«La gente te amará por lo que eres y otros te odiarán por la misma razón.”
PROVERBIO
Luis Semprún Jurado
“Ah carajo, camarita… muchos hablan de la «Malinche» y no conocen por qué es el símbolo de «traición a su propia gente»”, me comentó Anacleto entre bocanadas de humo, “ni tampoco lo que obtuvo a cambio. De esclava, regalada a Hernán Cortés, pasó a ser su traductora, luego su amante y al final la madre del primer mestizo. Estar al lado del «conquistador» le daba cierto poder sobre los demás de su pueblo, sobre todo el darle un hijo, beneficio que no quería desaprovechar, por lo que se convirtió en su colaboradora para todo lo que significó la conquista. Por eso esta mujer indígena, de origen «nahua», es recordada como símbolo de la traición, y con ello de la sumisión y el sometimiento al poder extranjero. La canción de Gabino Palomares, en la voz de Amparo Ochoa, dice al final: «Oh, maldición de malinche, enfermedad del presente ¿Cuándo dejarás mi tierra? ¿Cuándo harás libre a mi gente?». Traigo esto a colación porque al entregársela a Cortés la bautizaron con el nombre de Marina, que suena así como «MaríaCorina», los dos empiezan por «Ma» y terminan en «rina». Ah, y ambas encarnan la traición. La diferencia radica en que una era indígena y la otra, de una casta que se niega a morir. Recuerde que «casta» es el término usado para referirse al conjunto de personas que ocupan posiciones de poder e influencia en la política, la economía, los medios de comunicación y otras esferas de la sociedad, y que actúan en beneficio propio y de sus intereses, sin tener en cuenta las necesidades y demandas de la mayoría de la población. Creo que esta definición la describe muy, pero muy, bien. Además, la casta, como la malinche, sabe que su historia se acaba porque sabe que ha traicionado a su pueblo, al solicitar la intervención de un poder extranjero para llenar de calamidades y miserias a su gente; sabe que su historia se acaba porque sabe que ha sido cómplice en el pasado del saqueo de los recursos naturales, humanos y culturales de su país; sabe que su historia se acaba porque sabe que ha contribuido al intento de imponer un modelo económico, político y social injusto, desigual y excluyente, que beneficia a unos pocos y perjudica a muchos; sabe que su historia se acaba porque ve que su pueblo se rebela y se resiste a ser dominado y explotado por quienes durante casi un poco más de cuarenta años vendieron la patria; sabe que su historia se acaba porque siente que su poder se desvanece y que su impunidad se termina, que su legitimidad se desmorona y que su credibilidad se pierde, que su proyecto se agota y discurso se vacía. Sí, camarita, todo pasa porque saben que no pueden frenar el avance de la historia ni el cambio de época, porque reconocen que no pueden detener el despertar de la conciencia ni el clamor de la justicia, porque reconocen que no pueden impedir el triunfo del pueblo ni el nacimiento de una nueva sociedad. Y la casta tiene miedo porque sabe que su modelo de dominación está siendo cuestionado y desafiado por una ciudadanía cada vez más consciente, crítica y movilizada, que reclama más democracia, más justicia social y más derechos humanos, a pesar de todas las vicisitudes y calamidades que le agobian. Dígame, camarita, ¿de qué viven quienes se hacen llamar «políticos» si a la mayoría no se les conoce profesión u oficio? ¿De dónde sacan tanto real para vivir como lo hacen? Y si no trabajan, ¿cómo hacen para vivir con lujos en el exterior si no producen ni para vivir aquí? ¡Incógnitas! Camarita, el pueblo dejó de ser pendejo hace tiempo y no cae en trampas caza bobos. Es cierto que durante el último decenio y medio nos han azotado todas las plagas posibles, pero conocemos la raíz de ellas y buscamos soluciones. ¿Avanzamos? Claro que sí y con mejores aliados.”
Creo que en verdad empezamos a ver luz al final del túnel y que nuestra economía empieza a mostrar signos de progreso. Ahora contamos con aliados que nos han ayudado a actualizar infraestructuras básicas como las refinerías, y a potenciar el comercio. El imperio se ha dado cuenta que las sanciones y el bloqueo revelan su verdadera intención: el ataque es contra el pueblo. No es como, junto a la cipaya criolla, ellos dicen oficialmente que son, pues a la alta dirigencia gubernamental afectan poco, en verdad. A quien perjudican totalmente es al soberano, que valiente y estoicamente ha resistido todos sus ataques. No se puede tapar el sol con un dedo y no ver el daño hecho por la corrupción. Tengo fe en el combate de las autoridades contra ese flagelo y contra los traidores, porque por ahí se nos puede ir la patria. Recuerden que sin justicia jamás habrá paz y este es un precepto imprescindible. No debe haber indulgencia en el trato al ladrón, y si es nuestro, la justicia debe ser más severa. Y sobre lo que se está haciendo, se debe informar al pueblo, lo crea o no.
La casta tiene miedo porque ve que su legitimidad se erosiona y que su credibilidad se desploma, ante los escándalos de corrupción protagonizados por sus “ilustres” hijos, la precarización laboral, la desigualdad creciente, la pobreza y la exclusión social que generan; tiene miedo porque percibe que su hegemonía se tambalea y que su capacidad de control se reduce, ante el surgimiento de nuevas fuerzas políticas, sociales y culturales, que plantean alternativas al sistema propuesto por ellos y que representan la diversidad y la pluralidad de la sociedad; tiene miedo porque siente que su poder se debilita y que su impunidad se acaba, ante la exigencia de transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana, que reclaman una democracia real y una regeneración ética y política; tiene miedo porque intuye que su tiempo se agota y que su futuro se complica, ante el cambio de paradigma que se está produciendo en el mundo, marcado los desafíos que requieren respuestas colectivas e innovadoras. Sí, su discurso se vacía ante la evidencia de que su propuesta no ofrece soluciones.
La casta tiene miedo porque comprende que su historia se acaba y que su destino se decide, ante la voluntad de cambio y transformación social que se expresa en las urnas, en las calles, en las redes y en las conciencias; tiene miedo porque por más de veinte años se creyeron si propia mentira de ser mayoría y les ha tocado despertarse con la realidad de frente; tiene miedo porque sabe que no puede detener el avance de la democracia y la justicia, pero sobre todo, de los derechos sociales ganados durante el proceso revolucionario, con todos sus pros y contras. La casta tiene miedo porque sabe que el pueblo no tiene miedo y entendió que su propuesta no ofrece esperanza, sino que agrava la división, acentúa la diferencia de clases y promueve la amargura y el odio. La casta tiene pavor a que el pueblo le reconozca en las calles y le reclame su falta de compromiso y solidaridad para con los más necesitados y además le recuerda que durante algo más de cuarenta años continuos hizo añicos el erario nacional sin vergüenza alguna y en conchupancia con agentes extranjeros.
Durante todos los algo más de cuarenta años continuos de gobiernos de la derecha en Venezuela, tuvimos que soportar el nefasto accionar de la casta y su clase política, que lo que hizo fue robar, humillar y maltratar a la mayoría de los venezolanos de a pie. Hasta que llegó el Comandante Chávez. Desde entonces, las riquezas del Estado se convirtieron en la herramienta más útil para sacar de la miseria a gran parte de nuestro pueblo, con las Misiones y Grandes Misiones Bolivarianas, que empezaron a trazar la senda a seguir. ¿Errores? Sí, y muchos. Pero, ¿cómo no cometerlos si nunca antes se tuvo la oportunidad de ser responsables del funcionamiento de algún organismo? Sin embargo, ahí están algo más de cuatro millones de viviendas dignas para el pueblo, todas las instalaciones de los Barrio Adentro que atienden a nuestros sectores populares, bien que mal, y todos los programas sociales. Los protagonistas de la “casta”, cada vez que analizan esto, sienten miedo porque entienden que siguen siendo los mismos, tratando de vendernos cuentos e ilusiones y que no han cambiado.
Por esto y algo más, siguen de error en error y de fracaso en fracaso. No quieren que recordemos su traición ni su miedo. María Machado, especialmente, no puede escapar de su pasado. No importa cuán lejos o rápido corra, la alcanza paso a paso. Ella dirá que no se cansa, pero su pasado seguro que no lo hará y seguirá acercándose. Y al momento en que la alcance, explotará el conflicto. Sus traiciones, su amargura, su resentimiento, su racismo, su violencia tanto interna como externa, sus engaños, sus falsas promesas y su falta de probidad, compromiso y solidaridad mostrarán al mundo su verdadera cara y el origen de su verdadera intención: colmar su ambición personal e individual, satisfacer su ego. A ella le importa un bledo el pueblo y sus problemas, ya hemos tenido demasiadas pruebas de ello, y mucho menos la unión y reconciliación familiar. No olvidemos que no le importó pedir que enviáramos a nuestros jóvenes a las primeras líneas de guarimba, como carne de cañón, mientras que a sus hijos los escondió en el exterior para evitar que sufrieran algún daño. ¡O sea!
Ahora tiene el siguiente reto a la vuelta de la esquina y es hacer creer a todo el electorado venezolano que su INHABILITACION es injustificada “porque al aceptar la representación de Panamá ante una asamblea de la OEA, lo hacía para defender los derechos conculcados por el dictador venezolano”, aunque ella era parte del Poder Legislativo nacional y que además es “mentira lo de su omisión y falseamiento de datos en su declaración jurada de patrimonio” ante la Procuraduría General, que fue la que la sancionó. En el imperio que ella tanto ama, lo primero sería traición a la patria y la condenarían a 30 años mínimos de prisión, al igual que en otros países del mundo. Su defensa de que “Maduro le tiene miedo”, “el chavismo está asustado”, “que es en verdad la candidata del pueblo que la ama” son matrices que tratan de imponer para tratar de lograr que le “perdonen su falta” y la dejen competir, porque está clarísima que ni en las mismas primarias tiene algo que buscar. Ella nunca ha sido víctima sino victimaria, en especial de la verdad. Recuerden la confesión a su mamá, en un audio.
Por allí escuché que pasamos toda nuestra vida intentando vivir con amor y sin dolor, y que eso es lo que nos alimenta. A veces es verdad, a veces sólo crea más conflictos. Sólo saliendo de nuestra zona de confort podemos comprobarlo. Pero sea lo uno u lo otro, debemos caminar con los ojos y los sentidos bien abiertos para no ser víctimas de engaños como le sucedió a argentinos y chilenos con pseudo líderes de izquierda; o como quienes aún creen en aquello de “cuando éramos felices y no lo sabíamos”. ¿Cuándo el pueblo fue feliz en el pasado? ¡A mi edad no me pueden caer a cobas! El pueblo empezó a disfrutar de derechos con la llegada de Hugo al poder y los conserva gracias a Nico. ¿Que salga a la calle para que oiga la verdad de lo que piensa el pueblo? Ese mantra lo llevo escuchando demasiados años y a la hora de la verdad el pueblo sigue votando por la revolución, porque “de a pa’tras como el cangrejo” ¡ni de vaina! Claro, hay quienes odian al chavismo, a Nico, a Chávez y al que huela a socialista, pero esos NO VOLVERÁN, aunque se hagan los inocentes.
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