Silvestre Arturo Ovalles
La humildad es una cualidad de la personalidad, nada tiene que ver con el hecho de la tenencia o no de recursos materiales, pero la transculturacion del capitalismo tiende a basar en dinero los valores, principios y cualidades en su intento por tasar al ser humano, por mercantilizarlo todo.
La humildad es una virtud que se basa en el autoconocimiento, en la conciencia que tiene cada quien, de sus talentos y limitaciones; esta autoconciencia hace que las personas vean a los demás al mismo nivel de dignidad, merecedores de la misma consideración, por ende, quien es verdaderamente humilde es modesto y no tiene afán alguno de protagonismo.
Entre las personas económicamente menos favorecidas, siempre hay manifestaciones de solidaridad de los unos con los otros; hay empatía, se hermanan entre las penurias y dificultades comunes y muchas veces entreayudandose alcanzan logros colectivos importantes. Esto es un concepto práctico de humildad.
Por otra parte existen personas que son incapaces de sentir solidaridad, de apoyar al vecino, al compañero, al camarada; si no ven en esto ganancia u oportunidad alguna. En el medio político abundan quienes creen que la humildad es simular pobreza material, besar viejitas, cargar niños mocosos o saltar charcos en las barriadas populares; creen que la empatía es un constructo comunicacional que combina fotopose, colores pasteles y frase célebre.
Pero la humildad verdadera no se puede fingir, es una condición humana de espíritu elevado; una combinación de empatía, con la vocación de servicio y la voluntad de ayudar, de solucionar, de gestionar; de ayudar a resistir y a vencer. Esta es la humildad que reclama el pueblo de sus lideresas y líderes.
La humildad es el acompañamiento permanente, en las luchas, en las buenas y malas. La historia política venezolana esta llena de los brincacharcos, los fotoproducidos y los que durmieron en ranchos para nunca volver.
La política seguiría siendo así, si no hubiera existido un Chávez que, no solo reinventó la praxis política; sinó que construyó teoría y levantó un gigantesco ejemplo moral con su coherencia. Más allá de eso, su legado es la apropiación de la política por parte del pueblo, el desarrollo del nivel de conciencia de clase; en un país donde reinaba una crisis, que alejó a la gente del ejercicio político porque estaba en descredito, alejado de las aspiraciones populares.
Sin embargo siempre habrá el peligro de desviar el camino, si nuestra dirigencia extravía el concepto verdadero de la humildad: La humildad no está peleada con la apariencia, cada quien puede vestir o calzar de acuerdo a sus capacidades, así tenga cargos de responsabilidad política o institucional; sin embargo, hay límites; no estoy normalizando la grosera ostentación de quienes usan la política para lucro personal, a esos les llegará su tiempo.
El asunto es que no se debe caer, en el extremo de creer, que quien dirige, debe fingir indigencia para que se perciba como alguien humilde. Tampoco la humildad está peleada con la actividad política en las redes digitales; por el contrario, la comunicación política cambió y cada uno de los actores debe definir una estética propia, asociada a los elementos fundamentales del partido; pero sin ese libreto sobrecargado de marketing, que secuestra la verdad y produce desencanto.
En el mundo político la humildad tampoco puede estar peleada con el protagonismo, cuando este obedece a un proyecto colectivo, es natural que quien hace la obra o lleva a cabo la actividad publique en sus cuentas y en los medios que disponga; las preguntas que debemos hacernos son: ¿eso tributa al partido?, ¿visibiliza gestión?, ¿produce esperanza en medio de la dificultad?, ¿contiene elementos formativos?, ¿herramientas para la lucha?, entre otras.
La falta de humildad no debe convertirse en un insulto, ni tampoco es una discapacidad o condición; tiene cura: cuando lees, cuando te formas, pero sobretodo cuando te cargas de todas esas realidades que laten en el territorio; la humildad y la humanidad se acrecientan de forma natural y espontánea, en medio del ejercicio mismo de la política. Cuando sin importar cargo o responsabilidad te percibes igual en deberes y derechos a cualquier ciudadano o compañero militante.
Quien carece de humildad, muchas veces tiende a señalar a los demás desde la frustración que le genera su afán de protagonismo y su incapacidad de empatizar verdaderamente. Solo la humildad verdadera nos hace conectar con las bases, solo con humildad podemos construir partido y garantizar la victoria. El antídoto contra la falta de humildad es proteger el futuro, EDUCANDO A LA VANGUARDIA.
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