Jimmy Buter y Nikola Jokic son dos superestrellas atípicas, que viven con normalidad en una solidaridad atípica en jugadores de ciertos estatus
Que los Miami Heat sean un equipo a merced de sus secundarios también corre a cuenta de su líder. Los promedios de Jimmy Butler en el casillero de la anotación han ido ladera abajo con el paso de las eliminatorias. De los 37,6 ante Milwaukee pasó a los 24,7 que repitió en las dos series posteriores. Ahora, en las Finales, suma 34 puntos en dos partidos.
Lo que ha continuado inmaculada es su ascendencia en estos Miami Heat. Butler es una de esas ‘rara avis’ que no proliferan en el ‘star system’ de la NBA. Un tipo que se va pleno de satisfacción a casa sin llegar a los diez tiros pero embuchándose la victoria. Hoy, otra muestra más.
Pronto se percató el alero de los Heat de que la defensa de los Nuggets no iba a aflojar, y llegó al descanso con nueve tiros. Los mismos que Strus, uno más que Adebayo y dos más que Gabe Vincent. Sacó a relucir entonces una de las cualidades que se suelen pasar por alto cuando se habla de su figura: la creación de juego.
Con la zona de Denver llena de cuerpos, Jimmy juega al tiovivo patrullando la pintura hasta que encuentra la salida para un tiro abierto o el primer pase de un movimiento de balón que ha recuperado en estos playoffs sensaciones perdidas desde la Burbuja.
Y así, llegados al último cuarto, cuando todos los ojos miran a Butler, el partido pasa a ser cosa de Duncan Robinson y Gabe Vincent primero y de Kyle Lowry y Bam Adebayo después.
Mientras, Jimmy aguarda su momento con paciencia, y llega con dos triples clave que valen hurtar el factor cancha más caro de la liga. La ‘cajita’ de las asistencias del alero acaba con un ‘9’ que no refleja un partido mayúsculo en la dirección y la defensa, esta sí reconocida marca de la casa.
En el otro lado, en el de los hoy vencidos, hay otra estrella que entiende la vida desde el bien común. Que sin embargo hoy se vio obligado a hacer acopio absoluto de balón por querencia de los Heat e incomparecencia de los suyos durante una segunda parte de remar a solas.
El serbio, que dominó el primer encuentro lanzando apenas cinco tiros en la primera parte, llevaba 13 cuando llegó el ecuador del segundo. Y al volver de vestuarios, la trampa zonal de Miami le empujó a la anotación como condena. Como la opulencia de palacio que no se puede compartir.
Los 41 puntos de Jokic le colocan en un Olimpo que solo ocuparon tres pivots antes que él: Chamberlain, Abdul-Jabbar y Shaq. Sus 68 puntos en dos encuentros de las Finales solo los superan los 71 de Allen Iverson en 2001 y los 69 de Michael Jordan en su primer anillo.
Esta es la tercera vez en esta postemporada y la cuarta en su carrera en playoffs que Jokic supera los 40 puntos. Perdió las cuatro. Porque su naturaleza le pide compartir y, cuando no puede o no le dejan, el baloncesto deja de sonreírle a Denver. «No puedes hacerle ‘solo anotar'», dice Spoelstra con una mueca en la cara porque sabe que es justo lo que ha logrado.
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El Pepazo/Marca