Orfebre de profesión, pero músico de oficio y pasión, este rumbero acaba de cumplir 74…y los que faltan. Feliz cumpleaños para el Diferente
Luis Carlucho Martín
Dicen las buenas lenguas y la mía que está sabrosa lo repite, como a su mejor estilo nos puso a rumbear El Diferente Ángel Luis Canales, un orfebre de profesión pero músico de oficio y pasión, quien superó el rechazo de la industria discográfica y del mundo del espectáculo y supo labrar su propio destino para, junto a otros (por ejemplo los Hermanos Lebrón), darle al movimiento salsero tiempo para reinventarse contra la invasión merenguera y de otras tendencias como la salsa romántica y baladas que ocupaban el ambiente ochentoso y llenaban los bolsillos de los empresarios.
Tuvo que venir Perico Macoña a recordar cómo es el Sentimiento del Latino en Nueva York y bailar el Concierto en Bongó o el Chachá a la Canales, con Ana Isaoco bajo la amenaza callejera en contra el duro de cada barrio al que el orfebre salsero le advirtió: “…que tú levantas la jeva y yo me la gozo”.
Este genio que al culminar el servicio militar obligatorio logró reunirse con (o reunir) un pequeño grupo de músicos de óptima calidad (poquito porque es bendito) hasta llegar al exquisito champú de teclas de otro extravagante e irreverente, Markolino Dimonds (lástima que por asuntos muy personales no siguió esa dinámica combinación, aunque el tecladista tiempo después retomó su camino con Frankie Dante y su Flamboyán, con Héctor La Voe y con Harllow).
Ángel Canales se dio el tupé de que, aun siendo casi un desconocido, Dimonds, en su disco Brujería, lo nombró líder vocal amparado con los coros de un par de duros y consagrados como Justo Betancourt e Ismael Pat Quintana… Casi nada. Tremendo estreno en esa producción de 1970. Así inició la consagración de un novel Canales, quien llegó a la música afrolatina influido por Rafael Cortijo e Ismael Rivera, al que oía en su casa antes de llegar a los 8 años desde Puerto Rico a Nueva York.
Tuvo una pasantía como timbalero en la banda del guitarrista Luis Torres. Seguidamente se contactó con Ray Jay, en cuya agrupación, por esas situaciones que solo sabe el destino, le correspondió suplir la ausencia del vocalista. Acababa de ser rechazado por varias emisoras de radio a las que había acudido a probar suerte como cantante. Pero su insistencia, resiliencia salsera y seguridad en sí mismo en ese duro ambiente del latino en Nueva York lo impulsaron a seguir.
Al pegar junto a Markolino para el sello de Al Santiago, Allegre Record, comenzó a sonar su nombre. Nadie de la industria se arriesgaba a darle nuevas oportunidades. Sobrevivió musicalmente tocando en fiestas privadas. Markolino ya se había separado y Canales lidera su propia banda de músicos undergorund, informales, pero de destacada cadencia y los mejores pagados del mercado, gracias a que Canales se mantenía de su negocio como tallador de diamantes…
Necesita un nuevo pianista. Y como los buenos se atraen, la vida lo unió al pianista colombiano Eduardo “Eddy” Martínez, quien se encargaba de los arreglos y por otros compromisos era sustituido en la ejecución por otro gran tecladista neogranadino, Joe Madrid.
Así las cosas, Dimond, Martínez y Madrid, desde sus pianos, pusieron muchas teclas a favor del desarrollo artístico de Canales, quien se ocupaba de cantar, financiar y administrar, además de componer junto a su amigo, el conguero Antonio Tapia.
Con aportes de cada quien se logró un divino sonido de saxo barítono, una trompeta aguda y retadora junto al diálogo de par de trombones y una percusión explosiva que sin estridencias permitían oír, tararear y enamorar a las parejas en cada baile a ritmo jazzeado… hasta reventar.
Luego, con el sello TR Records, correspondió el turno a discos como El San Juan en 1976 (Ana Isaoco, Sandra, Concierto en bongó), y en 1978 Live at The Roseland (varias versiones de sus éxitos y la famosa y larguísima Kung fú y Karate)de pasar tiempo sin grabar después del segundo álbum patrocinado por el mismo Alegre Record, “El Pelón” de la salsa sigue logrando espacios e independencia y crea su propio sello disquero, Selanac –su apellido deletreado al revés– con el que nace El Sentimiento del Latino en Nueva York, en el que reivindica aún más su acercamiento hacia un jazz salsero adornado con su particular voz nasal, sus atrevidas vestimentas y su manejo del escenario que gustaba en el público de aquellos años 80.
Había iniciado su internacionalización. Agradece en emblemática canción a “Panamá Soberana” …y a “La Humanidad”. Triunfa en Venezuela, donde graba en vivo, desde El Poliedro El Diferente, apodo acuñado por todo lo descrito, aunque como todo el que triunfa atrae envidias alrededor, algunos de la industria, a la que él había superado, quisieron imponer matrices negativas de opinión distintas a la realidad. Pero se impuso la calidad del orfebre y tallador, esposo de Ana Brunilda y padre de tres hijos.
Hizo además en 1982 el disco Different Shades of Thought, donde aparecen versiones de los éxitos A usted, Guantánamo y Nadie como tú… y en 1987 produjo también con su sello Selanac, Ya es tiempo o It’s Time. Existen otros trabajos discográficos, que básicamente son recopilaciones y versiones de sus éxitos ya conocidos.
Hoy (desde hace rato) Canales batalla contra el Mal de Parkinson, dura pelea, aunque es un ganador y sin pagar payola superó a la industria disquera y radial tradicional niuyorkina que aseguró que él jamás triunfaría, así como dejó en el olvido a sus críticos de estilo y a aquel estúpido –con el perdón de los estúpidos– que pagó su entrada en el Poliedro en 1982 y en medio de un arrebato –literal, debe haber estado hasta el culo de mandrax y mariguana– empezó a arrojar objetos contra la humanidad del cantante de Santurce… El público –entre ellos yo– se encargó –a fuerza de Kung fú y karate– de darle su merecido a aquel pajúo…
Canales acaba de cumplir 74 años el pasado 29 de junio. Felicidades y gracias maestro por amenizar todos mis matinés y rumbas familiares.
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