Leonardo Núñez Martínez
Nos costaba aceptar que en los patios, culatas, terrenos, callejones y otros espacios.disponibles.o desocupados donde jugábamos «fusilao», metras, trompo, «escondido», «camán», «arroz con leche» y «a la escuelita»; donde hacíamos «materitas», canchas de voleibol y pelota; donde practicábamos con la «honda», dibujábamos rayas para brincar compitiendo salto largo y «pisé»; donde elaborábamos casitas y volantines; nos hartábamos de mangos, nísperos y naranjas; sembrábamos yuca y maiz, criábamos pollos y jugábamos con el perro, ahí, en esos lugares de tertulias y sueños infantiles diurnos, al llegar la noche «salía el loco».
La advertencia la hacían nuestras madres, procurando con ella que desistiéramos de estar en esos sitios al llegar la oscuridad nocturna. Suponíamos que saldríamos derrotados por los azotes que recibiríamos de un «loco» si aguantábamos el susto. Advertidos de éllo, evitábamos el riesgo de su aparición.
Con mucha eficacia lograban los viejos que no tomáramos un camino, nos metiéramos al jagüey, entráramos a un galpón o nos internáramos en el monte. La tarea de «apecharse» con «un loco» no tenía aspirantes entre nosotros, seguros perdedores de esa eventual contienda.
La mayoría del pueblo argentino decidió correr el riesgo de incursionar en el fascismo, de jugar en el oscurantismo y la antipolítica. El guabineo del gobierno perdedor y el control mediático les hicieron retroceder en lugar de persistir en sus demandas. En adelante, les espera el espanto de «un loco» por esbaratar los avances de la integración latinoamericana, «un loco» al servicio de los gringos que «saldrá» a caerle a palos a toda causa justa.
Argentina decidió meter el retroceso y creyendo ir hacia adelante optó por jugar en el terreno de la oscuridad, a pesar de estar advertidos, llevados por el mismo «loco» de Milei.
«Qué si está loco?, solo veánle el «volaje», como decía «calajo» en mi pueblo Cataneja.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
El Pepazo