Brasil irrumpió en cuartos de final gritando su candidatura a la sexta corona mundial de su historia. La Seleçao liquidó a Corea del Sur en el cruce de octavos más desequilibrado de todos los que se han dado en Qatar, un partido que confirma el favoritismo del grupo de Tite, por encima incluso de potencial casi infinito de la Francia de Mbappé.
Pero es que este Brasil tiene mucha tela. Volvió Neymar tras su esguince y no fue el mejor de un equipo coral en el que todos aportaron. El primero, un Vinicius que sumó a su buena cuenta de grandes partidos con el Real Madrid su primera exhibición de amarillo. Definición de maestro jedi para abrir el grifo y pase de exterior a Paquetá para el cuarto en apenas 36 minutos, una orgía que recordó a los mejores años de la larga saga de leyendas brasileñas, de Romario a Carlos Alberto, de Zico a Ronaldo, de Gerson a Roberto Carlos, de Ronaldinho a Pelé. ‘O Rei’ debió pasarlo en grande viendo el partido desde el hospital, sabedor de que el legado eterno de la Canarinha sigue vigente.
Todo funcionó en Brasil tras el patinazo ante Camerún que afeó su trayecto en Qatar. La versión B de Tite seguramente no mereció irse de vacío ante los africanos, pero el plan principal volvió a ser inabordable para el rival de turno, en este caso una Corea del Sur impotente para taponar las infinitas vías de agua abiertas en sus líneas de contención por el talento brasileño. Vini y Raphinha por las bandas, Ney en la media punta, Richarlison como ariete, las llegadas de segunda línea de Casemiro y Paquetá… Hasta Thiago Silva, un central de toda la vida, se permitió un pase al espacio que hubieran firmado Messi, Griezmann o De Bruyne en la jugada del 3-0. Fue tan simple y tan perfecto que hasta Tite se arrancó con un bailecito.
Brasil se permitió el lujo de sestear durante casi una hora. Permitió a los asiáticos acercarse a su área, pero Alisson les negó en gol con hasta tres paradas de enorme mérito, como para recordar que, si los títulos se ganan en las dos áreas, la pentacampeona también va servida de medio campo hacia atrás. Sólo el zurdazo de Paik le hizo doblar la espalda.
En el otro lado de la cancha lo intentaba Raphinha, seguramente el eslabón más débil de la ofensiva amarilla, lo que da una idea del arsenal que gasta Tite. Un paseo hacia cuartos de final, con escaso desgaste, alegría, bailes, lujos y goles hermosos. Digno de los herederos de Pelé.
El Pepazo/Marca