Fue dirigida por el profesor Orlandio Maita, entrenador de ajedrez de LUZ quien dictó cátedra al par de docenas de estudiantes participantes en lo que fue muchos llamaron «El Duelo Maestro».
Zulfreily Briceño
Los estudiantes de la Facultad de Humanidades y Educación (FHE) de la Universidad del Zulia (LUZ) comenzaron una mañana sin novedades con sus actividades académicas hasta que, en la reconocida Plazoleta, algunas personas empezaron a colocar sillas y mesas largas. Era el 10 de junio.
La curiosidad movía el ambiente, los estudiantes se arremolinaban alrededor de aquellos que organizaban para esperar qué seguiría. A las 10, los estudiantes olvidaron absolutamente algunas de sus prioridades universitarias y simplemente esperaron hasta que sus piernas se cansaron y tuvieron que buscar algún lugar para sentarse y observar a la vez.
Entonces, tableros y piezas de ajedrez fueron ubicados uno a uno sobre las mesas. Un total de cuatro sillas por mesa y frente a cada silla, un tablero y sus piezas.
Los estudiantes amantes del ajedrez siguieron rondando con expectación. Tal vez estarían a punto de ver una competencia como las de películas, sin embargo los demás, sin una pizca de interés, siguieron en sus actividades, aunque algunos fisgones siguieron sosteniendo el aliento para saber qué seguiría.
El profesor Orlando Maita, entrenador de la Selección de Ajedrez de LUZ, era el contrincante y esos intrépidos estudiantes de diversas carreras que estuvieran dispuestos a jugar, serían sus oponentes.
Uno a uno, los estudiantes empezaron a formarse para jugar, algunos parecían pequeños roedores asustadizos bajo la mirada de un gato callejero hambriento, mientras que otros transpiraban confianza en sus habilidades de una manera abrumadora.
Fue una batalla en simultáneo, no obstante, a pesar de tener diversos contendientes a la vez, el profesor Maita se asemejaba a una montaña alta e inalcanzable. Los estudiantes empezaban a sentirse arrinconados, perdían y
cedían su puesto en la mesa a alguien más igual de interesado en el deporte, sin embargo, a pesar de que los adversarios iban y venían ninguno fue capaz de ganarle.
La tensión seguía en el aire ya para el mediodía y la mayoría de los universitarios se habían ido a sus hogares, algunos tableros fueron recogidos y pocos quedaban en pie.
No obstante, el profesor Maita quedó invicto hasta el final. Él no es un mal ganador, así que felicitó a los últimos estudiantes que compitieron y les dio algunos consejos.
A la 1:30 de la tarde, la facultad estaba vacía, la administración de cada escuela se había ido, el Decanato estaba sumergido en la soledad, los estudiantes se habían marchado al igual que los tableros, las piezas, las sillas y las mesas, y del asombroso encuentro de ajedrez universitario sólo quedaron los murmullos indiscretos de los
estudiantes al día siguiente.
El Pepazo