Leonardo Núñez Martínez
Para «los.viejos de antes», el mundo de los culpables se aclaraba o dilucidaba cuando el autor o los autores de un delito lo confesaban. Si un comportamiento era explicado por quienes lo asumían revelando éstos los codiciosos y malsanos motivos y propósitos de aquél y ante las evidencias, no hacía falta dar vueltas ni probar la confesión hecha.
En las represivas «prefecturas», en sus salas de torturas o en el lugar de los hechos los detenidos eran obligados a confesar lo que no revelarían voluntaria, libremente y sin presión. Aún así, la admisión de la carga culpable por parte de los aprehendidos no era puesta en duda por las víctimas ni por nadie. ¿A quién se le ocurriría «exonerar al confeso»?.
La historia indica que los españoles no llegaron aquí a «fundar» sino a saquear y los motivos de venganza que animaron a Venancio Pulgar a ensañarse contra los perijaneros. Grandes ganaderos llevados por el racismo y la ambición desplazaron a los indígenas del piedemonte de la Sierra de Perijá y detrás de la destrucción de El Saladillo se escondieron intereses económicos imperdonables aún no confesados ni desentrañados. Cuando esto suceda, los culpables no serán exonerados.
Hoy, es verdaderamente increíble ver confesar a los imperialistas norteamericanos los fines de dominio y saqueo que animan sus relaciones con América Latina y el Caribe. Cómo los gringos confiesan su criminal agresión contra Venezuela y hasta donde están dispuestos a llegar.Todo ello sin apremio y sin empujones, a sabiendas que sus seguidores aquí tienen la colonizada manía de «exonerar al confeso».
ORGULLOSAMENTE MONTUNO
El Pepazo