Thaischi Molina
Alígero como los hermosos ángeles
que cabalgan en el horizonte,
esos que van dejando al andar la estela del nectar de los montes.
Sucumbe el cielo
y el sol se viste de sombras,
aúlla la noche en la espera de su turno;
las estrellas caerán en el tiempo de dolores
y toda conmoción la tierra esperará.
Botones de espanto abrirán los abismos
al saber que el tiempo acabará;
Sitibundo andará cuál mortal en la tierra seca;
sopla el viento nubífero y se estaciona en medio de la batalla;
las espadas solo brillan de un lado a otro
y el quejido hambriento de la noche
se esparce en el valle de los quebrantos.
La lluvia disipa el algente asolador
y cae niebla que recorre el camino tortuoso;
la mano cayó en medio del mar
e hizo levantar el Crepúsculo sin fin.
Gaviotas aletean el peligro inminente quedando trastornadas cuando sus mares se ahogaron en pena.
Los peces burbujean el clamor del mortal.
voces se incrustan en ladrillos de barros y paja,
grita el silencio, vocifera los hechos y piden venganza;
como un abortivo los montes echaron el veneno que torcían sus entrañas moribundas.
Astíferos quedó el cielo nocturno y taciturno los vientos.
El firmamento
roto quedó cuando perdió su principio y fin.
La tierra recibió los pedazos del cielo cargados de dolor.
Gime la tierra llorando y suplicando
que no la desangren más;
el tiempo dará su tiempo y los guerreros alados soplarán el cuerno,
y el eco de sus sonidos se esparcirá
con gran irritabilidad que atormenta al mortal.
Gime la tierra y llora hasta que la aplaque la bondad de Dios
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El Pepazo