“Amo el jazz porque es una música
que permite todas las imaginaciones”
Julio Cortázar.
(Bruselas 1914-1984).
León Magno Montiel
@leonmagnom
La primera vez que la palabra jazz apareció impresa fue en 1913, en la ciudad de San Francisco, en la Costa Oeste de los Estados Unidos.
Sobre el origen de ese misterioso vocablo existen varias leyendas, sin embargo, los lingüistas y los cronistas pioneros se inclinan por la versión que la considera una insinuación sexual, el sonido onomatopéyico del orgasmo; un monosílabo que connota la satisfacción plena. Como casi toda la música que nació en el continente americano, es producto del mestizaje africano y europeo.
Se conformó en la población afroamericana del sur estadounidense, con marcada influencia francesa, concretamente en Nueva Orleans, en las barriadas marginales de la heterogénea ciudad portuaria. Allí se ubica el nacimiento del jazz a finales del siglo XIX.
En 1917 se grabó el primer álbum de jazz, en una de las metrópolis que le dio más impulso: Chicago, la ciudad del viento frente a los grandes lagos. La grabación la realizó “The Original Dixieland Jazzband” cuyos músicos se habían levantado y formado en Nueva Orleans, entre peleas callejeras, timadores, prostitutas y alcohólicos, en sus barrios duros, como el legendario Storyville.
Estos ejecutantes fueron progresivamente emigrando primero a Chicago, luego a Nueva York: las dos mecas de la movida musical, donde se inició el boom del género.
Comenzaron a aparecer los tótems sagrados de la nueva maravilla sonora, el principal fue Louis Armstrong el nativo de Louisiana (1901-1971)
el gran “Satchmo”, extraordinario cantante de blue, quien introdujo el solo en la vieja estructura ejecutoria de las bandas pioneras.
Era hijo de una prostituta, no conoció a su padre, en su niñez lo protegió una familia de inmigrantes rusos, lo alimentaron. Su primera trompeta la compró en una casa de empeños por cinco dólares, dinero que había ganado vendiendo carbón en las calles de los tugurios, sectores de una atroz miserabilidad.
Lo llamaron “El elegido de Dios” por su altos dotes artísticos y su inagotable carisma.
Después surgió otro grande, Duke Ellington, oriundo de Washington (1899-1974), insigne pianista y director de orquesta, considerado el más grande compositor norteamericano. Hijo de un mayordomo de la Casa Blanca, y una educadora. En una ocasión declaró: “El piano es mi órgano de seducción”.
Fue el primer jazzista cuyas actuaciones transmitió la CBS por radio, en directo desde el Cotton Club en Harlem, para una gran audiencia en Norteamérica.
El mundo impactado por esta nueva expresión sonora, conoció a dos músicos blancos que hicieron historia: Benny Goodman, un clarinetista hijo de judíos polacos, a quien llamaron “El rey del swing”.
Y Stan Getz, un saxofonista de nacido en Filadelfia, lo bautizaron “El sonido”. Ambos se abrieron paso en ese universo de músicos afroamericanos; siendo dos blancos caucásicos, brillaron entre los talentosos negros orgullosos de su herencia.
Sin duda, Godman y Getz tomaron el testigo que les dejó el pionero de los músicos blancos León Bix Beiderbecke, el nativo de Iowa que llegó a tocar con Armstrong y quien alabó su talento. Bix solo vivió 29 años, murió deprimido, solitario y alcohólico en un habitáculo mísero en Queens.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el jazz se extendió por Europa, llegó a todos los confines de América. El boom de la radio en los años 20 y de la televisión en los 50, lo catapultaron más aún. Tal como lo reflejó Woody Allen en su filme “Días de radio” de 1987, el jazz se ejecutaba en vivo en grandes salones que tenían dispuestos las emisoras, en los años 40.
Los usuarios lo escuchaban congregados alrededor del aparato receptor, con una gran puntualidad y una fidelidad, casi religiosa.
Surgieron nuevos talentos como Charlie Parker, el gran saxo alto de Kansas City (1920-1955) por su estilo impecable lo llamaron “Bird” (pájaro). Él solo vivió 34 años, se lo tragó el monstruo de las drogas. Su vida la caracterizó magistralmente el actor Forest Whitaker en la cinta “Bird” dirigida por Clint Eastwood en 1988. El forense que realizó en Nueva York el acta de defunción de Charlie, colocó en su informe: “parece un hombre con una edad entre 50 y 60 años”, al momento del colapso cardiorespiratorio.
Entonces, el mejor saxo alto del mundo, era una ruina humana.
Dizzy Gillespy fue otro genio, brillante ejecutante de la trompeta, leal compañero de Parker. Ellos realizaron un dúo memorable, fueron los supremos jerarcas del bepbop. En 1952 impactaron a la nación con un show en vivo en la naciente televisión, con una ejecutoria sin enmiendas, impecable, digna de dos maestros: los bepbopers de mayor jerarquía.
John Coltrane el nativo de Carolina del Norte (1926-1967) fue considerado el mejor saxo tenor del jazz, otro monstruo sagrado de la música jazz.
El pianista más ingenioso y de mejor lógica para la armonía en todo el jazz, fue Thelonious Monk, hombre que pasaba días enteros en silencio, inmutable, como soñando música. El maestro de los múltiples sombreros, tocaba con los dedos rectos, como martillos de marimba.
Él habitaba en un universo de notas y acordes, como en trance, desconectado del mundo de los tranvías, ascensores, de bares atestados y de las tumultuosas avenidas de la ciudad de Nueva York.
Otro icono fue Miles Davis el padre del cool jazz, con su trompeta lograba sonidos del alma, representó el lado prismático del sonido jazz. Junto a Dave Brubeck le dieron impulso a esa variante. Brubeck fue el primer jazzista que logró vender un millón de copias, con su disco “Time out”. El músico Wynton Marsalis, trompetista y pedagogo nativo de Nueva Orleans, 1961, afirmó: “Ellos, lograron sostener la intensidad al interpretar, reflejaron su mundo interior en la música que tocaban”.
La historia del género destaca a dos mujeres con mucho garbo al cantar, de imponentes estilos: Ella Fiztgerald y Billie Holiday. Con sus cálidas voces se sembraron en el público mundial, y igual que su música, ellas reflejaban sensualidad, eran provocativas, unas damas con dotes de líder. Fitzgerald era de Virginia, la llamaron “The Lady” (1917-1996). Billie Holiday era de Filadelfia, nació en 1915 y murió con solo 44 años víctima de cirrosis hepática en 1959.
Casi todos estos iconos, que han sido referencia y encarnación directa del jazz, vivieron atenazados y oprimidos por los narcóticos, por el consumo excesivo del alcohol y cigarrillos. Llevaron vidas sentimentales destrozadas, con familias desmembradas, y muchos murieron errantes. Esa problemática y esas carencias, les generaban períodos de sombrías nostalgias: situaciones que reflejaron en sus obras.
Todos ellos vivieron los años de bares clandestinos en “La gran manzana”, padecieron la exigencia de la cabaret-card para poder trabajar en los centros nocturnos. Los blancos que habían aceptado el empuje del ragtime, como una expresión novedosa de la pianística norteamericana liderada por Scott Joplin, aún rechazaban algunos artistas negros.
Eran tiempos del Ku Klux Klan.
En América Latina también se sembró el jazz, llegó a través de las bandas sonoras del cine, de los álbumes de vinilo desde los puertos de Nueva York y de la radio en onda corta. Impactó la versión de “El manisero” de Moisés Simons en la voz ronca de Louis Armstrong, grabada en 1930. Con el aporte de Dizzy Gillespie y Mario Bauzá, germinó la variante llamada “jazz afrocubano” en 1943. Luego surgió la bossanova en Brasil, en 1956 con la égida de Tom Jobin, Vinicius Moraes y Joao Gilberto.
En Venezuela nace a finales de los años 50 La Onda Nueva, una jazzística criolla en compás de 3/4 creada por el talentoso pianista Aldemaro Romero, junto al baterista “El Pavo” Frank Hernández.
En Argentina deslumbra la fusión de tango y jazz del bandoneonista Astor Piazzola, genio solista nativo de Mar del Plata (1921-1993) autor de “Libertango”. Además, el saxofonista, El Gato Barbieri, un verdadero maestro. En tiempos más recientes, los geniales Osvaldo Tarantino y el trompetista Leonel Kaplan nacido en Buenos Aires en 1973.
En Cuba se destacaron: el padre de la percusión Chano Pozo y su mejor discípulo Mongo Santamaría, el pianista Chucho Valdés y su Irakere, La banda Afrucubans, el genial saxofonista y clarinetista Paquito D’ Rivera, y el célebre trompetista Arturo Sandoval.
México ha sido otra cantera de jazzistas y rockeros liderados por Santana y Germán Bringas.
En todas las naciones del planeta conseguimos jazzistas, músicos que de alguna manera, interpretan música bajo ese exigente canon de calidad. Por ello la UNESCO decidió rendirle un reconocimiento, como una creación musical que incentiva el ingenio, une a los pueblos, rebasa las barreras raciales, y conecta a los cinco continentes. El organismo eligió el 30 de abril como el “Día Internacional del Jazz” para celebrarlo en todo el orbe, recordando que el pintor francés Henry Matisse lo definió como: “Ritmo y significado”.
La declaratoria de la UNESCO reza lo siguiente:
“En esencia, el jazz es una música de la paz y esto nunca ha sido tan importante para luchar contra las nuevas formas de odio, racismo y discriminación, y para fortalecer a la humanidad como una única comunidad que comparte un pasado y un destino”.
Se ha venido celebrando desde el 2011 con mucho éxito; en Venezuela, El Sistema de Orquestas Juveniles suele interpretar temas clásicos del jazz, lo promueven en sus giras, en todos sus núcleos. Además se ha continuado con los grandes festivales de jazz, como el de Montreal, Aruba, París y muchos otros en la geografía mundial.
Julio Cortázar, un reconocido amante del jazz, fisgoneó en los diversos estados espirituales que producen las notas y el ritmo de este género, y dedicó a su admirado Charlie Parker el cuento “El perseguidor”, donde lo describe con la renquera que le propiciaba sus borracheras por las calles de París, de los años 50, capital a la que Cortázar llegó comenzando su obra literaria y donde falleció en 1984.
En su obra maestra “Rayuela” de 1963, aparece citado el jazz como la música que se escuchaba en el Club de La Serpiente. En 1966 Julio asistió al concierto de Theloniuos Monk en Ginebra y eso cambió su vida, exacerbó la atracción que sentía por las vidas de los jazzistas, y le hizo caer en cuenta de su condición única de narrador en tiempo sincopado, descubrió el swing jazzístico de sus célebres relatos.
La música que crearon los negros norteamericanos, los herederos de una tradición de ancestros africanos que llegaron a Norteamérica en condición de esclavitud, se amalgamó con las tradiciones religiosas de sus colonizadores británicos y de sus negreros franceses. Hoy, representa un arte musical que une al planeta, enarbolando una bandera de paz y amistad, con un alto sentido estético, en búsqueda permanente de la perfección.
A la vez, con la mayor carga de sentimientos, es expresión del sentir de los marginados, de los sometidos: hombres y mujeres que lograron su libertad plena a través de la música.
Es una expresión de placer que envuelve con sus notas al planeta, y que llamamos jazz en todas las lenguas:
En latín: amor omnis jazz.
En inglés: all love jazz.
En francés: tout l’amour du jazz.
En zulu: konke uthando jazz.
En noruego: alle elsker jazz.
En alemán: alle lieben Jazz.
En yoruba: gbogbo ife jazz.
En portugués. todos jazz amor.
En fin, así diremos cada 30 de abril, en perfecto español: “Todos amamos el jazz”. Gracias a la UNESCO por tan valiosa iniciativa, que protege y promueve el género musical que intenta hacer de este mundo, un sitio más confortable.
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