León Magno Montiel
@leonmagnom
Al periodista lo mueven dos fuerzas: La pasión y la búsqueda de la verdad.
El ser humano necesita comunicarse, a lo largo de su vida el hombre necesita estar en comunicación consigo mismo, revisar su mundo interior, organizar sus ideas para luego expresarlas. Así ha sido desde tiempos inmemoriales, aun cuando no existían códigos como la palabra, el vocablo.
Las pinturas rupestres en las cuevas de Altamira son un testimonio de la necesidad de expresar ideas, de plasmar públicamente sentimientos.
La capacidad de expresarse es la principal diferenciación entre la especie humana y la animal.
Los científicos que estudian la conducta humana, han determinado que una persona que no se comunique, que no sacie la necesidad de anunciar lo que piensa o siente: puede llegar a morir.
Todos necesitamos interactuar con el entorno, con los semejantes. Muchas de las patologías severas que nos afectan la salud, surgen por la represión de la comunicación, por callar forzosamente nuestros sentimientos, emociones y sentires más íntimos.
En la película “El náufrago” del años 2000, el destacado cineasta norteamericano Robert Zemeckis nos mostró cómo el empresario de curriers Chuck Noland, protagonizado de forma magistral por Tom Hank, luego de tener un accidente aeronáutico llega a una isla deshabitada, y crea con un balón, el rostro de una persona, para saciar su necesidad de diálogar, compartir ideas.
Es así como crea a “Wilson”, la pelota con la cual conversa a diario, durante años. Eso lo salva de la demencia, lo ayuda a mantener su equilibrio mental, a poder sobrellevar los largos días de espera en la ínsula solitaria.
Por ello la importancia del buen profesional de la comunicación, el experto que nos acerca a las noticias, que genera opiniones, el que con sus crónicas sacia nuestra necesidad de saber ¿qué ha pasado? ¿qué está pasando? ¿qué se espera del devenir inmediato?
El periodista es el compañero que día a día entra a nuestro hogar a través de la radio, la televisión, la prensa escrita o los medios digitales. Comparte con nosotros el desayuno, las horas de ocio, los momentos de pausas laborales y los minutos de espera en un andén o en una sala cualquiera.
El primer periodista en Venezuela fue Simón Bolívar, fue el primer hombre nacido en esta patria que entendió la relevante misión del periodismo: como un instrumento de lucha social, de conquista cultural, de trabajo político, y de servicio social. Y aunque su profesión base fue la de militar, y su misión la de estratega político; Simón José Antonio ejerció el periodismo con brillo, con un talento inusitado. Bolívar fue heredero de las enseñanzas de Simón Rodríguez, de las lecturas febriles de Rousseau, Voltaire, y del propio maestro Andrés Bello.
Eso lo revelaba en sus magníficos escritos: Manifiesto de Cartagena de 1812, Carta de Jamaica de 1815 y el Discurso de Angostura de 1819, entre otras obras maestras.
Tal como lo plasmó en su producción epistolar, él fue el pionero que trajo desde Londres la imprenta en 1810, la que primero llegó a la isla de Trinidad, y después la instaló en el sur de Venezuela y desde allí pronunció la frase certera:
“Es tan importante para la guerra una imprenta, como los pertrechos militares”.
Así nacía la “artillería del pensamiento” el 27 de junio de 1818 con el primer ejemplar del Correo del Orinoco. En nuestro país dominaba la escena comunicacional “La gazeta de Caracas” un órgano impreso de carácter colonialista, entreguista, con una lealtad de domados cancerberos al Rey de España.
Por su genialidad innata, Simón Bolívar se preocupaba por los titulares, por el buen uso del idioma castellano, por la honestidad al relatar los hechos. Por ello el lema que distinguió a ese periódico pionero:
“Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público”.
En 1964 el combativo periodista venezolano Guillermo García Ponce, quien además era diputado por el Partido Comunista de Venezuela, propuso esa fecha del 27 de junio, para celebrar el Día del Periodista Venezolano, y desde entonces, así se acordó, así ha sucedido.
Grandes maestros del periodismo en el mundo nos han señalado después caminos de dignidad en esta profesión, como Ernest Hemingway, quien con sus crónicas enfrentó al franquismo en España.
Gabriel García Márquez quien confesó: “El periodismo es la mejor profesión del mundo”.
El maestro larense Kotepa Delgado, con su sentencia de vida: “Escribe que algo queda”.
El polígrafo Héctor Mujica, Pedro Duno, Domingo Alberto Rangel, Miguel Otero Silva, Ignacio de la Cruz y Sergio Antillano, son ejemplos de dignidad profesional, unos tótems de este oficio maravilloso.
Estamos ante un nuevo paradigma de la comunicación, un nuevo orden mediático; los periodistas debemos reinventarnos, lanzarnos a recorrer la ruta, hasta hace poco desconocida, de los medios digitales.
Debemos entender el fenómeno de la ubicuidad, es decir, la capacidad de estar presente en todas partes a través de la redes sociales. Si bien el invento del alemán Johannes Gutenberg cambió al mundo en el siglo XV, y gracias a su ingenio, comenzamos a comunicar ideas, noticias impresas en papel rudimentario: hoy estamos ante una realidad distinta, donde cada usuario modifica lo que hemos escrito, participa, es un prosumisor (productor y consumidor a la vez).
El usuario participa en el hecho comunicacional activamente, modifica los contenidos y los reenvía, ya no es un simple receptor pasivo.
Pero, por muy avanzada que esté la tecnología, la comunicación la mueve dos fuerzas muy poderosas, que no cesan: La pasión y la búsqueda de la verdad.
Si bien el maestro chileno Humberto Maturana demostró con sus investigaciones que
“La objetividad es un argumento para obligar”,
dejo claro que ser objetivo utópico, que somos seres subjetivos en esencia; no es menos cierto que el periodista está llamado a ser honesto con lo que escribe, con lo que narra o tuitea. No podemos hacer de esta profesión un oficio de sicarios intelectuales, que salen a la caza de sus víctimas: gobernantes, artistas, empresarios, para prender las máquinas de basura sobre estos (tal como lo relata en su última novela Umberto Eco) para enlodarlos, manchar su prestigio, destruir su imagen real.
Todo periodista que se respete, que sea digno, debe honrar la verdad. Cómo podríamos mirar a los ojos a nuestros hijos si nuestra labor fuese aniquilar gente trabajadora, mancharlos, tratar de borrar sus aportes a la sociedad.
Cabe recordar el precepto bíblico “por sus obras, los conoceréis”. Nuestra labor debe ser constructiva, creativa y prospectiva.
Es para mí un alto honor poder hablar de esta carrera que considero un apostolado de servicio, una muestra de creatividad en cada amanecer. Ella me ha dado la oportunidad de hacer crónicas sobre la gaita: nuestra alma sonora. Sobre el folclor zuliano, y mantener viva la imagen y la obra de Ricardo Aguirre, Astolfo Romero, y otros cultores de nuestro pueblo. He podido honrar el aporte de nuestros artistas populares, que son las antenas de nuestra raza.
Estoy convencido que la comunicación puede ser un fermento en la construcción de la patria digna, solidaria y fecunda.
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El Pepazo