El serbio neutraliza a Kyrgios tras tres horas de ejercicio de contención y calidad, supera a Federer y se queda a uno de Nadal en número de grandes
WIMBLEDON
FINAL
| 4 | 6 | 6 | 7 |
| 6 | 3 | 4 | 6 (3) |
Acorralado ante las circunstancias, Australia cerrándole las puertas y Nadal tumbándolo en París, Novak Djokovic era un peligro para todos sus rivales. No tenía otra opción, por ahora, si quería seguir en la carrera por el número de Grand Slams. Empezaron 2022 los tres, con Roger Federer en la enfermería, empatados a 20, pero se le escapó el español con otro de esos milagros que solo él puede convertir en rutina: Australia y Roland Garros en cinco meses. Wimbledon sería pues su refugio. Más aún cuando el español tuvo que retirarse por lesión. Era esta una plaza benigna, seis títulos antes que este y tres consecutivos, desde la derrota por retirada ante Andy Murray en 2017. Y Wimbledon no le ha vuelto la espalda. Séptimo título en la catedral, con el que empata con Pete Sampras, a solo uno de Federer, a solo uno de Nadal, 28 triunfos consecutivos. La hierba, después de tres horas de un ejercicio de contención y alto nivel ante un Nick Kyrgios muy serio, sabe más dulce que nunca.
Se observa actitud comedida al inicio, golpeos al estilo Kyrgios ante una puesta en escena de Djokovic que no es la de otros partidos. Va enchufado desde el principio. Ante el australiano sabe que no se puede empezar al ralentí, como había hecho ante Jannik Sinner (dos sets en contra) con ante Cameron Norrie (otro set para remontar). Ante Kyrgios hay incertidumbre, los dos partidos anteriores con derrota y muchos años sin saber cómo reaccionar a este tenis ilegible.
A pesar de dos dobles faltas, Djokovic se defiende con su servicio, menos poderoso, pero con efectos que también le permiten no sufrir demasiado. Pero mantiene la calma el australiano, que también sabe apretar a las esquinas y plantear pelotas más dirigidas que fuertes. Tan superior siempre el serbio en sus partidos, es Kyrgios quien toma el control y lo obliga a hacer mucho de todo lo que tiene. El australiano no todo lo resuelve a pelotazos o a saques directos. En la pelea desde el fondo contesta con paciencia, suavidad si se requiere el punto y la mano firme si hay que atacar. Apenas cuatro errores en un set y medio.
En este choque eléctrico, de fuegos artificiales, él es la calma. Quién lo hubiera dicho de aquel Djokovic que también tuvo la etiqueta de chico malo con aquellas imitaciones a sus compañeros o las retiradas cuando las cosas no iban bien. Quiere pensar que el nivelazo del australiano no aguantará para siempre.
Permanece agazapado hasta esa oportunidad mínima que permite el australiano con su servicio para meterse un poco más en la pista y en la cabeza del rival. Hay dos errores en Kyrgios y Djokovic se aprovecha de la suerte de la pelota en la cinta para regalarse el break, el respiro. Mermado en su primer servicio, no mucho le concede el australiano, que saca su primer puño después de llegar a todo y más, sutil en una contradejada que no alcanza el de Belgrado, por los suelos en el intento. Es el juego del 5-3 para el serbio y hay un 0-40 para el australiano: la medida de los buenos y los mejores. Tiembla entonces el 40 del mundo y se hace enorme el 3, levantadas las tres opciones de rotura y aún una cuarta porque se juega al límite en ambos lados. Pero hay set a su favor y a Kyrgios se le sale un demonio de la gorra: quejas al juez de silla por algún grito de la grada a destiempo, gritos propios a su palco, con dedo pulgar hacia arriba incluido y negaciones.
Se había dejado dos sets ante Sinner y uno ante Norrie, no hay ni un solo despiste en este Djokovic, recuperado el primer servicio y más atento que nunca a los servicios del rival. Es uno de los mejores restadores del circuito y ha tenido el primer set para entender cómo leer a Kyrgios, y ya lo hace con soltura. Para calibrar que es esta la mejor versión posible, el revés paralelo, al que ya acude con frecuencia y sale a la perfección. Y se mueve como si el resto del partido, la pista, la grada, una bronca en una esquina, lo demás, no fuera con él. Solo existen la pelota que llega del otro lado de la red y su golpeo. El australiano, mientras tanto, empieza a enredarse en discusiones con el juez de silla, como si no lo pudiera evitar tras una hora y media de contención.
Hay tenis del bueno en Kyrgios, que empieza a romperse ante sus propios chispazos de locura pero se mantiene firme con sus servicios en el tercer parcial, y hay tenis del sublime en Djokovic, también su actitud. Impertérrito ante todo, esconde la cabeza debajo de la toalla en los intercambios, mirada a la nada, y permanece atento a su oportunidad, a esa desconexión de Kyrgios que le permita acabar de romperlo. Llega en un juego excepcional del 3 del mundo, que confiere a sus derechas un punto más de aceleración para levantar un 40-0 y se permite desconectar con dejadas y contradejadas al rival para llevarse. Al resto. El mejor Djokovic.
Crédito para Kyrgios, sin duda, capaz de llevarlo hasta esta versión de granito y aguantando firme hasta ese punto que indica por qué uno lleva 88 títulos, 21 Grand Slams, y el otro disfrutaba hoy de su primera gran final. Ahí se notaba más la diferencia, en la experiencia. En el tercer set hubo rotura para Djokovic con 5-4 y saque de Kyrgios; en la misma tesitura en el siguiente capítulo, el serbio ni parpadeó para empatar. No este Djokovic de granito que juega en su jardín.
Apelaba el serbio a su contundente palmarés. Un libro y de los gordos por un panfleto del australiano. Con esta, son 32 finales de Grand Slam (por delante de Federer, 31 y Nadal, 30) y 21 títulos, 88 en total, ocho solo en hierba, 43 victorias en el verde. Demasiado para no ser capaz de llevar el tie break con más diligencia que el australiano, al que no le queda ya más que ofrecer, que ha sido mucho, después de tres horas de recobrar el respeto del planeta tenis y más de dos de diálogos constantes con los suyos y consigo mismo. Permite dos pequeños breaks que Djokovic no desaprovecha y fuerza el serbio hasta que la derecha del australiano lo bendice de nuevo en su jardín. Siete títulos de Wimbledon con un partido de pura contención, maleabilidad, experiencia y firmeza.
El Pepazo/ABC España