Diabetes y bulimia. Dos problemas de salud que, unidos, pueden llegar a ser mortales. La pérdida de peso drástica de los pacientes con diabetes tipo 1 nos debe hacer sospechar de que algo no va bien. Tratarlo a tiempo es clave para evitar la gravedad del afectado.
Joanna Guillén Valera
La diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmune que se caracteriza, entre otras cosas, porque los pacientes tienen unos niveles de glucosa en sangre muy altos, por lo que, para equilibrarlos y evitar riesgos, necesitan inyecciones diarias de insulina. Según datos de la Sociedad Española de Diabetes, este tipo de diabetes afectaría al 10% de la población diabética, de los que el 40%, aproximadamente, tiene sobrepeso y obesidad.
El aumento de peso y la idea de adelgazar de forma “rápida” lleva a algunos pacientes a tener comportamientos que pueden poner en peligro su vida, como, omitir deliberadamente la administración de insulina con la finalidad de perder peso. Esto es lo que se llama diabulimia, una especie de trastorno de la conducta alimentaria asociado con la diabetes. De hecho, este término es una combinación de diabetes y bulimia y se usa para describir a las personas con diabetes tipo 1 que deliberadamente toman muy poca insulina para tratar de controlar su peso. Tal y como explica a CuídatePlus Patricia Guirado Peláez, especialista en endocrinología y nutrición, del Hospital Vithas Málaga, “es un problema muy grave y que afecta en mayor medida a mujeres”, sobre todo en la adolescencia.
Según el análisis Trastornos de la conducta alimentaria y diabetes mellitus: tratamiento nutricional, realizado por investigadores del Instituto de Endocrinología y Nutrición Endama, Hospital Sanitas CIMA, en Barcelona, y la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, y el Instituto de Ciencias de la Conducta, entre el 10-20% de las adolescentes y entre 30-40% de las adolescentes y adultas jóvenes han obviado o alterado alguna dosis para controlar el peso.
“Es un problema más frecuente entre las mujeres con diabetes tipo 1 y entre los jóvenes entre los 15-35 años”, afirma Guirado Peláez, y son personas que, por su experiencia, “suelen presentar un peso normal o bajo y tener un mal control de su enfermedad”.
Como explica Sharona Azriel, especialista de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Infanta Sofía, en Madrid, y miembro de la Sociedad Española de Diabetes, “se debe tener en cuenta que no todos los pacientes que omiten o manipulan la dosis de insulina lo hacen en contexto de un trastorno”, pero sí es cierto que se ha visto cierto aumento de este tipo de conductas que son muy difíciles de diagnosticar y que ponen en peligro la salud de los pacientes. Hay casos en los que los pacientes omiten dosis pero por otros motivos como la fobia a las hipoglucemias, a las agujas, o como consecuencia de alteraciones del estado de ánimo o problemas económicos o sociales.
Es importante destacar que, como informa la experta de la SED, la diabulimia “no se ha descrito como un trastorno psiquiátrico como tal”, a diferencia de otros problemas como la bulimia o la anorexia, y es por ello que “muchas veces puede pasar inadvertida por los sanitarios”. En opinión de ambas expertas, detectarlo a tiempo “es la clave para que no tenga un impacto negativo en el control de glucémico del paciente”.
La diferencia con otros trastornos, como la bulimia o la anorexia, comenta la experta, “es que los pacientes no omiten ingestas de comida o se provoca los vómitos, sino que lo que hacen es no inyectarse la insulina por lo que la detección por parte de familiares, amigos o, incluso, médicos, es más compleja”.
¿Por qué se produce la pérdida de peso?
La pérdida de peso por este tipo de acciones “se produce a través de diversos mecanismos como son la eliminación de glucosa por la orina, la pérdida de agua con la glucosa de la orina y la destrucción de los depósitos de grasa del organismo para obtener así la energía de forma alternativa, produciendo así los cuerpos cetónicos (dañinos para el cuerpo humano)”.
El proceso es algo complejo. Como explican los autores del estudio antes mencionado, cuando la concentración de insulina disminuye (por la omisión de la inyección), “se incrementa la acción de hormonas contrarreguladoras (catecolaminas, cortisol, glucagón, hormona de crecimiento). Aunque el paciente no coma (no aporte hidratos de carbono a este ciclo), estas hormonas intentan incrementar la glucemia mediante 3 vías: el incremento de la gluconeogénesis, incremento de la glucogenolisis, disminución del ingreso de la glucosa a los tejidos periféricos. Esto también debido al incremento de los ácidos grasos libres que llegan del tejido adiposo (lipolisis) y a la oxidación de ácidos grasos a nivel hepático, lo que favorece el desarrollo de cuerpos cetónicos (cuya acumulación resulta en cetonemia, acidosis metabólica y finalmente cetoacidosis diabética). Además, “se produce diuresis osmótica (glucosuria), lo que lleva a la deshidratación y a la pérdida de peso”.
Los riesgos para la salud son innumerables y pueden afectar a diferentes órganos del cuerpo ya que, como advierte la experta del Hospital Vithas, “el cerebro, los riñones, los músculos y el intestino pueden usar los cuerpos cetónicos y obtener así la energía, pero si esta situación se perpetúa en el tiempo sin tratamiento, se produce una disminución del Ph de la sangre, desarrollándose así la cetoacidosis diabética y deshidratación pudiendo llegar a la muerte”.
Esta omisión, apunta Azriel, “conlleva importantes efectos en la salud, desde el punto de vista del control glucémico, como descompensaciones agudas, la cetoacidosis diabética o hiperglucemias y a medio o largo plazo puede suponer un mayor riesgo de complicaciones micro y macrovasculares, y una mayor tasa de mortalidad”. De ahí la importancia de detectarlo a tiempo.
Detección complicada
La pregunta ahora es ¿cómo se puede detectar? Como indica la experta de la SED, “desde fuera de la consulta, los familiares y amigos tienen que sospechar si el o la paciente dice que come poco y ven en ellos una pérdida de peso importante. Esto es un indicio de que algo va mal”. Desde la consulta, “las omisiones de bolos de insulina basal nos debería hacer sospechar de una falta de adherencia intencionada por parte del enfermo. Esto, sumado a la pérdida de peso, nos debe poner en alerta”.
Otro indicio de que algo no va bien es cuando el o la paciente ingresa muchas veces en el hospital por cetoacidosis diabética. En estos casos, “el endocrino tiene que analizar las causas que llevan a estos ingresos para ver si hay un problema de estas características”, aconseja la experta de la SED. “El retraso en el crecimiento de los adolescentes y la pérdida de menstruación en las niñas también debe hacernos sospechar de que algo no va bien”, añade.
¿Cómo hay que actuar ante un paciente de este tipo?
En el caso de sospechar este trastorno, “lo primero es confirmar el diagnóstico a través de la entrevista clínica y cuestionarios validados, tras lo cual es preciso derivar al paciente al equipo de salud mental para evaluar la situación y comenzar con el tratamiento y el abordaje multidisciplinar de esta condición”, informa Guirado Peláez.
Esto es así porque en este proceso, lo más importante es el tratamiento por los diversos especialistas: “Psicólogos, psiquiatras, endocrinólogos, enfermeras educadoras en diabetes, etc.”, añade. A menudo, informa, “es necesario educar al paciente en el autocontrol y ayudarlo a volver a participar en los cuidados de la diabetes”.
La fase inicial del tratamiento “suele centrarse en establecer una relación de confianza con el paciente. A menudo es necesario explorar los sentimientos del paciente sobre su diabetes y el efecto que ha tenido en su vida. Es necesario cuestionar las creencias disfuncionales sobre la alimentación (por ejemplo, que los carbohidratos son malos)”, concluye.
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El Pepazo/Marca/Cuídate