León Magno Montiel
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A comienzos de la década de los 60, Machiques de Perijá era una tierra portentosamente fértil, de espesos bosques húmedos y ríos caudalosos, de aguas ferrosas con rocas milenarias en sus vados. El verdor y la exuberancia de su flora, unida a su asombrosa fauna, la pusieron en el mapa de Venezuela como una potencia agropecuaria, como un reino de la biodiversidad.
En los años 40, tres valientes pioneros nacidos en esas serranías, realizaron un arriesgado viaje desde Machiques hasta la ciudad del automóvil, Detroit, a orillas de los grandes lagos en los Estados Unidos. Esa larga travesía la realizaron a bordo de Ford T, recorrieron toda la América Central, un evento que le dio resonancia en los diarios de la época a ese terruño ubicado en el extremo occidente venezolano, fue la llamada “Jira de Machiques a Detroit”.
El compositor Víctor Hugo Márquez, hijo del pionero Mingo Márquez, relata ese hecho en versos memorables:
“De Machiques a Detroit
por la selva tropical
de la América Central
en aquel carro Fotingo:
Régulo, Joaquín y Mingo
abrieron ruta inmortal”.
(Márquez, 1996).
En ese ambiente bucólico, de leyendas y mitos de las ancestrales etnias yukpa y barí, nació Wolfgang Romero el 21 de marzo de 1960. Hijo de Randolfo Romero Adrianza y Venus Méndez, ellos conformaron una familia numerosa de diez hijos, llena de afectos y múltiples vinculaciones. Al segundo hijo lo bautizaron como Wolfgang, nombre de origen alemán, compuesto por los vocablos: “wulf” que significa lobo, y “gang” que es el verbo caminar. Da tal manera, que el significado primario de ese nombre es: “prudente, constante, el que sabe a dónde va”. El mismo lo llevaron con dignidad Wolfgang Amadeus Mozart el músico genial y Johann Wolfgang Von Goethe el gran escritor. Ambos alemanes, célebres lobos del arte, hombres universales que caminaron sobre la tierra.
Wolfgang Romero Méndez salió de su casa verde, Machiques, a los 18 años de edad y se estableció en Maracaibo, trabajó como técnico de la industria eléctrica, pero siempre quiso estar en el hecho musical, en especial en la gaita. Su pulsión creativa le reclamaba estar en los escenarios, en el quehacer del arte sonoro. Como no tenía el talento para ser cantante, ni para convertirse en un instrumentista virtuoso, decidió comenzar a rimar versos, a captar imágenes y estampas en sus cuartetas y estribillos. Dejó un trabajo seguro, de buena remuneración y garantizado ascenso, por un camino aleatorio, a veces incierto, de múltiples sorpresas: como es el camino del arte. Por esos días de finales de la década de los 80, unió su talento al del músico Leandro Zuleta, un destacado cuatrista, que luego se hizo pianista. A cuatro manos crearon hermosas gaitas, muchas de ellas consideradas inmortales. En las horas de descanso, Wolfgang solía dedicarse a componer, las madrugadas solemnes eran el mejor momento para hilar versos. Así nacieron sus primeros éxitos gaiteros en 1988, los temas “El compositor” y “Rutas maracaiberas”. El primero lo grabó Carlos Méndez con la agrupación Maragaita, dirigida por Astolfo Romero, y es considerado un clásico del género:
“Su pluma llora de gozo
y su musa de emoción
plasmando su inspiración
en sentimientos hermosos;
componé, compositor
algo que suene sabroso”.
La gaita “Rutas maracaiberas” la grabó Jesús Terán Chavín con la agrupación que él creó, VHG, Venezuela Habla Cantando:
“A recordar
las rutas maracaiberas
de la era verdadera
del transporte popular:
El corto costaba medio
y el largo costaba un real”.
Luego aparecieron y ganaron premios importantes los temas “Grito de gloria” de 1991 en la voz de Carlos Méndez con Maragaita. “El pájaro espino” de 1994 cantada por Luis Ángel Aguirre con VHG. “De la Pastora al Saladillo” de 1996 interpretada por el boricua Andy Montañez con la agrupación caraqueña Todos Estrellas. “La gaita de otrora” de 1999 cantando José Alberto Rodríguez Papupapa con Alitasía (Flor de taparo). “Qué de donde soy” de 1990 en la voz de Ricardo Cepeda con Cardenales del Éxito. “Toda una vida” cantada por Danelo Badell con la agrupación Iluminación Gaitera, grupo que crearon Wolfgang y Badell en el seno de la empresa Enelven, y que luego se hizo una divisa comercial de la gaita y obtuvo mucho éxito. Con Iluminación Gaitera y en las voces de Carlos Méndez y Heberto Villalobos, el país conoció “La gaita de las hormigas” que tuvo un gran impacto en las emisoras de toda Venezuela. El tema “Hablame de Maracaibo” con la agrupación emergente Alitasía. “Un Reverón para el pueblo” de 1994 con el Grupo Koquimba interpretada por el showman gaitero Oscar González. Una de sus obras más trascendente del binomio Romero-Zuleta es “Tatuaje zuliano” de 1994, soberbio tema interpretado por Jesús Terán Chavín con la agrupación Cardenales del Éxito:
“En un tatuaje de tradición
te bordaré una manta guajira
la brisa suave del malecón
la eterna fiesta decembrina.
Y para tu devoción
yo pintaré tu imagen Chinita
dentro de mi corazón”.
A comienzo de la temporada gaitera de 1991, llegó a mis manos el tema “Grito de gloria” con la potente interpretación de Carlos Méndez, respaldado por la excelencia musical de Maragaita. Inmediatamente dije al aire en mi programa Sabor Gaitero por Radio Calendario 1020AM: “Esta debe ser la gaita del año, quizá sea muy temprano en la temporada para anunciarlo, pero creo que no podrán superarla.” Y aunque recibí duras críticas por ser parcial, incluso, del gran periodista Francis Blackman, porque favorecía a unos novatos de la composición, mantuve mi posición. Lo cierto, es que la gaita obtuvo el Premio Gaita del Año de forma unánime. Su poesía, así comienza:
“Pregunto
¿Quién me responde?
me limito a preguntar,
si la gaita es protestar
¿Protesta dónde te escondes?
La protesta me responde:
en el canto de un gaitero,
en lo rebelde y sincero
del sentimiento del hombre”.
En la década de los 90, el nombre de Wolfgang Romero se hizo un referente nacional de la gaita, lo contrataban de todas las ciudades importantes de Venezuela, llegó a producir 50 gaitas en una temporada junto a su compadre y cofrade Papi Zuleta. En paralelo consolidó su agrupación gaitera, ahora la llama Iluminación Gaita y Show, rodeado de grandes figuras del canto gaitero. Es miembro honorífico de SACVEN, la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela, donde tiene registrados 860 temas musicales, en su mayoría, gaitas.
Ricardo Cepeda ha confesado que una de sus gaitas más queridas, es ¿Qué de dónde soy?, tema que ha interpretado en varios países, y diferentes escenarios de Venezuela, la gente lo ha aceptado como una joya sonora:
¿Qué de dónde soy?
Del pueblo maracaibero
donde nacen los gaiteros
y la gaita es mi verdad.
¿Qué de dónde soy?
Soy maracucho mi hermano
nací en el pueblo zuliano
y amo a la Chiquinquirá”.
Wolfgang Romero es el orgulloso padre de cuatro talentosos hijos: Gabriel Andrés, José Daniel, la bella Andrea Carola, y el surrapo Wolfgang Daniel. Su actual esposa es Lourdes Carisa, una mujer emprendedora, exitosa empresaria, quien lo ha acompañado en su carrera musical con gran lealtad y absoluta entrega.
Han pasado tres décadas desde que el hijo amoroso de la casa verde Machiques, comenzó a componer, y en justicia; ha recogido buenas cosechas, su nombre es sinónimo de “corazón gaitero”, un sentimiento que ha germinado en toda Venezuela. Lo más importante, es que su pulsión creativa sigue activa, buscando nuevas musas, haciendo radio en SUITE 89.1FM para complementar su faceta artística, y creando jingles publicitarios. Wolfgang representa en carne propia, el reto de ser un creador, que, con pujanza soslaya barreras, asperezas, y amargas dificultades. Quizá uno de sus versos, lo define mejor que cualquier otra apreciación:
“Componer gaitas mi hermano
es algo que me motiva
para alegrarle la vida
al pueblo venezolano”.
Wolfgang Romero sabe caminar hacia su norte soñado, sabe fijar sus metas, por tanto; siempre seguirá adelante, creando y honrando su origen: la casa verde que lo vio nacer, la que le dio su inspiración.
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