Italia, país pasional como España, del todo a la nada y la nada al todo en el espacio, a veces, de una carrera. Todos los piropos que se le han regateado a Carlos desde que aterrizó en Maranello, a veces con dolorosa ausencia, han salido a borbotones en un lunes como no se recordaba desde hace 434 días, el de la última victoria de Ferrari.

«Obra maestra del genial estratega Sainz», titula Luigi Perna en La Gazzetta y al fin subrayan el talentazo del español. «Desde ayer cambia el calibre, y entra en el de los fuoriclase de la F1, capaz de hacer cosas especiales como Hamilton o Alonso». Dentro le acompaña Paolo Ianieri estirando la comparación a Lauda, bicampeón rosso, por su capacidad de cálculo, la visión de carrera de Prost y la madurez de Jody Scheckter, campeón en 1979. Casi nada al aparato.

No se queda ahí la cosa, en la opinión, Gianluca Gasparini le recuerda a aquél Villeneuve de 1981 en el Jarama defendiendo con sus armas, las que sabe explotar, una victoria y avisa de que Leclerc, o espabila, o será redimensionado en cualquier momento.

Tuttosport ya habla de «Por qué ahora es el líder, ¿es Singapur el punto de inflexión?» mientras contemplaba a Sainz junto a una cerveza helada. Sentado en un sillón en la noche de Singapur, empapado de vino espumoso y sudor, abrazado el trofeo. «Matador y zorro. Genio táctico con un paso de aquellos que se sienten más fuertes que los demás: un piloto computadora como Prost, pero con la pasión de un español». Lo dicho, no se ahorran los halagos tras su genial improvisación con el DRS final y su amigo Lando.

«Parece enamorado, con luz en los ojos, la confianza de un líder, la reputación volcada dentro de un mes para darle a la enorme familia roja lo que era esperado que diera Leclerc. ¿Que ha cambiado en esta soberbia y desconcertante demostración?«, cierra el veterano Giorgio Terruzzi en Corriere della Sera. Una inversión de roles, sobre todo para todos ellos y el protegido Principito monegasco, como le llaman todos en Italia.