El boxeador santandereano falleció en Barranquilla, tras permanecer en coma por cinco días.
Flor Díaz Ospino
@Fdiazos
Nació en tierra no habitual de boxeadores, por eso despertaba interés en el Caribe cada vez que se subía al cuadrilátero. “Su forma de pelear es diferente, veía en el ‘ring’ a un ‘pelao’ humilde y eso poco se ve ya”, aseguró Sugar Baby Rojas, campeón mundial barranquillero y quien estuvo presente en la velada realizada en el coliseo Elías Chegwin, la noche del sábado 23 de septiembre, cuando Luis Andrés Quiñones Guzmán se desplomó en el ‘ring’ para nunca más levantarse.
El boxeador, de 25 años, perdió el combate más importante de su vida. Su cuerpo no resistió las secuelas del hematoma subdural y las áreas de isquemia en el hemisferio cerebral izquierdo con las que llegó a la clínica, producto de los golpes de la pelea de esa noche, o incluso, de otros que recibió en el pasado y que salieron a relucir tiempo después.
«La disciplina te lleva a cosas que nunca imaginas», escribió en su Instagram. Foto:
Tomada de su Instagram: l_quinones1206.
Le hacían bullying
A Barranquilla arribó a los 20 años con una sola meta: ser campeón mundial de boxeo. El destino lo trajo a este puerto buscando el apoyo necesario para lograr su sueño, ese que se empecinó en seguir producto del ‘bullying’ del que fue víctima en su natal Barrancabermeja (Santander).
“En el colegio le hacían mucho ‘bullying’. Los compañeros le pegaban ‘coscorrones’ y le hacían daño. Desde ahí tomó la decisión de aprender a boxear para que no lo siguieran molestando”, dijo Mayra Alejandra Quiñones, hermana del púgil.
Primero se dedicó al taekwondo, disciplina que practicó en Bucaramanga, pero escrito estaba su nombre para el deporte de las narices chatas.
“Decía que quería aprender a boxear para defenderse de quienes se burlaban de él”, recordó otro pariente.
Su familia nunca estuvo de acuerdo con que Luis se dedicara a ‘los puños’. “No queríamos que él se metiera a este deporte, porque sabíamos todos los riesgos que eso significaba, pero no pudimos sacarle esa idea de la mente”, afirmó Mayra.
En Barranquilla encontró el apoyo
En la capital del Atlántico encontró el apoyo incondicional de Miguel ‘el Ñato’ Guzmán, a quien había contactado a través de redes sociales, cuenta el mismo entrenador.
Había muchas esperanzas con él, porque era de los boxeadores disciplinados.
Así como a la mayoría de deportistas en Colombia, Luis Andrés tuvo que sortear varios obstáculos en la lucha por conseguir su meta. Le tocó dormir durante casi un año en el mismo gimnasio donde entrenaba y su alimentación corría por cuenta de Guzmán, quien siempre creyó y le apostó a su talento.
“Le di de lo poquito que pude, lo ayudaba con los zapatos, con lo que hiciera falta. Luego, a medida que iba peleando, lo iban conociendo y me lo llamaban para que perdiera, pero siempre ganaba, y yo le decía: ‘te llaman para perder, pero eres tan bueno que ganas’ ”, aseguró ‘el Ñato’.
El entrenador, que ha preparado a otros talentos nacionales, dijo que Luis siempre fue “un muchacho humilde. Había muchas esperanzas con él, porque era de los boxeadores disciplinados. Estaba esperando una oportunidad de título nacional hace rato”, cuenta.
‘El Guerrero’
«El boxeo es el último desafío, no hay nada que se pueda comparar a él. Es probarte a ti mismo la forma que lo haces cada vez que subes al ring», escribió en su cuenta de Instagram en alguna ocasión.
Su empresario, John Hernández, contó que hace muy poco Quiñones le confesó que quería empezar a darse a conocer en el mundo del boxeo con el apodo de ‘El Guerrero’.
Tomó la decisión de aprender a boxear para que no lo siguieran molestando.
“Desde muy pequeño se le llamaba ‘Pantallita’, y de un tiempo para acá nos pedía que lo llamáramos ‘El Guerrero’ Quiñones. Ya estábamos en esa transición del cambio”, expresó Hernández.
Quiñones llegó al combate frente a José Muñoz con un invicto de 10–0. El coraje con el que se subía al ‘ring’ le dejaba ver a sí mismo y a quienes lo ‘matonearon’ el calibre del que estaba hecho.
Se fue, sin duda, siendo un ‘guerrero’, como le gustaba que le dijeran. Batalló contra la muerte por una semana, pero esa pelea contra el caprichoso destino no estaba para ganarla.
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El Pepazo/El Tiempo