Esta es una de varias anécdotas que conozco de este ídolo, el más extraordinario de todos los venezolanos, que logró ser estelar cuando no existía la fuerza de la televisión, y mucho menos las actuales redes sociales.
Olando Bohórquez Parra
Corrresponsal Chile
Corría la década de los años ochenta y se presentaba en un salón del Hotel Maruma de Maracaibo, el Gran Tenor de Venezuela, Alfredo Sadel. Este artista interpretaba todos los ritmos, muy bien, desde lo lirico, pasando por boleros, gaitas, joropos, y también merengues, guarachas y paso dobles. Realmente, una super estrella a nivel mundial. Esa noche se dedicaba a cantar música bailable.
Cuando empezó a cantar, varias parejas salieron a bailar. Alfredo interrumpe de pronto su show y le dice a los bailadores: «qué les pasa, ustedes vinieron a verme cantar o a bailar?. Si bailan, no van a estar pendientes de mi». Las parejas le hicieron caso y se fueron a sentar, por respeto a la imponente figura artística que siempre representó este icono internacional.
Alfredo siguió cantando dos temas más, y cuando le provocó, se dirigió a los presentes y les dijo sonriendo a la vez: «bueno, es que ustedes no saben bailar, agarre cada quien a su pareja y salgan a la pista». Fue automático que todos salieron a bailar, siguiendo el pedido que ahora Sadel les hacía.
Así era este gigante de la canción que despertaba admiración, respeto y con gran popularidad. Eso es irrepetible. Ningún artista venezolano podía hacerlo, solo él, y que la gente se lo aceptará. Su condición de ídolo, el más extraordinario de todos los venezolanos, que logró ser estelar, cuando no existía la fuerza de la televisión, y mucho menos las actuales redes sociales.
Yo me siento honrado, al poder decir que sí fuí amigo de Alfredo Sadel, dentro y fuera de mi posición periodística. Por eso conozco muchos de sus movimientos artísticos, personales, y anécdotas que próximamente les seguiré contando.
Esa gráfica nos la tomo Dennis Oliveros, del Diario Panorama, en el Balneario Xiochicali de la Costa Oriental del Lago, propiedad del doctor Rafael Andrade Bravo.
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