Leonardo Núñez Martínez

Así estamos y estuvieron siempre los montunos catanejeros después de las fiestas de San José de Perijá que se celebran en marzo y pasados los días de la Semana Santa. La prolongada sequía los volvía impotentes, indefensos y ansiosos a la vez. No era para menos. Las vacas no rendían en el esquilmo y el viento secaba y secaba aún más los potreros.

Un día, Agustico le vió venir de la matera y le preguntó, «¿cómo estáis Efrén?», éste, con su optimismo y serenidad habituales le respondió, «ahí, esperando que llueva». ¡Claro!, el verano se había prolongado por todo San Felipe, Alturitas, Ocaguí, La Danta, Río Negro, siendo visibles todavía las polvaredas que los machorros levantaban en jagüeyes y caminos de toda esa zona de sabanas, cerros y vegas.

La definitiva época lluviosa se esperaba con resignación pero tomadas como habían sido las previsiones por escasez de paja y evitando la candela con guardarrayas. Habiendo conocido el tesón, ingenio y guapeza de los viejos montunos, de seguro «hubieran ido a buscar» la lluvia y no esperar que la naturaleza o Dios se la trajeran, pero el cielo azul y los fuertes vientos los conminaban a esperar sin remedio alguno.

Impotentes, cobardes, aguantadores, acostumbrados a aprovecharse de lo que otros hacen, los enemigos de la Patria venezolana esperan con alborozo que los estadounidenses penetren en nuestro territorio abriéndose paso a tiros, como hacían los bandidos en los botiquines del Oeste norteamericano que tanto vieron en las películas que llamaron «western». Sin creer en Dios y mucho menos en San Isidro, confían que pronto paracos y contratistas gringos hagan el trabajo que ellos no han hecho, de asesinar al Presidente y otros líderes revolucionarios que les provocan maldiciones, odios y venganza. Frustrados, celebran la muerte natural de quien no pudieron derrotar.

Siguen soñando conque el botín alcance para todos, siguen «esperando que llueva», después de tanta sequía de amor, falta de éxitos y carencia de escrúpulos.

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!