El sujeto admitió por escrito todos los actos que cometió con ellas, como tortura y violación.
La historia del ‘monstruo de Cleveland’, como se le conoció a Ariel Castro, es, para muchas personas, una de las narrativas más escabrosas que se hayan contado alguna vez en los Estados Unidos.
¿Quién era Ariel Castro?
Ariel Castro era un ciudadano puertorriqueño, nacido en el año 1961. Era esposo de Grimilda Figueroa y padre de tres hijos: Anthony, Ariel y Arlene, quienes sufrían todo tipo de maltratos físicos y psicológicos.
La familia, con el objetivo de cumplir el ‘sueño americano’, zarpó desde la isla caribeña rumbo a los Estados Unidos para así comenzar con una nueva vida, cosa que cumplió al establecerse en Cleveland, en el estado de Ohio.
Su exmujer aseguró ante medios estadounidenses que los golpes y las humillaciones que ella y sus hijos recibían de su parte eran el pan de cada día; incluso después de su divorcio en el año 1996, pues los maltratos tienen data hasta el año 2005.
Paradójicamente, el hombre tenía la reputación de ser alguien trabajador y servicial en su comunidad, pues se dejaba ver como un tipo gracioso, agradable y feliz.
Ariel se ganaba la vida como conductor de bus escolar, oficio que ejerció durante 22 años; hasta que fue despedido por comportamientos agresivos. A partir de ese hecho, sus cercanos empezaron a atar cabos sueltos frente a su misterioso estilo de vida.
El depredador
Año 2002. Su primer secuestro lo hizo efectivo con Michelle Knight, a quien se le acercó luego de que ella saliera de la casa de un familiar para dirigirse a unos juzgados, pues iba a pelear la custodia de su hijo.
Ariel, en una camioneta de color rojo (típica escena de película de suspenso made in Hollywood), le ofreció un aventón hacia su destino. Michelle aceptó la propuesta de Castro, al parecer, sin sospechar nada malo sobre el desconocido. Grave error.
Caso parecido fue con Amanda Berry un año después, quien estaba a un día de cumplir 17 años. El hombre la raptó luego de que la adolescente saliera de trabajar de un Burger King de la ciudad. Castro le comentó que era el padre de un compañero suyo y le ofreció llevarla a su hogar. Todo era una evidente mentira.
Ya en 2004, logró secuestrar a Gina DeJesus. En ese momento, la joven tenía 14 años y era amiga de su hija, Arlene. El hombre le prometió llevarla a casa de su familiar para que la visitara, pero la terminó llevando a otra residencia, pues él ya no vivía con su familia.
Ya con tres mujeres secuestradas, Castro procedió a encerrarlas en el sótano y separarlas en diferentes ‘habitaciones’ que había allí, con tal de asegurarse de que no escaparan.
Maltrato tras maltrato, tras maltrato…
Bajo la custodia de Castro, Michelle, Amanda y Gina sufrieron toda clase de violencias de su parte: poca comida e inhibición; así como comentarios soeces, humillaciones, golpes, torturas, violaciones y amenazas de muerte.
“Estaban presas en sus calabozos, atadas con cadenas. Era como una sala de tortura sexual en la que este tipo hacía realidad sus más enfermas fantasías”, explicó uno de los agentes encargados de la investigación.
Los maltratos podían repetirse varias veces a lo largo de cada día de los 10 años que estuvieron en su cautiverio, pues era evidente que Ariel disfrutaba mucho lo que les hacía constantemente (cosa que se encargaría de confesar en su juicio).
Una de las costumbres del hombre era jugar con la escasa comida de ellas, ya que según los investigadores, «le daba comida a una de ellas y obligaba a las otras dos, que llevaban tiempo sin probar bocado, a contemplar cómo se la comía”.
Sin embargo, las veces que las secuestradas pudieron comer mientras estaban bajo su yugo no se comparan con la cantidad de veces que fueron violadas de forma diaria y habitual.
Amanda, en el momento de su rescate por la Policía, recordó que en los primeros días de su secuestro Ariel le preguntó si necesitaba algo, a lo que ella le respondió que quería una libreta y un lápiz para dibujar. En realidad, esa libreta la utilizó para tener un conteo de cuantas veces al día era abusada sexualmente por parte de su secuestrador. Hubo registros de hasta cinco ultrajes en una misma jornada.
“Sabía que eventualmente sería liberada. Quería que mi familia supiera por lo que pasé, lo horrible que fue. Deseaba que (Castro) rindiera cuentas por ello”, recordó.
Amanda también confesó que resultó embarazada producto de una de las violaciones, por lo que Ariel no tuvo piedad con ella: “Comencé a tener dolores de parto durante todo el día, pero no sabía qué era. Tuve que ir al baño y escuché que algo se rompió pero no sabía qué era. Él dijo: ‘Creo que se te rompió la fuente’. Así que me llevó arriba a mi habitación y me trajo una piscina infantil (de plástico). Tuve que estar ahí hasta que di a luz porque no quería que ensuciara la cama”.
Ella, por su parte, fue la que más sufrió en cuanto a golpizas se refiere. La primera secuestrada por Castro aseguró que sufrió cinco abortos provocados por las trillas que le propinaba su captor: “Saltó una y otra vez, con los dos pies juntos, sobre mi barriga. En ese momento pensé que iba a morir”.
Gina tampoco se salvó de los ultrajes de Ariel, pues además de las violaciones, las palizas que recibió fueron tan graves, que resultaron en desfiguraciones en su rostro, lo que dificultó su reconocimiento por parte de la Policía al momento de ser liberada.
‘El diablo se encargará de mí’
El día 6 de mayo de 2013, luego de alrededor de una década en el infierno, el trío de secuestradas lograron ser rescatadas por la Policía de Cleveland. Las tres ya estaban determinadas de salir de su secuestro de una vez por todas.
Amanda relató que vio la oportunidad de pedir ayuda a quien fuera, mientras que su captor estaba fuera de casa: “Intenté abrir la puerta, esa puerta verde, y estaba el candado, pero había un hueco justo por el que me cabía el brazo y empecé a agitarlo como loca gritando: ‘¡Que alguien me ayude por favor!’”.
Afortunadamente, estaba cerca un vecino de la zona, llamado Charles Ramsey, quien ante los llamados de auxilio llamó a la Policía.
“Me secuestraron, he estado desaparecida por diez años y estoy aquí”, dijo Amanda en ese momento, cuando el vecino se acercó con el teléfono para que ella hablara con los oficiales.
Finalmente, las autoridades llegaron al lugar de los hechos y lograron que Amanda, Michelle y Gina pudieran volver a ver la luz del día luego de diez largos años de un cautiverio violento y traumático.
La Policía, muy inteligente, decidió esperar a Ariel Castro en su domicilio en vez de ir a buscarlo, pues así sería más fácil hacer la captura. Tenían razón. Recibieron al secuestrador como si una fiesta sorpresa se hubiera tratado, pero mientras llegaba, se encargaron de reunir pruebas en su contra.
Algunos de los objetos recuperados eran cartas escritas por el propio Ariel, en las que registraba y admitía todas las perversidades que cometió con sus secuestradas, así como una especie de ‘autocrítica’, confesando que era “un depredador sexual que necesitaba ayuda”.
“Mi adicción a la pornografía y mis problemas sexuales me han afectado mentalmente. Yo fui una víctima de abusos de niño y eso ha ido a más. No soy un monstruo. Estoy enfermo. Creo que yo soy también una víctima”, confesó Castro en una de sus audiencias.
El ‘monstruo de Cleveland’ fue llevado a Correccional Oriente de Ohio, bajo protección especial, pues tenía una celda para él solo y los guardias carcelarios tenían turnos de 30 minutos para vigilarlo.
Sin embargo, esta medida de aseguramiento solo duró un mes, pues Ariel Castro terminó por quitarse la vida ahorcándose con una cobija. “Quiero acabar con mi vida y que sea el diablo quien se encargue de mí”, escribió en una de las cartas encontradas por la Policía en su casa.
Mientras tanto, Amanda, Michelle y Gina tuvieron una etapa de recuperación severa, pues fueron intervenidas psiquiátricamente ante el cuadro de ansiedad y depresión que su captor se encargó de construir en ellas durante una década entera, además de una estricta dieta para salir del estado de desnutrición severa en el que se encontraban.
Gina DeJesus y Amanda Berry se encargaron de inmortalizar sus memorias en un libro llamado ‘Esperanza: Una memoria de supervivencia en Cleveland’, además de conceder entrevistas para distintos medios de su país y el mundo.
El Pepazo/El Tiempo