Los Ángeles Lakers se han hecho con el primer In-Season Tournament de la historia, un torneo cuyas raíces casi se remontan al nacimiento del propio juego
Con el trofeo en las manos de LeBron James el juicio popular resultó unánime: el In-Season Tournament ha sido todo un éxito. A la espera de que se hagan oficiales las cifras de audiencia de cuartos, semifinales y final; los más de dos millones de espectadores que registró el decisivo encuentro entre Warriors y Kings suponen un incremento aproximado del 93% de audiencia (según la propia NBA) respecto a un partido de similar enjundia disputado en fechas parecidas hace un año.
La primera noche de Copa NBA registró 1,7 millones de espectadores de media, un 35% más que cualquier viernes de noviembre de 2022. Durante este mes, ESPN y TNT, las dos principales cadenas nacionales que hospedan la NBA en Estados Unidos, registraron aumentos del 26% en sus audiencias durante los encuentros del torneo disputados en noviembre; y las televisiones locales lo hicieron en un 20%.
A toro pasado, es fácil olvidar el choque cultural que supone la introducción del In-Season Tournament en el deporte estadounidense. Pero precisamente por ello vale la pena retroceder para hallar el germen de un invento que ha acabado siendo un éxito rotundo y que parece haber llegado para quedarse.
Adam Silver, comisionado NBA, heredó el cargo de las manos del legendario David Stern en febrero de 2014. Aquel mismo octubre, el directivo ya hacía referencia a la idea de introducir un torneo a mitad de temporada regular. «Los directivos de la liga y yo llevamos tiempo estudiando el modelo de fútbol europeo, la Champions League y otros tipos de copas y torneos dentro de la temporada. Ahora mismo todo tarta de conseguir el Larry O’Brien, pero quizás surjan oportunidades para traer otro tipo de trofeo», pronunciaba ya entonces.
Hemos estado estudiando el fútbol europeo y la Champions League y, eventualmente, podría haber una oportunidad de introducir un torneo a mitad de temporada
Adam Silver, comisionado de la NBA en 2014
Esa oportunidad, como en tantas otras ocasiones, surgió de una crisis. El descalabro financiero que significó el coronavirus para la economía mundial, y las competiciones deportivas en concreto, empujó a la NBA a idear no sólo un plan para finalizar su campeonato de la mejor manera (la burbuja de Orlando), sino una especie de ampliación que aliviase la sensación de injusticia por no poder completar el curso al completo.
Ciertas voces defienden que el play-in fue tan sólo una estratagema para hacer que Zion Williamson, entonces futurible cara de la liga, tuviese oportunidad de reengancharse en la lucha por los playoffs. Tres temporadas después, este apéndice que da vida a dos equipos más por conferencia se ha demostrado como un acicate en la lucha contra el tanking, esa práctica consistente en dejarse ir para pescar talento vía draft.
La primera piedra de la Copa NBA
El nacimiento del play -in demuestra al mercado estadounidense, conservador por naturaleza, que la estructura normativa de sus campeonatos se puede alterar sin perder esencia. De hecho, los cambios buscan precisamente potenciar dicha esencia. Y, una vez abierta la veda, Silver no desperdicia una sóla aparición pública para hacer un guiño tras otro a lo que acabó anunciándose el pasado 9 de julio con el nombre In-Season Tournament.
Sin embargo, este no es sólo producto de las ideas con las que el actual comisionado llegó al cargo, sino que bien se podría tomar como otra cima más de la globalización de la liga. La diáspora del baloncesto se propaga fuera de los Estados Unidos, su lugar de nacimiento en 1891, ya en sus primeros años de vida. Engendrado en el seno de la YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) de Springfield, el carácter internacional de la organización pronto llevó al recién nacido deporte a México (1892), París (1893), India, China (1894)… Y así hasta tocar los cinco continentes para mediados de la primera década del siglo XX.
El poco recorrido reglamentario y cultural con el que el juego se arroja al mundo provoca que cada población que lo termina interiorizando lo haga un poquito suyo. Producto de esto nace la FIBA (Federación Internacional de Baloncesto) en 1932 como ente totalmente apartado de un panorama estadounidense en el que imperaba el caos y donde institutos y universidades se comenzaban a asentar como hogar de la canasta.
La NBA, germinada en 1949, crece pues al margen de todo el baloncesto que acontecía lejos de sus fronteras. A pesar de que George Mikan, su primera gran estrella, era de ascendencia croata. Las acostumbradas dicotomías de la población ‘yanki’. A Juegos Olímpicos, Panamericanos y mundiales no acuden profesionales, sino jugadores en etapa formativa que dominan con puño de hierro hasta 1972, fecha de la primera derrota estadounidense en partido oficial a manos de la Unión Soviética en los JJ.OO. de Múnich.
Del revanchismo de aquella derrota y el debate nacional sobre quién debe representar al combinado estadounidense bebe un abogado recién llegado a las oficinas de la NBA. David Stern ya era parte indispensable del equipo de Larry O’Brien antes de convertirse en el hombre que lo cambiaría todo. El ‘Dream Team’ del 92 no sólo es la primera materialización de su obsesión por llevar la liga allende los mares. También supone cerciorar la posición de la NBA como órgano rector del baloncesto mundial rompiendo con el poder de una FIBA que se quedaba sin argumentos para seguir defendiendo su pretendido amateurismo.
Un viaje de ida y vuelta
La competición entonces se arroja a una expansión que en principio es, sobre todo, de dentro hacia afuera. Los extranjeros comienzan a regar la liga, pero no al ritmo que la NBA se empieza a situar en mercados internacionales con Michael Jordan como llave maestra. Pero, como todo movimiento de colonización, llevar las costumbres propias a otros lugares deviene en un viaje de ida y vuelta. No por casualidad Londres, París o Berlín son tres de las ciudades más multiculturales de Europa cien años después de que Inglaterra, Francia y Alemania tornasen en principales potencias imperialistas.
En el idioma del baloncesto, implica que aterrizar el producto en fronteras insospechadas tenga un efecto rebote en forma de extranjerización de la liga. Hoy, más de un cuarto de los jugadores de la NBA son de fuera de los Estados Unidos. Un total de 125 provenientes de 40 países distintos que suponen un nuevo récord el cual amenaza con superarse prácticamente cada año. La liga lleva un lustro sin conocer un MVP local desde que James Harden lo ganase en 2018.
Por eso no extraña que, por primera vez en la historia de las grandes ligas estadounidenses, la estructura de la competición haya decidido ‘europeizarse’. A menudo, el deporte europeo habla en términos de acercamiento al modelo ‘yanki’. Pero la globalización de la cual la NBA lleva ya tres décadas presumiendo, precisamente supone que la influencia camine en los dos sentidos.
Eugenio Muñoz, redactor de la casa que acudió el pasado enero al partido que Bulls y Pistons disputaron en París, fue testigo de los rumores que ya se empezaban a cocer sobre la entrada de la Copa NBA de cara a la nueva temporada.
La última palabra
Menos de un año después, el primer In-Season Tournament de la historia ha coronado a Los Ángeles Lakers. Lo que significa, por polémico que suene, superar a Boston Celtics en títulos NBA. 17+1, con todo lo que ello implica. Los libros de Historia, con razón, recordarán a Adam Silver como el gran artífice de este invento. Pero no está de más apuntar que es uno que no podría estar más alineado con el baloncesto que nunca imaginó, pero que hubiese soñado James Naismith y con la NBA que propulsó David Stern.
El Pepazo/Marca