.
En el país de los ciegos…
Al belicoso, que se cree el papá de los helados, le hicieron ver que el que mucho abarca poco aprieta y aunque el que a hierro mata no puede morir a sombrerazos, su futuro puede mejorar, porque en el camino se enderezan las cargas. Por su creencia de que a palabras necias oídos sordos no entendió la enmienda y reafirmó que en el país de los ciegos el tuerto es el Rey.
Compay, ese cocuy no deja mal a nadie. El buscapleitos lo increpó: dime de que presumes y te diré de qué careces, mira que donde pongo el ojo pongo la bala, y amenazante le alertó que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde (o hasta que se hace un perfil 20, jajaja).
Este cuento, más largo que despedida de borrachos (o peo de culebra), enfrenta al convencido de que quien madruga recoge agua cla…
El Pepazo