«Tengo una relación tóxica con el boxeo». El «rey gitano» admite cuál es su mayor adicción de la que no puede salir

VICENTE BELTRÁN

Tyson Fury es de los que se ha retirado varias veces. Es de los que dejaron el boxeo por la lucha libre profesional, y es de los que ha admitido que no puede vivir sin él. Quizás por ellos se ha ido y ha vuelto en repetidas ocasiones, pero en todas ellas ha acabado hincando la rodilla ante la evidencia.

Tyson Fury (izquierda) y Oleksandr Usyk durante la rueda de prensa en Outernet London.Zac Goodwin

No es ningún secreto que ya atisba el ocaso de su carrera profesional, a los 36 años, y aunque se resiste a admitirlo, esta vez sí, está dispuesto a colgar los guantes para ocuparse de su familia, de sus ocho hijos y de sus negocios fuera del show business del boxeo. Así lo admitió en una reciente entrevista con Queensberry Promotions: «He estado enamorado del boxeo desde que era un niño y probablemente esté en los últimos años de mi carrera deportiva».

Como todo lo que se ama sin medida, Fury sabe que esa relación con este deporte que le ha dado todo puede poner en riesgo la naturaleza de muchas de sus decisiones personales, y continuó diciendo: «Ha sido una relación de amor-odio. Cuando es buena, es muy buena; y cuando es mala, es muy tóxica. Es una de esas relaciones que te resistes a abandonar, así que trato de hacer que funciones y en ese punto estamos ahora».

«Estoy tratando de mantener con vida esta relación romántica desde que recuerdo, desde que era niño y ahora soy un hombre hecho y derecho, padre de familia que se ha hecho a sí mismo», sentenció el británico.

Ha sido una relación de amor-odio. Cuando es buena, es muy buena; y cuando es mala, es muy tóxica
Tyson Fury aclara su relación con el boxeo

La droga más adictiva

Quizás la derrota ante Oleksander Osyk en Arabia Saudita el pasado mes de mayo le haya hecho recapacitar acerca de la retirada definitiva: «A veces pienso si debería o no abandonar el boxeo; he intentado dejarlo muchas veces pero siempre me ha arrastrado de vuelta».

Pelear por su familia es lo que le ha hecho llegar a esa edad en plenitud de condiciones, lo que le ha mantenido alerta en todas las fases de la vida, aunque también admite que, a veces, ha sido un arma de doble filo: «Es una droga, una adicción y soy una persona adictiva. El boxeo es mi droga, no es mi mejor amigo. Abusa de mí, cuando voy al gimnasio abusa de mi físico, de mi mente, de mi salud. Pero al final siempre llego al éxtasis, es inevitable. Me da el subidón más grande y el bajón más absoluto. El boxeo es bastante peor que cualquier droga, nunca lo podrás dejar pasar».

El sueño de Fury de convertirse en el primer campeón indiscutible desde Lennox Lewis en 1999 se desmoronó por obra y gracia de Usyk en Riyad y ahora solo le queda esperar a que el 21 de diciembre vuelva a sonar la campana y la revancha contra el ucraniano dé comienzo.

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