Exhibición histórica. En un recital de autoridad, remate y atrevimiento, la selección española consigue la mayor goleada mundialista de su historia ante un rival al que aplasta desde el inicio
España encontró un oasis en el Mundial de los petardazos. Con un partido impecable, pleno de personalidad y acierto ante la portería, la selección llama a la alfombra roja del campeonato con la mayor goleada española en un Mundial. Con el descaro por bandera España espantó los fantasmas de los debuts. La cara de Messi fue un aviso. La de Neuer, otro. La primera misión está cumplida. No hubo un lunar en un estreno de exposición. A ver quién es el listo que templa ahora la euforia.
En un ambiente festivo, el confeti tuvo muchos protagonistas. Los goles se repartieron entre el alumnado. Hubo para todos ante una Costa Rica que pronto vio que iba a pasar una noche sin la pulsera de las atracciones mundialistas. Mirarse donde mirase había un español con el balón.
Desde la foto Luis Enrique envió varios mensajes. Uno, que se fía de Rodrigo para el puesto de central. Ha pasado de ser el relevo natural de Busquets al relevo antinatural de Eric García y Pau Torres. El poderoso futbolista del City podría haber utilizado zapatos de charol ante unos rivales desaparecidos en la tierra de la pura vida. Otra misiva del seleccionador es que Asensio se ha ganado el puesto.
El libro de los inicios
La selección tiró por el barranco el libro de los horrores de sus principios en los Mundiales. En ese catálogo habitan desde un cerrojazo hondureño en Mestalla a un cabezazo de Van Persie o una zorrería de Hansi Krankl. Esto no sonaba de nada a una generación de redes sociales abrigada por algunos veteranos.
En esa vieja guardia está Busquets, guardia de tráfico de un partido que podría haber disputado con bombín. También reside en esa correa generacional Jordi Alba, un lateral medio-extremo. En el otro extremo del calendario están Pedri y Gavi, una pareja con la cara de ‘Verano azul’ y el atrevimiento de unos marines.
Se presupone que en los estrenos las tibias pesan medio kilo más y en la cabeza se alborotan las sensaciones. Algo de eso saben Argentina y Alemania. Nada de eso nubló el fútbol de España, autoritaria e inspirada desde el inicio. El primero en desatar nervios fue Pedri, vestido de Laudrup, para el que no existía el hueco imposible. Antes de que Keylor hablara con los santeros entregó un balón con brillantina a Dani Olmo para que diera el primer susto.
En plena avalancha un balón suelto en el área tras envío de Gavi lo cazó Dani Olmo, que se limpió la bota con el balón picado sobre Keylor Navas. Costa Rica no conocía el material del balón, secuestrado por España, una especialidad sobre la que Busquets puede escribir una enciclopedia.
Festival de goles
Funcionaba todo en la selección española, desde la presión al toque, desde la profundidad al remate. El rondo iba acompañado de dinamita. No había un futbolista quieto en España. Asensio, con el atrevimiento en las espinilleras, ha encontrado en el otoño un motivo de felicidad. No hay rastro del futbolista transparente de otras épocas. Con esa zurda llegará donde le dé la gana.
La tormenta continuó con un pase de Jordi Alba a la zurda de Asensio, una copia de la que el lateral hacía con Messi. Keylor tampoco puso la mano dura al remate del balear. El suplicio costarricense de la primera parte también dejaba hueco a un penalti de pardillo de Duarte a Alba que transformó Ferran Torres. Desde 1934, contra Brasil, España no metía tres goles en la primera parte de una cita mundial.
Luis Enrique tuvo tiempo para dar reposo a los más señalados por el calendario. Ferran, Gavi, Soler y Morata volvieron a retratar a Costa Rica, un rival que hace imposible calibrar dónde está el límite de España. Siete goles que sonaron a gloria lanzan un aviso al envoltorio del Mundial. Que le pregunten a los argentinos y los alemanes si el inicio es importante en un Mundial.
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El Pepazo/Marca