Leonardo Núñez Martínez
El manatí es un mamífero habitante de la costa caribeña, del río Orinoco y el Lago de Maracaibo. Por lo grande, pesado, carente de miembros posteriores pero armado con una aleta aplanada que le sirve para nadar, es simplemente inconfundible. Una fuerte y enorme bemba le permite desprender la vegetación acuática cuando no consigue peces que comer. Cualquiera diría que por su tamaño, está «vaca marina» es invulnerable, no obstante ser codiciada por su carne, cuero y huesos.
La cacería ha venido diezmando la población de manatíes que en el pasado reciente existía en Venezuela. La contaminación de las aguas, la eliminación de manglares y humedales y la construcción de diques y represas han venido destruyendo su hábitat natural. He sabido de manatíes en el manglar de Las Yaguazas en la Costa Oriental del Lago, en las áreas permanentemente inundadas del Parque Nacional Ciénagas de Juan Manuel y he escuchado a pescadores hablar de ellos.
Precisamente, se dice de los manatíes que tienen una gran debilidad: Su «inocencia». No son tan juguetones como los delfines pero son capturados fácilmente por las redes de pescar y cautivados por el ruido de motores fuera de borda a los cuales se acercan con sus 400 kilos o más, sin malicia alguna. No pueden zafarse de aquellas trampas ni se libran del poder seductor del sonido de motores que con sus aspas terminan destrozándolos.
Los enemigos de la Patria venezolana son unos «vivos» que miden o evalúan todo el tiempo la vigilancia que hacemos de nuestras fronteras y aprovechan cualquier descuido para penetrarlas y vulnerar nuestra soberanía. Se despliegan frente a ellas utilizando todo tipo de «mañas». Pueden entretenernos y cautivarnos con su silencio mientras montan trampas para dar el zarpazo e invadir el territorio nacional.
Nuestros enemigos en el extranjero conocen las debilidades de muchos oficiales y tropas apostados en las zonas fronterizas. Saben el precio que éstos tienen y para quienes la Patria no significa absolutamente nada.
No seamos desprevenidos, no caigamos en «la inocencia del manatí», que confiado en su tamaño y peso, sin embargo es atrapado con un muy pequeño esfuerzo por sus captores, carentes éstos sí, como lo están los enemigos del país, de toda «inocencia».
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
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El Pepazo