La exposición al humo ambiental del tabaco, también conocida como tabaquismo pasivo, se ha relacionado con numerosas enfermedades. Es un riesgo totalmente evitable e indeseable cuya mortalidad no es fácil de cuantificar. Incluso las estimaciones más conservadoras son muy elevadas.
María Sánchez-Monge
La mortalidad atribuible al tabaquismo se debe fundamentalmente al consumo directo, pero también a la exposición al humo ambiental (tabaquismo pasivo o humo de segunda mano, que es el que se inspira al estar cerca de una persona que está fumando) y al humo residual o de tercera mano (el que queda en las superficies y el ambiente en los lugares en los que se ha fumado). Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año fallecen en todo el planeta más de 8 millones de personas a causa del tabaco. Más de 7 millones de estas defunciones se deben al consumo directo y alrededor de 1,2 millones son consecuencia de la exposición de no fumadores al humo ajeno. Es un cálculo muy aproximado, ya que no todos los países disponen de métodos fiables para cuantificar el tabaquismo y sus consecuencias.
La mortalidad de los fumadores es mucho más fácil de evaluar. En España se calcula que el consumo causó unas 51.500 muertes en 2020 y hay bastante consenso sobre esta cifra en los distintos estudios. Pero, ¿qué hay de los fumadores pasivos? Para averiguar esta cifra es preciso, en primer lugar, conocer muy bien los efectos del humo ambiental del tabaco y, en segundo término, disponer de herramientas para cuantificar adecuadamente el grado de exposición.
Un estudio publicado recientemente en la revista Archivos de Bronconeumología, publicación oficial de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), muestra el impacto que tiene el tabaquismo pasivo en la mortalidad de la población adulta española. La principal ventaja de este trabajo es que aplica datos de exposición al humo ambiental del tabaco representativos a nivel nacional. La cifra que arroja puede parecer pequeña: 747 fallecimientos en 2020.
Muertes por cáncer de pulmón y cardiopatía isquémica
Mónica Pérez Ríos, autora principal del estudio, miembro de Separ y profesora titular de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Santiago de Compostela, reconoce que la cifra de decesos por tabaquismo pasivo resulta reducida cuando se compara con la de muertes por consumo directo, que es elevadísima. “Pero cuando consideramos la exposición a humo ambiental del tabaco, lo que tenemos que pensar es que para muchos de nosotros es totalmente indeseable”. Y para innumerables personas, se trata de algo que no pueden evitar. “Por ejemplo, los camareros siguen estando expuestos en sus puestos de trabajo, a pesar de que está prohibido fumar dentro de los bares”, argumenta. Lo sucede es que en las terrazas sí está permitido, y la cantidad de humo que se ven obligados a respirar a diario en esos entornos es muy elevada.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el estudio solo incluye a la población de 35 y más años y se ha realizado con criterios muy restrictivos en aras del rigor científico. Esto se traduce en que únicamente se han incluido aquellos datos de los que se tiene una gran certeza. Por lo tanto, la cifra de muertes por el humo de segunda -e, incluso, de tercera- mano es probablemente muy superior.
De esas 747 defunciones, 279 se produjeron por cáncer de pulmón y 468 por cardiopatía isquémica, lo que supone el 1,5% de todos los fallecimientos por estos dos grupos de enfermedades. “Se superarían las 2.000 al año si tuviésemos en cuenta dos enfermedades cuya relación causal con la exposición al humo ambiental del tabaco sigue en estudio: la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la enfermedad cerebrovascular (ictus)”, alega la investigadora.
Enfermedades que causa el humo de segunda mano
El objetivo del análisis de Pérez Ríos fue medir la mortalidad atribuible a la exposición ambiental del humo del tabaco, algo que no se había estudiado con rigor en la última década. Otros estudios han cuantificado la morbilidad del tabaquismo pasivo, es decir, las enfermedades que causa.
La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha detectado la presencia de 70 agentes cancerígenos en el aire contaminado por humo de tabaco, por lo que concluye que respirar ese aire puede producir cáncer. Según el IARC, tras la combustión del tabaco quedan suspendidas en el aire partículas cancerígenas que, por su pequeño tamaño, pueden alcanzar rincones profundos del sistema respiratorio y ser muy nocivas.
Aparte del cáncer de pulmón, que cuenta con pruebas muy sólidas, hay cierta evidencia de que los fumadores pasivos tienen más riesgo de cáncer de laringe, faringe, senos nasales, cerebro, vejiga, recto, estómago y mama.
El humo ambiental afecta al corazón y los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de infarto de miocardio e ictus, entre otras patologías. Algunos estudios también lo han relacionado con cambios mentales y emocionales, pero sus resultados aún no son concluyentes.
En cuanto a las enfermedades respiratorias con las que se relaciona, cabe destacar el asma, especialmente en niños. También se asocia con un mayor riesgo de otitis (superior, asimismo, en la infancia) y el aumento de síntomas como tos, dolor de garganta y problemas respiratorios crónicos.
Humo residual o de tercera mano: el gran desconocido
“No hemos tenido en cuenta el humo de tercera mano porque no disponemos de datos de prevalencia de exposición poblacional”, comenta Pérez Ríos. Se trata del humo residual que queda en la superficie y puede llegar al cuerpo humano; por ejemplo, a través del contacto mano-boca. “El estudio del humo residual del tabaco es muy complejo”, precisa la científica. “Pero que no haya datos no quiere decir que no impacte de forma negativa; nosotros nos movemos en un escenario en el que estamos seguros de la información que estamos dando”, insiste.
Un estudio publicado en la revista Environmental Research en diciembre de 2020 por investigadores la Universidad Internacional de Cataluña (UIC), el Instituto Catalán de Oncología (ICO) y el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) aportó evidencias de que los residuos que quedan en el ambiente y en las superficies interiores debido al humo del tabaco son perjudiciales para la salud. Gracias a este trabajo se comprobó que las personas expuestas exclusivamente al humo residual del tabaco en el hogar podrían presentar niveles de cotinina cuantificables en la saliva. La cotinina es una sustancia química que produce el cuerpo después de haber estado expuesto a la nicotina. Es más, no se encontraron diferencias en los niveles de cotinina entre las personas expuestas al humo de segunda mano y al residual del tabaco.
El riesgo de este humo de tercera mano puede ser mayor para los niños pequeños, debido a comportamientos específicos como gatear y llevarse objetos a la boca.
Medidas para acabar con el tabaquismo
La iniciativa ciudadana Europa sin Tabaco, que cuenta con el apoyo del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) y otras organizaciones relacionadas con la salud pública, propone las siguientes medidas para erradicar la exposición ambiental al humo del tabaco:
- Promover la primera generación europea libre de tabaco, poniendo fin a la venta de productos de tabaco y nicotina a los ciudadanos nacidos a partir de 2010.
- Crear una red europea de playas y riberas libres de tabaco y de colillas, haciendo que estos espacios sean más sanos y sostenibles desde el punto de vista medioambiental.
- Crear una red europea de parques nacionales libres de tabaco y de colillas, haciéndolos más sanos y reduciendo la contaminación y el riesgo de incendios.
- Ampliar los espacios libres de humo y vapores al aire libre, especialmente los frecuentados por menores (parques, piscinas, actos y centros deportivos, espectáculos, terrazas de bares y restaurantes).
- Eliminar la publicidad del tabaco y su presencia en las producciones audiovisuales y en las redes sociales, abordando especialmente la publicidad encubierta a través de influencers y colocación de productos.
- Financiar proyectos de investigación y desarrollo (I+D) sobre las enfermedades provocadas por el consumo de tabaco para mejorar su pronóstico y hacerlas curables.
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