Leonardo Núñez Martínez
Cuando carajitos, ser independientes, mandarnos sólos, realengos, sin control, con voluntad y vida propias, sin relación ni sometimiento alguno, hacer lo que quisiéramos y andar sin límites, era vivir «absolutos».
Quienes tenían la responsabilidad en el manejo de un yucal, un galpón de pollos, una cochinera o un potrero y lo hacían con independencia, sin conexión y según sus exclusivos criterios, actuaban de manera «absoluta». Las semillas germinaban naturalmente donde encontraban un suelo apropiado y los animales silvestres escogían su hábitat y nada ni nadie los llevaba.
Salir y regresar al «rancho» a cualquier hora, andar con quien sea y no escuchar consejos ni aceptar órdenes de nuestros viejos y de nadie, era tener una vida dé «absolutos». Jugar pelota sin dejarse llevar por las orientaciones del capitán o mánager del equipo significaba cubrir, batear, pitchar o correr las bases de modo «absoluto».
Pero, ¿acáso el precio de los alimentos y servicios, el valor del dólar, lo que nos pagan por trabajar y lo que entendemos por prosperidad económica se establecen, suben o bajan independientemente de
los actores que rectorizan la economía?. ¿Acáso estas variables económicas tienen vida propia como el viento, la lluvia o el sol que existen por sí mismos, es decir, «absolutos»?.
Resulta evidente que, ni los precios se elevan por sí solos, la moneda no se devalúa o encarece si no es manipulada, los salarios no se estancan por propio destino ni la prosperidad es un concepto unívoco.
Cuando muchachos, por error e inocencia pretendíamos andar «absolutos». Yá grandes o yendo «pa viejos», hemos visto que son pocas las cosas que andan realengas.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
El Pepazo