Leonardo Núñez Martínez
El resultado visible, tangible, demostrativo, que no necesita de mayor probanza, en una labor de limpieza, saneamiento, corte, desmalezamiento, sin dudas lo constituye el tamaño del «montón», «arrume» o acopio para la disposición de desechos y residuos inútiles que va arrojando la tarea que se emprende.
El ánimo de los operadores, cooperantes, observadores y todo beneficiario se enerva, crece y se sostiene con la consigna de: ¡Qué crezca el montón!
El comienzo de toda iniciativa de erradicación se rodea de dudas, incertidumbre, sospechas y hasta de pesimismo. En la medida que va creciendo el «montón» aumenta la esperanza y se suman nuevas voluntades al emprendimiento. ¡Qué de veces! nuestros padres nos aplaudieron al ver que «crecía el montón» de basura, maleza, escombros o «chécheres» que lográbamos reunir mediante una labor sostenida, integral, sin recreos y a fondo.
Si el «montón» no crecia, la limpieza se ponía en duda, se veía como «aguaje» y quedábamos muy mal. Pero si aquel monton «crecía» y «crecía» terminaríamos «levantados en hombros» o exhaltados por los «viejos» de nosotros.
¡Qué crezca el montón! de corruptos presos, investigados, imputados, destituidos, denunciados.
¡Qué crezca el montón! de cabecillas mafiosos, cómplices y cooperadores judicializados, extraditados, vigilados e impedidos de salir del país
¡Qué crezca el montón! sin contemplaciones, subterfugios legales, padrinazgos, indulgencias ni descuidos.
¡Qué crezca el montón! de bienes del patrimonio público, incautados, decomisados o arrancados a los ladrones, testaferros y aguantadores.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
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El Pepazo