Leonardo Núñez Martínez
Terminaban las vacaciones y volvería a ver en el colegio a la maestra Laura. Sabiamos que el nuevo maestro sería Henorio, un “callelarguero” popular, multifacético y “jodedor” como élla, que aderezaba sus clases con un fuerte sabor perijanero y zuliano.
Uno de esos días, las barbacoas y cocales del pueblo se “arizaron”, algunos techos “volaron”, la ropa de la cuerda cayó al suelo, los pinos de la plaza “traquearon” y muchas ramas de árboles frutales se desprendieron. Los “yucales” fueron arrasados y los “pajonales” fueron aplastados. El agua entró por las ventanas y “hendijas” del techo y las pocas antenas se doblaron. Había cables desprendidos por todas partes y el barómetro “de que” el viejo Felipe Gutiérrez con su gallo direccionador, daba vueltas sin parar.
Nos daba terror “coger” la calle a disfrutar el aguacero, temíamos que nos llevara el viento. El viejo Neptalí García festejaba el fenómeno climatológico y con su “pipa” en la mano nos dijo: ¡Ese es el ‘Chubasco de Santa Rosa!.
Él lo esperaba todos los años, al final de agosto o comenzando septiembre, por eso no le sorprendía su inclemencia. Narraba que en el pasado, hubo vaqueras y cochineras destechadas y gallineros y “tablaos” destruidos. También nos decía que «el Chubasco de Santa Rosa», a veces pasaba por San José rumbo a Machiques, pero que él sabía cuando venía en serio, con vientos de hasta 100 kilómetros por hora, acompañados de abundante agua, es decir, un verdadero chubasco.
Observar cómo transcurre el calendario siguiendo o en compañía de estos fenómenos era sentirse asociados a la naturaleza y convivir o formar parte de ella. Igual que “el veranito de San Juan”, “los vientos de febrero”, el “friíto de diciembre”, los “solazos de mayo”, las “lluvias de primavera”, los “aguaceros de octubre”, las “despedidas de agua” y otros sucesos esperados, «el Chubasco de Santa Rosa» era muy conocido por los viejos montunos en todo el Zulia, acostumbrados a la regularidad o estabilidad y variaciones del clima.
Hoy, el cambio climático devino en CRISIS provocando un calentamiento global y desajustes extraordinarios en la frecuencia, intensidad, localización y fechas de estos fenómenos. Hasta allá ha llegado nuestro desafío a la naturaleza, sin importarles a muchos Estados insensibles la disminución de gases con efecto invernadero, los acuerdos de Kioto y París, la desaparición o inacción de Ministerios de Ambiente, la desforestación e incendios forestales y la proliferación de huracanes e inundaciones, CRISIS que sin embargo no ha borrado de nuestro recuerdo, «el Chubasco de Santa Rosa».
Guardar en la memoria los caracteres cambiantes del clima, contribuye a apreciar la naturaleza y a identificarnos con el espacio territorial de dónde somos.
¡Dolor, por las víctimas del terremoto en Marruecos, el huracán en Florida y el ciclón en Libia!
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
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