León Magno Montiel
@leonmagnom
El nombre Huáscar nació en el Cuzco, en la capital inca, es un toponímico que designa un lugar ancestral en las cumbres peruanas.
Fue el nombre del hermano mayor de Atahualpa, quien murió guerreando, su cuerpo fue arrojado al caudaloso Yanamayo, el río de aguas sagradas.
El 12 de junio de 1964 nació un Huáscar en Maracaibo, hijo del publicista pionero Rafael “Felo” Barradas y la abogada Zarelda Torres. Desde muy pequeño mostró su gran sensibilidad para la música, destacaba en las clases del Colegio Alemán de Maracaibo, participaba en sus actos culturales con gracia, ejecutando la flauta dulce y el cuatro.
Por su evidente talento musical, sus padres lo inscribieron en el Conservatorio “José Luis Paz” en la avenida El Milagro, allí comenzó a estudiar teoría y solfeo, piano complementario y armonía. Fue miembro fundador de La Estudiantina del Zulia, que tuvo como maestro tutelar al guitarrista Ciro Adarme; también lo fue de la Orquesta Sinfónica Juvenil que dirigía el talentoso saxofonista llanero Juan Belmonte, quien años más tarde, lo contrataría como ejecutante del saxo tenor para su orquesta de bailes La Máxima.
“Felo” Barradas fue fundador de Ondas del Lago Televisión, el primer canal regional del país. Era un hombre del mundo del espectáculo, que escuchaba con detenimiento los elogios y recomendaciones de los profesores de su hijo. Por ello, decidió solicitar una beca para enviarlo a estudiar música a los Estados Unidos, así comenzó el largo periplo de estudios de alto nivel del joven Huáscar.
En 1982 llegó a Pasadena, ciudad donde nació Texas, el importante estado sureño, allí comenzó su curso en el San Jacinto College. A finales del año 1983 se mudó a Nueva York para estudiar en el Brooklyn College por cinco años, institución de gran prestigio fundada en 1930, con su lema “Nada sin un gran trabajo”.
En la gran manzana comenzó a escuchar jazz, descargas latinas y la gran música del mundo en sus teatros. Para complementar su modesta beca, trabajó como despachador de pizzas a domicilio; el flautista marabino iba por las calles de los condados neoyorquinos con un bolso térmico repartiéndolas en casas y sitios de trabajo. Soportó veranos sofocantes, los crudos inviernos con despiadadas nevadas; en el típico clima contrastante de la costa Este de los Estados Unidos. Huáscar celebraba la llegada de la benévola primavera, que encendía la música en los parques, activaba las caminatas entusiastas, mostraba sus calles llenas de gente noche y día, jardines con múltiples germinaciones y poderoso colorido.
En 1988 entró a la respetada academia Juilliard School of Music, escuela fundada en 1905, que en un principio estuvo ubicada en la Fifth Avenue, pero desde 1969 la instalaron en el Lincoln Center. En esa época conoció a los grandes clásicos de la literatura estadounidense, habría de empezar por Walt Whitman. Después conoció a Arthur Miller y Henry Miller, leyó con devoción a Thomas Wolfe: todos ellos vivieron en Brooklyn. Luego conoció la obra de Paul Auster, quien reside en ese condado desde los años 80, este gran narrador expresó:
“Nadie puede cruzar la frontera que lo separa del otro, por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a sí mismo”.
Auster a propósito de su barrio ha manifestado: “Brooklyn es un inventario del universo y tiene la peculiaridad de que mientras que en todas partes las diferencias étnicas y religiosas son una fuente potencial de conflictos, aquí se convive en armonía”.
En la capital del mundo, “the big apple”, Huáscar no perdió la conexión con la música venezolana, ni con la caribeña, siempre escuchaba y ejecutaba temas de Aldemaro Romero, Vytas Brenner, la Orquesta Aragón, Néstor Sánchez, Guaco y la Fania All Stars.
En 1990 emprendió su viaje al viejo continente para realizar una especialización en flauta, llegó a la Alemania que siempre soñó conocer, en la que anhelaba vivir desde sus años de estudiante de secundaria, y se estableció en Frankfurt am Main: la ciudad cuna del genio Johann Wolfgang Von Goethe. Allí permaneció por dos intensos años mientras culminaba sus estudios superiores. Huáscar conoció a maestros de la calidad de Bernard Goldberg y Mirjam Nastasi, la celebérrima flautista nacida en Utrecht. Fue discípulo del director de orquestas y flautista canadiense Robert Aitken.
El escritor Premio Nobel 2001 V.S. Naipaul (Trinidad, 1932) relató: “Miranda fue el primer sudamericano culto que Europa conoció”. Sin duda, Huáscar es otro hijo de América del sur que demostró su amplia cultura en este continente antiguo, un gran museo a cielo abierto.
Barradas regresó a Venezuela con 29 años de edad, preparado para comenzar su carrera como solista y abrirse paso en la música comercial, entró a la agresiva competencia del disco y sus escenarios. Participó en la Orquesta Sinfónica de Maracaibo y en la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, donde lo contrataron como flautista co-principal. En paralelo comenzó a producir álbumes en la vertiente del “neo-folclor” o “folclor-fusión”, junto a sus fraternos compañeros Elvis Martínez, Jorge Polanco, Fernando Valladares, Gilberto Ferrer, Rafael Simón Bolívar, Agustín Espina; con ellos ha producido una veintena de álbumes memorables, logrando buenas ventas y múltiples elogios de la crítica especializada.
Es poco usual que un intérprete de las grandes obras de la música universal, sienta tanta pasión por la música tan raigal y sencilla de su patria caribeña, ese es el caso de Huáscar Barradas: buen intérprete de Bocherini, de las sonatas para flauta de Johann Sebastián Bach y de los conciertos de Wolfgang Amadeus Mozart. Es un fiel ejecutante de las obras de Claude Debussy y de Haydn. Además, Huáscar ha tomado préstamos e influencias del rock y el jazz, de la salsa y el feeling, pero el corazón de su música ha sido el folclor venezolano: sus ritmos, variantes, síncopas más particulares.
La periodista argentina Ivanna Soto ha afirmado: “Pese a que muchos de estos hits están colmados de préstamos e influencias, se diferenció de todo lo que se había escuchado hasta entonces. Su recital es un blues eléctrico, ecléctico y desesperado que suena con fuerza con los riffs abrumadores e ilimitados de Page, los alaridos desbocados de Plant, el beat elocuente de Bonzo y el ritmo de Jones”. Esto para explicar lo que fue la música Led Zeppelin. Esa misma fórmula ecléctica, la podemos aplicar al zuliano planetario Huáscar Barradas Torres, quien unió la ópera “Carmen” de Georges Bizet al humor en tiempo de reggae de Mermelada Bunch; él fusionó el canto de Ángela con el rapeo de Pipo Ramírez, en su séptimo álbum “Encuentros”.
Huáscar Barradas; Ángela, Pipo y Leo.
Uno de los trabajos más importantes realizados por el flautista Barradas, fue el canto de las ballenas jorobadas del Pacífico, producción que grabó con hidrófonos especiales en Colombia. Esa obra para orquesta la estrenó en el 2003 en un concierto de gala, una pieza exploratoria de alto nivel artístico. El escenario para su premier fue la Catedral de Sal de Zipaquirá, ubicada a las afueras de Bogotá, allí fue donde montó la obra “Pacificando”, en las profundidades de esa antigua mina de sal. En esa pieza incluyó el canto de las ballenas jorobadas del Océano Pacífico y lo combinó con instrumentación diversa: sinfónica, percusión, ocarinas, voces humanas y la actuación como solista de Martha Senn, la destacada mezzo soprano colombiana.
Desde hace dos décadas, Huáscar vive en Caracas, allí ha permanecido como músico de orquesta, realizando sus conciertos, grabando colaboraciones importantes con artistas de la talla de Oscar D’ León, Frank Quintero, Francisco Pacheco, el pianista Leopoldo Betancourt, con quien grabó los álbumes “Dos mundos” y “Dos Mundos 2”. Desde la capital venezolana, Huáscar programa sus giras por el mundo. Hasta ahora ha tocado su flauta en 25 naciones, incluyendo su amada Alemania, donde el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung comentó: “El señor Barradas nos elevó al espectro expresivo de la flauta, más allá de lo que nuestros oídos europeos están acostumbrados. Brilló con absoluta precisión rítmica y virtuosismo”.
En 2011 fue nominado al Premio Grammy Latino por su álbum “Entre amigos 2” logro que lo catapultó en mercados que aún no conocía. Hasta ahora ha realizado 100 conciertos en el exterior y sueña con ir a Rusia, por su gran tradición musical, y a Australia por el espíritu innovador y aventurero de sus nativos.
Uno de sus proyectos actuales, quizá el más ambicioso, es el “Tributo a Simón Díaz” el genio de la tonada, que murió en el convulsionado mes de febrero de 2014. Sin duda, El Tío Simón es el mayor rasgo de identidad musical de Venezuela. En este concierto homenaje participan importantes cantantes y músicos, nucleados alrededor del flautista zuliano, para aportar su talento. Esa gira cuenta con el aval y asesoría de la hija de Simón, la escritora Bettsimar Díaz.
En su casa ubicada en la zona alta de la gran Caracas, Huáscar tiene paredes escritas con versos propios y ajenos, un chinchorro guajiro colgado en el balcón y muchos cedés de música regados por todos lados. Es abstemio, fanático de la comida criolla, un hiperactivo trabajador. Una imagen de Francisco de Miranda, nos recuerda que el precursor de la independencia ejecutaba la flauta transversa, de una sola llave, elaborada con madera de boj. Miranda tocaba importantes obras de su época, lo hizo frente al genio Franz Joseph Haydn, el padre de la sinfonía, se encontraron en Austria. Lo que no conseguimos por ningún lado en su hogar, son sus zapatos, ni sus cotizas. Así queda claro que su vocación es andar descalzo por los escenarios del mundo, lo que para él representa la máxima sensación de libertad.
Con una gran presencia en los medios electrónicos, con una agenda colmada de conciertos y muchas composiciones suyas sonando en las emisoras de América Latina, Huáscar va por los teatros del mundo descalzo, haciendo melodías con su flauta, encantando ballenas y acompañando tonadas
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