Hoy 19 de diciembre de 2023 se cumplen 15 años de la muerte de Tomás José Sanabria. Con 86 años dejó como legado de su maestría arquitectónica obras como El Foro Libertador, los edificios del BCV y del Inces de la Nueva Granada…aunque el más emblemático –por el reto que supuso en su momento–, es el hotel Humboldt, alzado en la cima del cerro protector de Caracas. Una edificacion que, en honor a la verdad, nunca ha sido disfrutada a plenitud por el pueblo de a pie. Siempre estuvo a la orden de los más pudientes.
Tomás José Sanabria.-Foto cortesía Efrén-Hernández_El-Nacional-2007.
Luis Carlucho Martín
Lo que desde su concepción se visualizó como un búnker de protección territorial durante la Guerra Fría, luego materializado en el primer hotel cinco estrellas del país, erigido en la cima del Guaraira Repano, hoy y desde hace rato, es una muestra del desinterés político, social y ciudadano.
Se trata del Hotel Humboldt, nombre en honor a Alejandro Humboldt, el sabio alemán que aportó de manera especial a los adelantos científicos y tecnológicos de este país; tanto que incluso el quinto reloj de la Catedral de Caracas, llamado el Reloj de Bolívar, (porque fue el que coincidió con los días de Simón niño creciendo en los alrededores de la entonces Plaza Mayor), cada vez que se retrasaba era calibrado por un reloj de sol ideado por el genio teutón.
“Si esto fuese en otro país, seguro lo tendrían cuidadito”, dijo Elena Ruiz, una joven estudiante de arquitectura mientras fue a conocer el sitio.
“Lo único barato y que funciona bien es el teleférico: con cinco mil quinientos basta; lo demás es para millonarios y el hotel para fantasmas, porque está cerrado, así como su famosa pista de patinaje sobre hielo”, se lamentó la bella dama.
Tristemente, ella y el resto de los que han trepado a esas alturas pueden comprobar cómo el sitio se pobló de artesanos (eso está bien) y de miniempresarios emprendedores (también lo aprobamos) que a manera de subsistir ofrecen en venta, cualquier cosa, a costos inaccesibles y en dólares.
“Y lo que es en bolívares, me parece una grosería”, replicó la universitaria: “Un chocolate caliente, pequeño, 10 mil; unos alfajores en 17 mil, una mermelada miniatura en 24 mil y unas galleticas en 24 mil. Un trabajador de sueldo mínimo, padre de dos hijos, ¿cómo hace para disfrutar de ese paseo?” , se preguntó algo alterada, y con razón.
Sobre el nivel del mar
El icónico hotel fue construido a un poco más de dos mil metros de altura (2.140, pasando un poquito la cota 2000) sobre el nivel del mar, en apenas siete meses de labores, en el marco del Nuevo Ideal Nacional de Marcos Pérez Jiménez, para promover la modernización urbanística del país en la década de los 50.
La tarea fue ejecutada por el arquitecto Tomás José Sanabria y los ingenieros Oscar Urreiztieta y Gustavo Larrazábal, a manera de torre cilíndrica con 60 metros de altura y una visión periférica de 360° que abarca toda Caracas así como el litoral central.
El paisajismo lo realizó Roberto Murle Marx, el mismo del Parque del Este, ahora llamado Miranda.
En su momento, esta joya de la arquitectura fue, junto al Tamanaco y el Guaicamacuto (en construcción en esos días; luego Macuto Sheraton) referencia obligatoria como grandes hoteles de la nueva era, y del que lamentablemente hoy queda, solo a manera de envoltorio, su impresionante visión exterior.
En constantes altibajos
El inexplicable e inescrupuloso abandono al que ha sido sometida esta llamativa obra de la arquitectura moderna, no es exclusividad de estos días.
Desde sus inicios, el 29 de diciembre de 1956, se desvirtuó su uso: era escenario de grandes faenas festivas y eventos de orden social para la high society del momento, lo que conllevó a descuidar sus funciones de hospedaje.
Con la caída de Pérez Jiménez cayeron muchas cosas. Los gobiernos cuartorrepublicanos despilfarraron y poco dedicaron a la industria turísitica; aunque con este monstruo avileño hubo excepciones, pero sin aciertos.
A la dejadez de las esferas de poder del momento se sumó la falta de empeño de la cadena Sheraton (encomendada para labores de mantenimiento y refacción. Solo funcionaban 18 de las 70 habitaciones y la discoteca). También incidieron los efectos erosivos del terremoto de 1967. Ello aceleró la crisis de gerencia que declaró el cierre total en 1969.
De 1974 a 1976, a pesar de la activación de Incatur, fracasan los intentos para darle forma de escuela hotelera. Como colofón, en 1977 ocurre un accidente en el teleférico que conduce al total abandono. Igual que lo ocurrido entre 1986 y 88.
Hubo hasta fiestas especiales y secretas para periodistas y gente allegada a los gobiernos de turno, todo ajeno a la actividad hotelera, refacción y cuidado de la infraestructura ideada para el disfrute de todos.
Correctivos para el turismo
“¿Qué opina usted –continuó Elena Ruiz– acerca del supuesto contrato a 30 años que asumió la Inversora Turística de Caracas para los proyectos como Ávila Mágica, la restauración del hotel, del teleférico hasta La Guaira y la apertura de un Casino? A mí me parece que se copiaron de la cuarta República. Debe haber algún responsable ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?”, se preguntó, algo inquieta.
Sea como sea, la mole del Hotel Humboldt figura como un monstruo en las alturas, reclamando mayor atención y serias políticas de inversión para rescatarlo y ponerlo al servicio de toda la ciudadanía y así darle vida a la industria turística interna y foránea…
El Pepazo