Una fatiga invalidante que no mejora con el reposo y persistente en el tiempo es la principal característica del llamado síndrome de fatiga crónica. No se conoce con exactitud por qué aparece la fatiga crónica, aunque se cree que debe a una amalgama de varios factores, como la predisposición genética.
Isabel Gallardo Ponce
Sin embargo, esta fatiga física y patológica, que limita al menos a la mitad las actividades que la persona realizaba antes, no tiene detrás una enfermedad que la justifique, como un problema respiratorio o del corazón. Pero es que, además, esta dificultad de hacer actividades por la mera imposibilidad energética de mantenerlas, y la aparición de esa fatiga postesfuerzo, no viene sola y se acompaña de fatiga mental.
Fatiga física y mental
Joaquím Fernández Solá, jefe de la Unidad de Síndromes de Sensibilización Central del Hospital Clínic de Barcelona, explica a CuídatePlus que las personas con síndrome de fatiga crónica también presentan falta de concentración, dificultad para retener hechos recientes, enlentecimiento del curso de pensamiento, somnolencia diurna y problemas durante el sueño, que se convierte en superficial y no reparador.
Ramón Sanmartín, responsable clínico de Fatiga Crónica de la Unidad de Síndromes de Sensibilización Central del Hospital Universitario Vall d’Hebrón, de Barcelona, añade que la persona con fatiga crónica también puede tener problemas de comprensión lectora, y “a veces al hablar se quedan sin palabras. Saben lo que quieren decir pero les cuesta un poco más”.
Además, aparecen otros síntomas muy similares a los de la gripe: dolor óseo y muscular, dolor de cabeza, dolor de garganta, febrícula oscilante y ganglios inflamados.
Sin origen psicológico
Y es que aunque muchas veces el síndrome de fatiga crónica se ha achacado a causas psicológicas, no hay nada más lejos de la realidad. Aunque no se conoce su causa exacta “es una enfermedad que queremos deslindar de un origen psicológico, porque no lo es. Antes se creía que era un problema adaptativo, de origen pseudodepresivo, Ya sabemos que no”, dice Fernández Sola. Esta enfermedad, que afecta a entre el 0,3 y el 0,5% de la población mundial, y en España a entre 120.000 y 200.000 personas, tiene una parte neurológica y otra inflamatoria.
Causas del síndrome de fatiga crónica
No se conoce con exactitud por qué aparece la fatiga crónica, aunque se cree que debe a una amalgama de varios factores. De esta forma, el síndrome podría desencadenarse en personas con predisposición genética y de forma más frecuente en mujeres.
Como en todo, tener una predisposición genética no implica que la enfermedad vaya a desarrollarse en todos los casos. Para que esto ocurra hace falta que haya un desencadenante. Alguno de estos serían:
Infecciones víricas: Especialmente el virus de Epstein-Barr, que causa la mononucleosis infecciosa, pero también puede asociarse a otras infecciones, como el VIH, la hepatitis C, la Covid-19…
Reacciones a fármacos.
Una operación, un accidente, un problema laboral o familiar, es decir, situaciones que estresan a la persona y la hacen susceptible de desarrollar un síndrome de fatiga crónica.
Factores ambientales.
Según Fernández-Solá, de promedio el perfil del paciente es el de una mujer de 45 años que previamente tiene una cierta limitación funcional, pero que después de exponerse a un factor desencadenante -infección, estrés, accidente, operación- inicia un grado mayor de fatiga que la limita y que persiste con oscilaciones.
Cambios intestinales se relacionan con el síndrome de fatiga crónica
Dos estudios recientes publicados en la revista Cell Host and Microbe han revelado cambios en el microbioma de pacientes afectados por el síndrome de fatiga crónica. En concreto, han hallado una menor cantidad de butirato (factor relacionado con la protección de la barrera intestinal) y de otras bacterias que lo producen.
“La microbiota intestinal es, sin duda, un campo muy interesante de estudio, pero de momento podríamos decir que se está en fase de recogida de información y no de sacar demasiadas conclusiones”, aclara Jordi Casademont, director del Servicio de Medicina Interna y responsable de la Unidad Funcional de Fibromialgia y Síndrome de Fatiga Crónica en el Hospital Sant Pau de Barcelona, a Science Media Centre (SMC). El experto agrega que hay unas variaciones enormes entre individuos relacionadas con muchísimos parámetros “que apenas conocemos y es aventurado intentar sacar conclusiones que sean de utilidad práctica”.
¿Cómo afecta la fatiga crónica a la vida diaria?
Para entender el síndrome de fatiga crónica hay que tener en cuenta que cada paciente es un mundo y que no todas las presentaciones son iguales. “Por regla general, es una presentación progresiva en la que van añadiéndose síntomas y la persona suma limitaciones para hacer actividades que hacía previamente sin ningún problema. Empieza a costarles hasta el hecho de caminar, ya que al recorrer una distancia corta aparece una pequeña fatiga”, explica Sanmartín.
Además pueden aparecer problemas para realizar el autocuidado y la higiene diaria. “A veces el hecho de ducharse y secarse con la toalla genera una importante fatiga. En algunos casos la persona necesita ayuda o supervisión porque no es capaz de hacer estas pequeñas cosas. Hay personas que no tienen unos síntomas tan intensos y van haciendo una vida relativamente normal, pero van al ralentí y con dificultades para llevar a cabo las actividades diarias”, añade Sanmartín.
El hecho de que sea oscilante hace que algunos días la persona pueda encontrarse mejor y haga más actividades de lo habitual. Esto comporta un riesgo, sin embargo, ya que forzarse a hacer más puede favorecer que aparezca el malestar postesfuerzo en las horas o días posteriores.
Enfermedades que predisponen al síndrome de fatiga crónica
Además de los casos que aparecen sin un motivo evidente hay otras enfermedades que favorecen la aparición del síndrome de fatiga crónica. Algunas son, según explica Fernández Solá, el cáncer tanto activo como estabilizado, la esclerosis múltiple, patologías neuroinflamatorias y algunas infecciones, como la tuberculosis, el VIH y la hepatitis C.
Coronavirus
En el caso de la infección por coronavirus, Fernández Solá añade que “sabemos que hay un 15-20% de pacientes que después de pasar la infección desarrollan fatiga prolongada. Si se mantiene durante 6 meses y reúnen todos los criterios de la fatiga física, de la cognitiva y de la afectación del sueño, se podrá denominar como síndrome de fatiga crónica. En este contexto, no hay diferencia en si la fatiga crónica se ha producido por un Epstein Barr, por el coronavirus o si está asociada a esclerosis múltiple”.
Este síndrome de fatiga crónica asociado a la Covid-19 y que algunos pacientes presentan ya con un año de evolución, forma parte de lo que se llama síndrome poscovid o Covid-19 persistente. Y el tiempo y la investigación dictarán si se trata de algo reversible o si estas secuelas se convertirán en permanentes en algunas personas.
Consejos para vivir mejor con fatiga crónica
Es fácil comprender que la calidad de vida de las personas con síndrome de fatiga crónica está muy afectada. Se trata de una enfermedad que no afecta a todos por igual y que oscila, por lo que a veces las personas se encuentran mejor y otras veces peor.
De esta forma hay afectados que pueden hacer sus actividades diarias con más o menos dificultad y otras que requieren supervisión hasta para la higiene diaria. “Hay personas que han sido muy activas, trabajadoras… y el cambio implica una disminución muy grande de la calidad de vida y de la sensación de bienestar”, puntualiza Sanmartín.
Puesto que no hay un tratamiento eficaz contra este síndrome y los que se aplican suelen ir destinados a mejorar ciertos síntomas, como el insomnio y el dolor, es importante dar ciertos consejos a los pacientes:
Intentar hacer un mínimo de actividad física, como caminar o cualquier otro ejercicio aeróbico -bicicleta, natación…- dentro de las posibilidades de cada persona. “En el momento en el que empiezan a notar un poco de fatiga o cansancio es importante que paren y que descansen y se recuperen”, advierte Sanmartín. Se trata de evitar el malestar postesfuerzo que generará una fatiga extrema en los días posteriores.
Realizar una dieta lo más equilibrada posible, comiendo de todo pero con moderación.
Mantener buenos hábitos de sueño, acostándose y despertando a la misma hora para que el organismo descanse aunque la persona no pueda dormir. En cuanto a los fármacos para dormir, Sanmartín recuerda que los clásicos a veces “tienen un componente de relajación muscular y es posible que vayan bien para conciliar el sueño, pero hay que ir con mucho cuidado porque a medio plazo puede que la fatiga experimente un cierto empeoramiento”.
Apoyo psicológico en el momento del diagnóstico para ayudar a la persona a adaptarse a su nueva realidad. “El paciente tiene que aprender a vivir con una limitación que antes no tenía, y afrontar la pérdida de ingresos si tienen que abandonar el trabajo, además de la alteración de la relación tanto con pareja, como con la familia y los amigos”, aconseja Fernández Solá. En este sentido las técnicas conductuales o el mindfulnessayudan al paciente a adaptarse pero no son un tratamiento per se de la enfermedad. De hecho, no existe una terapia curativa y los tratamientos que se recomiendan sirven para mejorar los síntomas y la calidad de vida de la persona.
Si se presenta ansiedad y síntomas depresivos es conveniente buscar ayuda. Se trata, según Sanmartín, de algo normal: “Es reactivo al hecho de que hay una enfermedad de base y a que la persona no se encuentra bien, lo que genera esa sensación de malestar y de angustia.
Ambos expertos recalcan que la vida de las personas con síndrome de fatiga crónica da un vuelco cuando no pueden cumplir con las obligaciones laborales y familiares, con los encuentros sociales o con pequeñas tareas del día a día. “No es una enfermedad misteriosa, pero no ha llegado a su reconocimiento ni médico ni social y aún hay quien tiene dudas de si es una enfermedad psicológica aunque ya tenemos evidencias de que es neuroinflamatoria. Hay que conocer el espectro para ayudar al paciente”, recalca Fernández Solá.
Otras enfermedades asociadas
Es importante, además, tratar las enfermedades que van apareciendo asociadas a la fatiga crónica, como el colon irritable, la migraña, la sensibilidad química múltiple, la fibromialgia… La persona con fatiga crónica es “muy sensible a factores alimentarios y ambientales, al estrés… se juntan un espectro muy amplio de síntomas y que pueden ser hasta 50 diferentes. Estos signos oscilan, no todos tienen los mismos ni todos los pacientes los tienen, pero que se van añadiendo en el curso de la evolución de la enfermedad”, concluye Fernández Solá.
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