La Doble V, Vinicius y Valverde, protagoniza el triunfo que da el octavo Mundial blanco ante un Al Hilal tierno. La Octava sitúa a los blancos como dominadores absolutos
Puede que suene a amistoso de verano, es posible que el nivel de exigencia no tuviera nada que ver con una eliminatoria europea. Sólo los campeones de Europa, de Asia o de América podían disputar la corona mundial. Y después hay que llegar al torneo e imponer la lógica. Parece fácil para el Madrid, aunque no lo fuera para el Flamengo. Por eso, igual que no hay ningún club en Europa con tantas Champions, tampoco hay en el mundo ningún equipo con tantos Mundiales como el Real Madrid. Es el Rey, y no admite discusión.
Lo aceptó Al Hilal, que sólo aguantó en pie los últimos 20 minutos del primer tiempo. Rodillo blanco, algo deslucido por la relajación final. Al contrario de lo habitual, el Madrid fue un vendaval en el inicio del partido. No fue un derroche físico, sino una lección de cómo manejar la pelota y marear a un rival. Con Benzema y Carvajal, justitos de entrenamientos, el once de Ancelotti se pareció en lo posible al de París, en esa norma no escrita de Ancelotti de rendir homenaje al equipo campeón, ese que acumula títulos en la última década. Se comportó como tal, atropellando a Al Hilal en 20 minutos esplendorosos.
Amagó Benzema con coronar un centro de primeras de Carvajal, pero estaba en fuera de juego. El francés, cuatro minutos después, recibió de Valverde, filtró en profundidad a Vinicius y el brasileño cruzó por bajo. Abrazo, beso al escudo y baile. Cinco minutos después, tras una acción defendida reguleras por los saudíes, Valverde conectó una volea cruzada que pasó bajo las piernas de Albulayhi y desorientó al meta. Abrazo a Ancelotti, que no tendrá que retirarse al completar Fede la decena de tantos. Total, 2-0 en 18 minutos. Ni los más viejos del lugar.
Quien afirmaba que Al Hilal era el Madrid de Asia se amparaba en sus títulos y su potencial. Más allá de los números, el equipo saudí también se mostró más cómodo atacando que defendiendo, y le costó la vida recuperar la pelota. Ramón Díaz cambió el dibujo inicial, con Marega como referencia, y colocó a Vietto de falso delantero, con el ex del Oporto a un costado. Bingo. Una pérdida del Madrid cogió al equipo mal parado, Kanno abrió a la derecho por donde galopó Marega, en solitario, para anotar el 2-1 por bajo. De nada había servido el aviso de Ancelotti, pidiendo más tras la diana de Valverde.
La distancia mínima colocó a cada cual en su sitio. El Madrid, consciente de que podía sufrir si cometía errores, se aplicó en mininizarlos. Los saudíes, conformes con seguir vivos, hicieron lo propio. Hasta el descanso, una ocasión clarmosa de Benzema, tras un gran balón diagonal de Valverde, y otra escapada de Marega a la espalda de Alaba, claramente el punto débil del Madrid.
El partido debió acabar con el 4-1. Si acaso, ampliar el tanteador blanco, dada la entrega defensiva de Al Hilal. Pero el Madrid aflojó tanto en defensa que se llevó un sofocón. Descontó primero Vietto, libre entre los centrales. Amplió Vinicius, tras intentar el desborde por izquierda y rebañar un recorte de Ceballos, pero un error en la salida de Camavinga permitió a Vietto pisar la pelota en área chica, revolverse y anotar con comodidad. Y suerte que Marega falló un remate a puerta vacía. No embocó, y el Madrid pudo disfrutar de un triunfo que cierra un ejercicio perfecto: Champions, Supercopa de Europa y Mundial de Clubes. Ahí queda eso.
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El Pepazo/Marca