«Cuando preferimos creer en lo que queremos ver, en lugar de enfrentar la realidad, nos enredamos en nuestras propias ilusiones y creencias falsas, atrapándonos en un ciclo de autoengaño”
CONCLUSIONES
Luis Semprún Jurado
“Camaritas…”, comenzó diciendo Anacleto con voz firme, “en nuestras últimas charlas hemos hablado de como las viejas mentiras se repiten y se tratan de ocultar con otras nuevas. A veces preferimos renunciar a los hechos y a la racionalidad, abrazándonos a razonamientos que desafían la lógica y nos dejamos convencer de su validez, aunque no lo sean. Nos convencemos inconscientemente de realidades falsas, lo que hace que creamos que nos estamos diciendo la verdad. Eso se llama «autoengaño» y aun cuando vivimos acosados por el país más poderoso del mundo, me pregunto si es legítimo o excusable. He aprendido que el autoengaño es considerado una forma de autodefensa psicológica con la que las personas evitan enfrentar realidades dolorosas o amenazantes a través de la negación, minimización o racionalización; se enredan en sus propias ilusiones y creencias falsas, y quedan atrapadas en él. Entendamos que el «autoengaño» puede a veces parecer reconfortante, incluso sabiendo que no es cierto, porque prefieren vivir en una mentira dulce que enfrentar verdades amargas e incómodas. Eso es lo que le está pasando a la opudrición criolla hoy en día. Veamos: Han creado mantras que repiten sin cesar, siguiendo uno de los principios de «la manipulación mediática» de Goebbels, de que «una mentira repetida mil veces se vuelve verdad», a pesar de saber que eso no es posible. Pueden hacerla «parecer verdad», pero sigue siendo mentira. «El chavismo se derrumbó y sigue hundiéndose en el pozo del olvido», «Maduro enterró los ideales de Chávez», «Si Chávez estuviese vivo esto no pasaría», «El Madurismo terminó de dividir al Chavismo», «Con la muerte del innombrable se acabó el chavismo». A ver, ¿cómo?… Sí, dime… «El chavismo se quedó con Chávez en el Cuartel de la Montaña», etc. Sí, en criollo: es un fenómeno psicológico en el que las personas se caen a embustes a sí mismas y se creen; creen algo que pertenece a su mundo de fantasía. Por ejemplo, «La Loca», como la llaman sus colegas del G7, G4, G3 o como se llame ahora, ha tomado demasiadas decisiones cuestionables, cometiendo, demasiados errores irreparables, pero se cree una experta que sabe exactamente lo que está haciendo. Si no vean: no acudió a las citaciones de la CGR porque se creía «intocable» y un caso que hubiera sido sencillo de resolver se le convirtió en una INHABILITACION por 15 años. Otros autoengaños: «Yo no estoy inhabilitada», «sin mí no pueden haber elecciones en Venezuela», «el CNE impidió la inscripción de Yoris» (sabía que fueron «sus» partidos aliados quienes no quisieron hacerlo), «Manuel Rosales es un alacrán progobierno» (pero inscribió a Inmundo), etc. Es triste como algunos jóvenes prometedores han caído en las redes de sus engaños, creyendo que es una líder y que está trabajando «por un mejor futuro para el país». No saben que muchas cosas que hoy dan como «derechos ciudadanos incuestionables» son creación de ese a quién con mentiras le han hecho odiar. Sí, aunque sus motivos parecieran ser razonables no se compaginan con las raíces verdaderas de la realidad que les afecta. Recuerden que ellos no se dan cuenta que se autoengañan con lo de «las sanciones sólo son para Maduro y sus secuaces». Muchos creen en las mentiras que se publican en las redes y el desengaño es funesto. Olvidan que La Loca soñaba con ser Ministro de Chávez y éste la ignoró siempre. Así nació un resentimiento que sigue «in crescendo»; es la verdadera raíz de su odio al chavismo que pocos conocen y que poco se menciona. Pero no se autoengañen: el 28 habrá elecciones sin ella.”
El autoengaño es un fenómeno psicológico complejo y fascinante que juega un papel crucial en la vida humana. Se puede definir como el proceso mediante el cual uno se convence de creencias que son falsas o contradictorias con la evidencia disponible, para evitar enfrentar verdades incómodas o desagradables. El autoengaño permite de manera irracional mantener momentáneamente una autoimagen positiva y proteger una débil autoestima, que a largo plazo se derrumbará. Aunque el autoengaño puede manifestarse de muchas formas, desde la negación y la racionalización hasta el sesgo de confirmación y la ilusión de control, es un aspecto conductual negativo, porque al final el encuentro con la “verdad verdadera” creará traumas no fáciles de curar. En la red X (antes tuiter) se pueden leer comentarios como (sic): “El chavismo se acabó caballero está enterrado en el cuartel de la montaña, Maduro se encargó de eso acéptelo no hay peor ciego que el que no quiere ver eso es verídico”; así, sin comas ni acentos, a lo machimberra, esperando ingenuos que lo crean y lo repitan. ¡O sea!
No queda la menor duda de que cuando nos autoengañamos, evitamos enfrentar la verdad. Perpetuamos situaciones que no nos benefician y nos impiden tomar medidas y/o hacernos responsables de lo que ocurre. La opudrición, aplicando principios de Göbbels diariamente, trata de hacerte creer situaciones tan irreales que tendrías que tener una fe inquebrantable para hacerlo. Si no estás preparado para ello, a veces tú mismo te das argumentos para hacerlo. Su astucia es clave para conseguir actitudes, con medias verdades, que de otra forma serían imposibles. En Venezuela existe una peligrosa maquinaria opositora, aceitada y a punto, para decir NO a todo lo que haga o proponga el gobierno. No hacen nada en pro de la Nación, pero tampoco dejan hacer. ¿Son analistas o propagandistas? ¿O son “El arte de subestimar al contrario”? Como diría CAP (sic): “ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario”. Ella vive del autoengaño de los demás porque si logra que se autoengañen, en lugar de aceptar y reconocer sus errores y responsabilidades, culpan al chavismo y a Maduro de todo, y así ganan.
¿Cuántas mujeres opositoras se autoengañan con “inmundo no es misógino” a pesar de la evidencia mostrada?, ¿cuántos afro descendientes, indios o sexo diversos? Son preguntas cuyas respuestas dejan mucho que desear. “Eso es propaganda madurista para descalificar al ‘futuro presidente’ porque es un hombre serio” es el ejemplo típico. Aun se escucha al votante del odio decir “Votaré por cualquiera menos por Maduro”; no “votaré por” sino “votaré en contra de”. Otros dicen “fui ministro de Chávez, que lo hizo bien, pero Maduro acabó con el país” cambiando el eslogan a “traidores siempre, leales nunca” al negar su cuota de responsabilidad por la ineficacia e ineficiencia en su gestión. Se puede cambiar de opinión, se puede disentir, pero ¿aliarse con el enemigo natural? Esos que saltaron para la derecha, como Diente Frío y compañía, nunca fueron “chavistas”; estaban disfrazados defendiendo los reales que se “ganaban” y que de seguir de este lado de la acera, jamás podrían gastar sin exponerse. Ismael García se quedó pendejo al lado de ellos. ¿Verdad, Luisa?
La opudrición venezolana lleva más de veintipico de años autoengañándose con eso de que es mayoría. Por eso sigue de error en error y de fracaso en fracaso, sin entender que el pueblo no le cree y no le quiere. Ese autoengaño puede haberle dado un alivio momentáneo, pero las consecuencias a largo plazo han sido y son dañinas; la ha alejado de la autenticidad y le ha impedido crecer. Al negar sus errores, perdió la oportunidad de aprender y mejorar. Además, el autoengaño afectó sus relaciones, pues construyó una barrera entre ella y los demás, y su falta de honestidad, hasta consigo mismo, la ha llevado a la perpetuación de patrones autodestructivos, un laberinto del que no ha podido escapar por su falta de conciencia y humildad. Vencer y acabar con el chavismo lleva tiempo siendo su norte, algo sumamente difícil de lograr por su arraigo en el pueblo. Pero mientras no acepten la verdad, incluso cuando duele, no podrán navegar por la vida con los ojos abiertos. Al final, la verdad siempre sale a la luz y las consecuencias vuelven a ser dolorosas. Y el pueblo cantará: ¡No volverán!
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