Leonardo Núñez Martínez
Los viejos nuestros se obstinaban con la persistencia de una plaga o enfermedad, un camino intransitable, el largo verano o de tanto llover. La paciencia tiene un límite y llegado el momento en que se hacía imposible soportar un tormento exclamaban con furia, impotencia, decepción, cansancio o rogando a Dios, ¡hasta cuando es v…!.
Los frecuentes errores, una prolongada sequía, el asedio de bandidos y hasta un mal gobierno los llevaba a exclamar así, hastiados de los perjuicios y sufrimientos que causaba una situación incontrolable. Pero esta corta, insolente, desafiante y lapidaria frase no ha sido exclusiva de ellos ni usada sólo en la región zuliana, ni tampoco pertenece a tiempos pasados.
¡Hasta cuando es v…!también exclamamos hoy nosotros en cualquier lugar del país cuando reaccionamos ante los apagones, la falta de agua, la indolencia de los burócratas, la inflación de los precios a través del dólar paralelo, lo poco que ganamos, frente a las decisiones simplistas del TSJ, la demagogia, el robo de lo público y contra las acciones coercitivas de los yankees.
Decir ¡hasta cuando es v…! no es simplemente una exigencia a quien nos mortifica o al poder del fenómeno natural que causa un agravio. Es sobretodo un llamado frontal a los perjudicados y a quienes tienen la responsabilidad principal de evitar o corregir el daño. Es también desde luego, una manifestación de nuestra disposición a no seguir aguantando más aquello que nos lesiona. En esta expresión o en consignas parecidas, la historia registra los grandes cambios que la humanidad ha provocado a partir de su pronunciación colectiva.
¡Hasta cuando es v ..! eso de cuerpos militares y policiales llenos de represivos, martilleros, abusadores y marañeros. ¡Hasta cuando es v…! eso de utilizar los nombres de Bolívar y Chávez para simular honradez. ¡Hasta cuando es v…! aquello de parecerse a uribistas y paracos colombianos, a los carabineros de Pinochet o a los policías racistas de los Estados Unidos. ¡Hasta cuando es v…! eso de seguír encubriendo la pudrición moral que caracteriza a quienes tienen la obligación de cuidarnos, con uniformes decentes.
Aboguemos por la depuración total de esos cuerpos militares y policiales, la sanción ejemplarizante a todos los responsables de muchas faltas y delitos y avancemos hacia la recomposición, el ejercicio y control progresivo de las funciones de seguridad a manos del Poder Popular.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
El Pepazo