Danilo Vergara
Los maracaiberos parecen estar predestinados a aguantar la anarquía, abusos y arbitrariedades de los vendedores de agua potable a través de los camionos cisternas en la capital zuliana, quienes desangran al pueblo con la venta del preciado líquido.
«Yo he querido pagar con un paquete de harina o de arroz, pero no lo aceptan», dijo la señora Josefina Castellano.
Los precios del vital líquido varían de acuerdo a la zona donde se expenda el agua: una pipa puede costar dólar y medio o su equivalente, 12 bolívares, sin derecho a pataleo o justo reclamo. Además, que el pago tiene que hacerse en físico combinando la divisa estadounidenses y el bolívar digital, en efectivo. No permiten tranferencias y la entrega de productos. En la zona norte es mucho más costoso.
Es que es un verdadero Vía Crucis lo que viven a diario las personas para surtirse del agua, y hay sectores qué tienen que esperar cuatro, tres y hasta dos semanas para recibir el agua por tubería.
Sin embargo, existen comunidades en Maracaibo qué tienen meses y hasta años sin ver salir salir agua por sus grifos.
Estos casos están marcados, por lo general, por la manipulación de válvulas, práctica que hacen ex trabajadores de Hidrolago en combinación directa con los dueños de camiones cisterna para reventarle con sus elevados precios el bolsillo a los maracaiberos en general.
Y pensar, que ellos (los dueños de cisterna), cuándo van a los llenaderos como el caso de Planta C, también conocida cómo Planta «Alonso de Ojeda», surten sus camiones con 40 bolívares digitales, el equivalente a 5 dólares.
Allí es cuando desde el parlamento municipal se debe legislar para fijar los precios del agua y poder regularizar, supervisar y monitorear y acabar la especulación constantemente por este servicio a través de una ordenanza.
Los ciudadanos de Maracaibo piden a gritos a los cuatro vientos y en los cuatro puntos cardinales soluciones al Concejo Municipal que sigue teniendo la última palabra.
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El Pepazo