Leonardo Núñez Martínez
La indignación que sufre la serpiente Mapanare o Guayacán es tan grande cuando es apresada y sometida a cautiverio, que prefiere morir de hambre antes que aceptar la comida que le ofrecen sus captores. Es sorprendente esa desafiante actitud como increíble es su aparentar estar dormido o aniquilado para engañar a su victimario y también a su presa, luego acercarla y sorpresivamente saltar sobre ella.
El campesino los conoce mucho y los distingue dentro del monte por las manchas negras sobre su cuero gris. Todo montuno le teme también, por supuesto, a su poderoso y letal veneno.
El Guayacán es el mismo «macaurel» de la costa caribeña o el «cuatronarices» llanero. Entre nosotros, se despliega entre las ramas de los palotales y vegas perijaneras, en el monte seco de El Laberinto o entre las afiladas piedras de Cojoro. Lo mismo se ven en las sabanas de La Villa como en los desbordes del Caño Tiví o en el piedemonte de Tucaní.
Audaces, no muy largos, los Guayacanes se adaptan a cualquier medio, sobreviven a la sequía y escapan de la candela. Por eso, los paraguaneros toman su nombre para identificar un árbol pequeño, verdoso, que siempre dará su sombra…»por muy largo el verano..», como decía el Cantor del Pueblo.
Defienden su territorio y son celosos guardianes de sus nidos. Cualquier perturbación tendrá una inmediata y prolongada respuesta hasta sentirse seguros.
Famosos por su nombre, llamativos por su comportamiento y poderosos por su abundante veneno, los Guayacanes han incidido en las costumbres de la población rural, en su folclor y cosmovisión.
Para enfrentar la agresión imperial y la reacción burguesa se requiere una fuerte dosis de honor, orgullo y espíritu libertario como el que tiene el Guayacán. Sobrevivir al asedio, la guerra económica y sicológica que nos imponen los capítalistas es el reto que tenemos los venezolanos de verdad.
Resistir hasta el final está en la naturaleza del Guayacán. No entregarnos a los intereses de un imperio en decadencia y a la burguesía parasitaria requiere el valor que nos da la dignidad, esa que lamentablemente muchos no tienen, pero que le sobra al Guayacán.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
El Pepazo