Psicólogo George Taborda.
La IA se ha convertido en un eje central de la competencia geopolítica, especialmente entre potencias como Estados Unidos, China, la Unión Europea y, en menor medida, otras naciones tecnológicamente avanzadas. Esto genera tensiones en varios niveles:
Soberanía tecnológica:
Las grandes potencias buscan ser líderes en el desarrollo de la IA para ganar una ventaja estratégica en áreas como defensa, economía y diplomacia.La dependencia de tecnologías extranjeras crea vulnerabilidades en países que no desarrollan sus propias capacidades, lo que puede llevar a formas de sometimiento tecnológico.La IA amplifica la capacidad de los estados para llevar a cabo ciberataques, campañas de desinformación y espionaje. Estas herramientas se utilizan no solo para debilitar a rivales, sino también para influir en elecciones mediante la manipulación de las redes sociales con bots y algoritmos avanzados para socavar la confianza en las instituciones democráticas.
Los países con menor capacidad tecnológica quedan rezagados en la nueva economía digital, consolidando su dependencia de las potencias que controlan las infraestructuras tecnológicas globales.
La IA como herramienta de diplomacia y cooperación
Aunque la competencia predomina, la IA también ofrece oportunidades para la cooperación internacional en temas de interés común, como:Mitigación del cambio climático mediante sistemas de monitoreo global, prevención de pandemias a través del intercambio de datos y modelos predictivos.
La IA y políticas gubernamentales: control interno y proyección externa
En muchos países, los gobiernos están utilizando la IA para fortalecer su control sobre la sociedad. Esto puede tener efectos positivos, pero también genera riesgos significativos. Por ejemplo, la IA es utilizada para monitorear a los ciudadanos mediante cámaras con reconocimiento facial, análisis de redes sociales y otros sistemas de seguimiento.Los gobiernos pueden emplear algoritmos para difundir propaganda, censurar contenidos críticos o polarizar a la sociedad.La IA permite crear narrativas dirigidas, lo que debilita el debate democrático.
Las políticas gubernamentales que priorizan la automatización sin un plan para redistribuir los beneficios tecnológicos pueden aumentar el desempleo y la desigualdad económica. Esto es especialmente evidente en sectores como manufactura, transporte y servicios.
Políticas externas: la IA como instrumento de poder blando y duro
Los estados pueden utilizar la IA para mejorar su imagen global, liderando avances en áreas como salud, educación o sostenibilidad, creando iniciativas para compartir tecnología de IA con países en desarrollo.
La IA está transformando las capacidades militares a través de armas autónomas, sistemas de vigilancia global y la integración de inteligencia en estrategias de guerra híbrida. Esto plantea el riesgo de un desequilibrio de poder, donde los estados con más recursos tecnológicos pueden someter a naciones más débiles.
El control tecnológico: minorías dominantes vs. mayorías ciudadanas sometidas.
El desarrollo de la IA está dominado por un pequeño número de actores. En lo que respecta a empresas tecnológicas multinacionales tenemos a Google, Amazon, Microsoft, Tencent y Alibaba, entre otras. Las redes sociales dominantes como Instagram, Facebook, WhatsApp, TikTok también están en pocas manos.
Estados con recursos masivos, como Estados Unidos, China, Rusia, Alemania concentran el mayor poderío tecnológico y esta concentración genera una asimetría de poder que afecta directamente a las mayorías ciudadanas. Por estas razones las empresas y los gobiernos acumulan riqueza e influencia a través de la IA, mientras que las poblaciones más vulnerables enfrentan los efectos negativos, como el desempleo y la exclusión digital.Los ciudadanos y estados menos desarrollados dependen de infraestructuras tecnológicas controladas por estas minorías, lo que limita su autonomía y los hace vulnerables al sometimiento.
La IA amplifica las dinámicas de poder existentes, permitiendo que un estado o grupo dominante someta a otros de varias formas, tres de las más importantes son: el colonialismo digital, practica donde los países tecnológicamente avanzados exportan sus tecnologías a naciones en desarrollo, a menudo bajo condiciones que benefician al exportador y perpetúan la dependencia. Otra es la ciberguerra y espionaje, la cual le permite a los estados con capacidades avanzadas de IA sabotear infraestructuras críticas de otras naciones, debilitándolas sin necesidad de un conflicto militar directo. Y por último tenemos la ya conocida práctica de manipulación económica, ahora más sofisticada, donde los sistemas de IA controlan mercados financieros globales, lo que permite a las potencias tecnológicas influir en la estabilidad económica de otras naciones.
¿La IA agrava o resuelve problemas en este contexto?
Si se utiliza éticamente, la IA puede cerrar brechas en áreas como educación, salud y acceso a servicios básicos en naciones menos desarrolladas.La IA podría usarse para analizar dinámicas geopolíticas complejas y proponer soluciones pacíficas basadas en datos objetivos.En democracias, la IA puede ser utilizada para monitorear la corrupción, mejorar la rendición de cuentas y fomentar la participación ciudadana. Son muchos los problemas que se pueden abordar con éxito a través de las novedosas tecnologías digitales.
La IA tiene el potencial de transformar las relaciones internacionales y las políticas internas y externas, pero su impacto dependerá de cómo se gestione este poder. Si los estados y las empresas dominantes no adoptan un enfoque ético y cooperativo, el control de la tecnología por parte de una minoría podría llevar a un sometimiento masivo de las mayorías, exacerbando las desigualdades y tensiones globales.
Si Ud. es un lector acucioso, se debe haber dado cuenta que yo insisto mucho en el uso ético de la tecnología y especialmente las nuevas tecnologías digitales donde destaca la ya nombrada Inteligencia Artificial y esto me remonta a los griegos donde en la “Ética a Nicómaco” Aristóteles establece que todas nuestras acciones tienen un fin, y ese fin último es el bien supremo. Este bien debe ser autosuficiente, deseable por sí mismo y conducir a la eudaimonía. Para alcanzarlo, los humanos deben actuar de manera virtuosa, equilibrando sus deseos y racionalidad.
Si bien este concepto de la ética en Aristóteles tiene una connotación teleológicalo podemos relacionar con los problemas éticos contemporáneos ya que en el diseño y uso de la IA, surge una pregunta similar:
¿Cuál es el fin último de esta tecnología?
Si el desarrollo de la IA se guía por fines éticos, como mejorar la calidad de vida, reducir desigualdades o proteger el medio ambiente, podríamos alinearlo con el concepto aristotélico del bien supremo.Sin embargo, si su propósito está motivado únicamente por el lucro, el control o la guerra, la IA no estará alineada con un fin ético.
La falta de claridad en los objetivos que guían el desarrollo de la IA es uno de los mayores dilemas éticos actuales. ¿Estamos utilizando esta herramienta para alcanzar el bien común o para satisfacer intereses de grupos específicos?
La virtud, según Aristóteles, es un justo medio entre dos extremos viciosos: el exceso y la carencia. Por ejemplo, la valentía es la virtud que se encuentra entre la cobardía (falta de valentía) y la temeridad (exceso de valentía). Este equilibrio debe ser guiado por la razón y ajustado a cada situación.El uso de la IA también requiere encontrar un justo medio. Si permitimos que la IA automatice todos los aspectos de la vida humana, corremos el riesgo de deshumanizar nuestras interacciones y depender excesivamente de la tecnología.Por otro lado, rechazar la IA por completo podría significar perder oportunidades para resolver problemas globales como la pobreza, la salud o el cambio climático y así mejorar la calidad de vida en el planeta. El justo medio en este caso implica usar la IA de manera prudente, evaluando cuándoy cómo puede complementar nuestras capacidades sin sustituir lo que nos hace humanos.
Aristóteles sostiene que la virtud requiere deliberación racional y responsabilidadmoral. Las acciones virtuosas no son automáticas; dependen de nuestra capacidad para reflexionar, elegir lo correcto y actuar en consecuencia. Esto convierte al humano en un agente moral consciente de sus decisiones.
Conclusión: La ética aristotélica como guía para la era de la IA
La Ética Nicomáquea nos ofrece un marco valioso para abordar los dilemas éticos de la inteligencia artificial:Nos recuerda que las tecnologías deben estar orientadas hacia el bien común, no hacia intereses particulares.Nos enseña que el uso de la IA debe buscar el equilibrio y la prudencia, evitando tanto el exceso como la falta.Nos insta a asumir la responsabilidad moral como agentes conscientes de nuestras decisiones y su impacto en el mundo.
En última instancia, creo que la pregunta que Aristóteles nos plantearía hoy sería: ¿Estamos utilizando la IA para construir una sociedad más virtuosa y justa, o estamos sacrificando la eudaimonía en nombre del progreso tecnológico?
¿Qué opinas tú? ¿Cómo crees que podemos aplicar estos principios clásicos para guiar el desarrollo ético de la inteligencia artificial?.
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