Samuel Clemente
A Matías Salazar Moure, alias «Gordo Matías», el hombre que mantuvo en cautiverio a la ciudadana Morella León López en varios inmuebles de la ciudad de Maracay en el estado Aragua; lo condenaron a 17 años y 10 meses de prisión.
La audiencia se llevó a cabo este martes 20 de junio y se terminó a altas horas de la noche, con una información a aún se sostiene en desarrollo.
Así, luego de tres años; el Ministerio Público imputó a Matías Salazar Moure los delitos de violencia y esclavitud sexual, esto después de que fuese denunciado por haber privado de libertad a una mujer durante 31 años.
Morella León López estuvo en cautiverio por más de tres décadas, y en 2020 logró escapar de su perpetrador; al que denunció por violencia sexual, física y psicológica.
Los 31 años durante los que estuvo en cautiverio, León López estuvo también desaparecida. Su madre falleció a los 75 años con la esperanza de encontrarla, pero eso jamás sucedió.
Crónica Uno le hizo un completo seguimiento al caso en exclusiva. Este medio antes citado, reportó además que alias «Gordo Matías» y fue absuelto por el delito de esclavitud sexual, ya que faltaron elementos probatorios.
Contexto de todo el caso en el que Morella estuvo en cautiverio:
Morella León López, quien estuvo cautiva durante tres décadas por Matías Salazar Moure, en el estado Aragua, cuenta que el miedo es el principal enemigo de las mujeres víctimas de violencia y por eso no deben ser juzgadas.
Han pasado dos años desde que escapó, en enero de 2020, y no tiene mucha información del juicio de su agresor, quien sigue detenido.
Caracas. Cuando Morella escuchaba las llaves y se abría la puerta del apartamento, comenzaba a temblar. Su mente se paralizaba del miedo y automáticamente seguía las reglas de él.
La instrucción, o una de tantas, era aguardar en la habitación hasta que Matías Enrique Salazar Moure cerrara la puerta.
Cuando él llegaba el tono de voz de Morella debía ser muy bajo y pausado, al igual que su caminar. Si alguna orden de Matías no se cumplía, comenzaba la tortura psicológica: repetir, repetir y repetir la misma instrucción hasta el cansancio, hasta que ella se doblegara mucho más.
—¿Qué te dije? —le preguntó Matías.
—Que debo esperar que cierres la puerta para poder salir del cuarto.
—¿Qué te dije? —reiteró.
—Que debo esperar que cierres la puerta para poder salir.
Esa noche Morella salió de su habitación antes de que Matías cerrara la puerta. Como castigo repitió la instrucción desde las 11:00 p.m., cuando él llegó a “visitarla”, hasta más o menos la 1:00 a. m.
Durante tres décadas el miedo paralizó a Morella. Matías, el hombre de quien se enamoró en su adolescencia, le hizo sentir que la vigilaba día y noche mientras ella estaba cautiva en un apartamento.
La minimizó como mujer, la dominó tanto que ella no fue capaz de pedir ayuda a algún vecino ni de llamar a su familia para contarles el horror que vivía.
Su madre había denunciado en la antigua PTJ a finales de los 80
Morella León López estuvo 31 años raptada en varios inmuebles del estado Aragua, los últimos 18 años los pasó en el apartamento C-43 de la torre C, en el Conjunto Residencial Los Mangos, en la avenida Constitución de Maracay.
Aunque su madre denunció en la antigua Policía Técnica Judicial (PTJ), actualmente Cuerpo de Investigaciones Penales y Criminalísticas (Cicpc), los funcionarios no investigaron porque alegaron que ella se había ido con su novio por voluntad propia. Además, asumieron que la joven regresaría pronto a casa embarazada.
El 24 de enero de 2020 escapó, tras detallar minuciosamente el orden de las llaves que estaban en el apartamento y probarlas en la puerta.
Los últimos meses de su cautiverio se incrementó la violencia física y sexual, y este fue uno de los impulsos que la llevó a vencer el miedo de tomar el manojo.
Solo en dos ocasiones se había atrevido a tocar las llaves que estaban en la casa, pero Matías se dio cuenta en la primera oportunidad y las consecuencias fueron severas.
El agresor, Matías; dijo que Morella tenía problemas mentales
Al lograr abrir la puerta, Morella caminó casi dos horas hasta encontrar la dirección del Instituto de la Mujer de Aragua, pues escuchó en un programa radial que las mujeres víctimas de violencia podían acudir ahí para pedir ayuda.
Formalizó la denuncia y el 27 de enero fue detenido su agresor, quien dijo a las autoridades que ella tenía problemas mentales y había escapado.
En nota de prensa del 11 de febrero de 2020, el Ministerio Público informó que imputó a Matías por violencia física y psicológica, amenaza, violencia sexual y esclavitud sexual.
Han pasado dos años desde entonces y Morella desconoce cómo va el proceso judicial. La mujer temerosa que salió del cautiverio hoy es otra.
Luce sus rizos abundantes en una media cola: mientras estuvo raptada por Matías debía llevar el cabello bien sujeto para cumplir otra de sus órdenes. Ahora tiñe sus canas de negro y le dio vida a la cabellera que por años no pudo cuidar.
Morella ríe, su sonrisa le ilumina sus pequeños ojos oscuros. Aunque le cuesta hacer amigos, es desenvuelta con quien tiene confianza y demuestra un gran vocabulario al hablar. Usa pantalones ajustados y lleva sandalias.
En su cuello cuelga una cadena que hace juego con sus zarcillos de perlas pequeñas.
Se maquilla y cuida sus cejas. Es una mujer que demuestra seguridad y la fortaleza de un roble. Habla de su caso por más doloroso que sea, porque tiene la esperanza de que la sociedad no juzgue a quienes viven en carne propia la violencia.
Miedo: Enemigo que encerró su mente
Morella admite que el miedo fue su principal enemigo. Frecuentemente, le dolía el pecho y su respiración se agitaba, no era necesario ver a Matías para sentir pavor.
Aunque tuvo un teléfono celular (con funciones básicas) no fue capaz de llamar a nadie para pedir ayuda, porque estaba convencida de que Matías podría enterarse y esto traería severas consecuencias.
Matías solía llamarla para preguntarle por qué la luz de la cocina estaba apagada o por qué la cortina de la sala se había corrido.
Ella no se explicaba cómo su agresor sabía ese tipo de detalles si no estaba en el apartamento. La respuesta la obtuvo luego de que se escapó, cuando se enteró de que Fanny, otra presunta víctima de Matías, estaba cautiva en un apartamento también en el piso cuatro pero de la torre D del mismo conjunto residencial. El balcón tenía vista al inmueble donde estaba Morella.
“Por eso yo no era capaz de asomarme, porque me daba miedo que él viera. Yo estaba convencida de que él me vigilaba de alguna forma y eso me daba pánico.
Cuántas mujeres que son víctimas de violencia salen a su trabajo, tienen celulares o contacto con sus familias y aún así están encerradas en su mente sin denunciar o huir de su agresor”, dijo Morella.
Según los vecinos de la Residencia Los Mangos, Matías vivía en la torre D con su esposa Fanny, a quien no veían mucho, y con su hija María.
Vecinos lo definieron como un hombre educado y colaborador
Habitantes que compartieron con él aseguraron que es un hombre muy educado, que siempre vestía de negro y aparentaba tener dinero, por sus vehículos y porque en algunas ocasiones canceló arreglos del edificio él solo, bajo el compromiso de que el resto de los residentes le pagara después.
Morella no estaba al tanto del dinero que tenía su victimario, porque cada vez que había un desperfecto en el apartamento él no lo arreglaba.
La ducha se dañó en 2017 y desde entonces ella se bañó con “perolitos”; en el baño tampoco había luz porque había que reparar el sócate y el drenaje estaba tapado.
Ella dormía en un colchón que estaba encima de un jergón. Los únicos lugares de la vivienda que tenían luz eran el cuarto y la cocina, en las demás áreas no había sócates.
Cuando Morella le pedía mantequilla para rellenar la arepa, Matías le respondía que estaba muy costosa. Y las veces que llevaba comida muchos eran productos del Comité Local de Abastecimiento y Producción (Clap).
Solo el drenaje de la ducha servía de los tres de la casa. La batea no se usaba porque estaba roto el tubo, yo enjabonaba mi ropa a mano en la bañera y luego lavaba con el tobo del fregadero para no cargar esa agua hasta la ducha.
El miedo: Una emoción muy poderosa
La psicólogo social, Yorelis Acosta, explicó que el miedo es una emoción innata muy poderosa que experimentan todos los seres humanos, por lo tanto, cualquier mensaje que apunte hacia el miedo va a tener un efecto en el otro. Puede ser real o imaginario.
“Generalmente, asociamos la violencia con el golpe o los gritos, pero hay otros tipos de violencia que están más referidos a aspectos no materiales como las emociones o el lenguaje, que también tienen un efecto directo sobre las personas.
Y esas acciones, también violentas, generan reacciones”, detalló la investigadora de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Morella asegura que Matías la descalificaba como mujer frecuentemente. Le repetía que debía caminar lento y hablar pausado, porque de esa forma lo hacían las damas.
«Un primo me dijo que mi mamá rezaba mucho por mí y que nunca se olvidó de mí. Mis hermanas me dijeron que no me sintiera culpable, porque mi mamá no tiene nada que perdonarme, me piden que deje el sentimiento de culpa.
Yo lo que quería era hablar con mi mamá y no hay forma ni manera, hay cosas que no puedo cambiar ya”, detalló Morella.
Se fue con 18 años y no imagino que estaría fuera más de 3 décadas
El 23 de diciembre de 1988 Morella huyó de su casa, en Valencia, estado Carabobo, para irse a vivir con su novio a la ciudad de Maracay, a más de 50 kilómetros de distancia.
Viajó convencida de las promesas de su novio Enrique, como se presentó Matías. Estaba por cumplir la mayoría de edad.
Matías y Morella se conocieron cuando ella tenía 17 y él 23 años. La adolescente viajó a Maracay, con una amiga del liceo, a buscar información para iniciar sus estudios universitarios y el joven, quien pasaba por el terminal de pasajeros, les ofreció llevarlas en su carro.
Su madre no estaba convencida de la relación, no le gustaba que Morella pasara todo el día en la casa a la espera de una llamada de su novio.
Tampoco estaba de acuerdo con las visitas a altas horas de la noche. Actualmente, entiende que Matías tomaba estas acciones para enemistarla con su familia.
El novio de la adolescente le decía que sus hermanas no querían verla feliz y que por eso ellos debían vivir juntos. Le prometió que la ayudaría a estudiar y pagaría sus consultas odontológicas, pero no cumplió.
La señora Elba, abogada y juez durante muchos años en el estado Carabobo, viajó muchas veces a Maracay y hasta consiguió la dirección de la madre de Matías, Margarita Moure, en el sector El Limón.
Presuntamente, Moure le decía que Morella “estaba bien”.
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El Pepazo/2001/Con información de Crónica Uno